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Solo 10 minutos de batalla: así humillaron los nazis al buque inglés más colosal de la IIGM

El 24 de mayo de 1941, el 'Hood' se enfrentó al 'Bismarck' en el Estrecho de Dinamarca, apenas resistió cinco andanadas al gran titán del Tercer Reich

«Es imposible que la Segunda Guerra Mundial, la más devastadora de la historia, no tenga secretos»

El Hood, botado en la primera década del siglo XX, apenas resistió cinco andanadas frente al Bismarck
El Hood, botado en la primera década del siglo XX, apenas resistió cinco andanadas frente al Bismarck - ABC
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Fueron unas pocas salvas, pero de proyectiles de 381 milímetros de diámetro y casi 900 kilogramos de peso. Boom, boom, boom... Así, hasta en cinco ocasiones. Después, los marineros alemanes vieron desde el acorazado ‘Bismarck’ como su enemigo, el crucero de batalla ‘Hood’, quedaba envuelto en «una bola de fuego de color blanco amarillento» antes de partirse en dos y marcharse al fondo del mar. Aquel 24 de mayo de 1941, en el Estrecho de Dinamarca, el Tercer Reich dio buena cuenta del que era considerado uno de los mascarones de proa de la ‘Royal Navy’. Fue un desastre que estremeció a Gran Bretaña; la demostración de que su flota no era invencible.

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La noticia saltó a los medios de comunicación de media Europa.

Y, entre ellos, no podía faltar ABC, testigo de la Segunda Guerra Mundial desde sus inicios: «El ‘Hood’, orgullo de la flota inglesa, está en el fondo del océano. Ya no solo se trata de superioridad alemana por tierra y en el aire, sino también en los mares». El reportero se puso en lo peor. Barruntó el posible desembarco germano en Gran Bretaña al calor de una ‘Kriegsmarine’ intratable y recalcó la «decadencia del viejo prestigio marítimo» del Imperio británico. «¿Cómo explicar tantos reveses?, ¿ha habido descuido, imprevisión o desorganización?, ¿o es que existe una superioridad alemana?».

Orgullo británico

ABC tenía claro que el navío hundido no era uno cualquiera: «El ‘Hood’ era uno de los buques mayores del mundo. Desplazaba 42.000 toneladas. Costó su construcción cerca de 6.025.000 libras esterlinas. Contaba con una gran superficie revestida de espeso blindaje y plan general de protección». El diario explicaba también que su tripulación normal sumaba 1.341 hombres, que estaba con ocho cañones de 381 milímetros y que podía entablar batalla a 27 kilómetros de distancia. Casi nada. Cierto es que se hallaba algo anticuado, pero había sido sometido «a una serie de reparaciones de mejora en 1931» que habían incluido «la instalación de una catapulta de aviones».

Proa del acorazado Bismarck, el verdugo del Hood+ info
Proa del acorazado Bismarck, el verdugo del Hood - ABC

Su estampa era soberbia sobre las aguas, y esa imagen le hizo ganarse la reputación de imbatible. Por descontado, el no verse obligado a batirse el cobre con el enemigo engrandeció su reputación. En España, por ejemplo, lució sus bondades. «En el curso de la Guerra Civil, patrulló a lo largo de la costa y ayudó a convoyar los barcos que transportaban súbditos británicos a Barcelona», desveló ABC. El advenimiento de la Segunda Guerra Mundial le atropelló en dique seco; en principio, para ser reparado y ser sometido a varias actualizaciones. Pero no hubo tiempo. A partir de entonces, el navío se dedicó a patrullar entre Islandia y el Mar de Noruega.

El diseño y la forma en que había sido concebido convertían al ‘Hood’ en un buque idóneo para la noble tarea de interceptar a los bajeles del Tercer Reich. La idea inicial de la ‘Royal Navy’ consistía en que irrumpiera a toda velocidad en el combate, descerrajara una salva tras otra contra el enemigo y se escabullera a todo trapo. A cambio, el orgullo de la ‘Kriegasmarine’ germana jugaba a otra cosa. El acorazado ‘Bismarck’ era un coloso que podía resistir un combate mucho más prolongado. El historiador naval Craig L. Symonds confirma en ‘La Segunda Guerra Mundial en el mar’ que, aunque su par británico tenía «71 pies más de eslora», poseía «un blindaje sensiblemente menor». Solo se parecían en el armamento; poco más.

Batalla a muerte

A vueltas andaba la guerra cuando, en mayo de 1941, el ‘Hood’ y el acorazado ‘Prince of Wales’ fueron enviados al norte de Gran Bretaña para interceptar a sus némesis en la ruta hacia el Atlántico: el ‘Bismarck’ y el crucero pesado ‘Prinz Eugen’. Al mando del coloso inglés se hallaba el almirante Lancelot Holland, un veterano marinero que había visto mucha guerra desde el puente de los vetustos acorazados tipo R. A cambio, en el titán germano sentaba sus reales Gunther Lütjens, más conocido como el ‘Diablo negro’ y que contaba a sus espaldas con la destrucción de dos convoyes aliados en apenas tres meses. Ninguno era bisoño, vaya. Y ambos se iban a ver las caras en el Estrecho de Dinamarca.

Corrían las cinco y cuarto de la madrugada cuando los cuatro pesos pesados se encontraron. Holland lo hizo con la frase del almirante Tovey resonando todavía en su mollera: «Espero que les intercepte y les obligue a dar la vuelta». Junto al británico habían partido otros ocho bajeles, aunque no podrían participar por haberse pasado de largo. Lütjens ordenó centrarse sobre el ‘Hood’, su objetivo prioritario. A las 05:52, hora exacta, empezaron los bombazos; unos veinte kilómetros separaban a unos y otros. Y fue esa gran distancia dio ventaja a los alemanes. Los proyectiles no impactaron en los laterales del coloso de la ‘Royal Navy’; la trayectoria parabólica hizo que cayeran sobre la cubierta, menos blindada.

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Para colmo, Lütjens fue sabio y ubicó al ‘Bismarck’ en la retaguardia del ‘Prinz Eugen’, lo que le garantizó evitar las primeras andanadas inglesas. Todo terminó en desastre. Ocho minutos duró el ‘Hood’ sobre las aguas. A las seis, el acorazado pesado germano disparó la quinta salva del día y acertó de lleno. Los ingleses describieron así el desastre en un informe que recogió ABC: «Nuestros barcos atacaron al enemigo y, en el combate que siguió, el navío ‘Hood’, que arbolaba la insignia del almirante Holland, fue alcanzado en un pañol de municiones, con tan mala suerte que hizo explosión. Se tema que haya pocos supervivientes». Llevaban razón, tan solo se salvaron tres marineros de aquel desastre.

Después empezó la caza del ‘Bismarck’, pero, como se suele decir, eso ya es otra historia. Lo que sorprende es que, a pesar de que se informó al instante de que el estallido había sido provocado por un disparo fortuito, la 'Royal Navy' inició una serie de investigaciones para desentrañar el misterio del hundimiento. ¿Cómo era posible que hubiera hecho explosión tan rápidamente? La conclusión fue que un proyectil lanzado desde el buque alemán había atravesado el blindaje de la cubierta y había hecho que el el pañol de municiones saltara por los aires. Otros tantos, sin embargo, abogan todavía por un estallido fotuito en alguna torreta.

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