España.
INMIGRACIÓN: EL RETO DE LA LEGALIDAD
La entrada
el próximo 1 de enero de Bulgaria y Rumanía
en la Unión Europea (UE) será uno de los acontecimientos
determinantes en materia de inmigración del próximo
año. En el ámbito interno, este ingreso supondrá que
cientos de miles de personas de esos países que hasta
ahora estaban en España en situación ilegal verán
regularizada su situación; en el conjunto de la UE el
cambio más notable será la modificación
de las fronteras exteriores comunitarias, con el reto que esto
supone en materia de seguridad.
En España, los sindicatos han mostrado su
preocupación por las consecuencias que puede tener en
el mercado laboral el ingreso de Rumanía y Bulgaria,
por lo que pidieron que España implantara una moratoria
de dos años para que los ciudadanos de ambos países
puedan trabajar aquí sin ningún tipo de restricción.
Los temores principales son, por una parte, que los rumanos
y búlgaros acepten unas condiciones de trabajo más
precarias y que de eso se aprovechen los empresarios para adoptar
medidas restrictivas en materia de salarios, estabilidad laboral
u horarios; por otra, existe cierta inquietud sobre la posibilidad
de que se produzca una «invasión» de ciudadanos
de estos países en busca de un empleo y una vida mejo,
teniendo en cuenta que su renta per cápita será de
las más bajas de la UE.
Rumanía asegura que el temor a esa hipotética «invasión» es
infundado, ya que en este momento allí se necesita mano
de obra. La economía crece a más del 6 por ciento
anual y el ingreso en la UE provocará un indudable progreso,
aunque a corto plazo sean necesarios algunos sacrificios.
Pero el ingreso de Rumanía se traduce también
en un cambio en las fronteras exteriores de la UE, lo que afecta
a la seguridad del conjunto de los países miembros.
El Gobierno rumano ha hecho importantes inversiones en este
campo y asegura estar preparado para hacer frente al reto.
En toda la zona del Mar Negro, ha puesto en marcha un sistema
para detectar embarcaciones muy similar al SIVE español,
que incluye también un dispositivo en tierra.
Sin duda otra de las claves del año en inmigración
será la necesidad de impulsar una política común
de la UE en esta materia. España, junto con Francia
e Italia ha liderado esta lucha, que sin embargo es vista con
recelo por no pocos países. La regularización
masiva del Gobierno de Zapatero ha sido utilizada una y otra
vez como ariete contra nuestro país cuando ha pedido
ayuda: «Si no contaron con nosotros para regularizar
a miles de personas, ¿por qué tenemos que pagar
ahora las consecuencias de esa política?», se
preguntan esos gobiernos.
Incluso, a pesar de que existen indudables intereses comunes
en este campo, hay diferencias entre nuestro gobierno y el
francés, que ve con recelo el «buenismo» del
Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero y apuesta
por una legislación común europea muy restrictiva.
La cuestión de la protección de las fronteras
es la llave del resto. Por primera vez se ha puesto en marcha
un dispositivo común (naval y aéreo), eso sí mermado,
tardío y cuestionado. El Frontex de 2006 ha sido la
probeta de Europa en África, una zona que necesita de
todo salvo experimentos.
Los problemas de fondo para España seguirán una
línea de continuidad con respecto a los últimos
meses y estarán marcados por el desafío de la
legalidad en sus distintas vertientes y afectados. La vulneración
de fronteras —marítimas y terrestres— sigue
siendo la asignatura pendiente. Ni al aprobado se ha llegado
en estos últimos meses con las grandes crisis de los
cayucos y las consiguientes giras africanas del Ejecutivo para
solucionarlo.
África es aún el «amigo invisible» al
que se parchea sin aplicar medidas de calado. Eso es lo que
se intentará: volcar la tendencia para que los inmigrantes
de las pateras dejen de serlo y acudan con un contrato bajo
el brazo, igual que otros extranjeros que nutren el contingente
y los distintos sistemas de contratación en origen —hasta
ahora en ningún país del África subsahariana
se había hecho ese tipo de apuesta—. Las oficinas
o ventanillas únicas que el Ejecutivo pretende crear
en algunos países canalizarían estas prácticas
y simplificarían trámites.
A los bolivianos se les exigirá visado en toda la UE,
una medida con la que se espera reducir los irregulares que
llegan por los aeropuertos —las mafias ya están
buscando otras nacionalidades para colar a sus víctimas—,
como ocurrió antes con Colombia y Ecuador. Los suramericanos
que ya viven entre nosotros y el resto de inmigrantes —los
subsaharianos están aún al margen— tienen
su particular desafío, mantener los puestos de trabajo
que acreditaron cuando obtuvieron sus permisos. De lo contrario,
peligrarían las renovaciones y el sistema en general.
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