La leyenda sexual que persigue injustamente a la mesa real del despacho de Pedro Sánchez
Cuando Suárez se instaló en la Moncloa, el Rey Juan Carlos le regaló para su despacho un escritorio que él mismo había usado siendo heredero y que había pertenecido en su momento a Isabel II
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Isabel II reinó en España durante 35 años en los que siempre parecía a punto de caer la Monarquía. Todos los avances de un periodo donde el desarrollo industrial, ferroviario y económico vivió un salto gigantesco quedaron empañados por los numerosos escándalos privados. La Reina fue la mujer más difamada de su tiempo, tanto dentro como fuera del país, debido a sus relaciones extramatrimoniales y a su concepción de la política como un cortijo adaptado a sus fobias y filias personales.
Espadones como Francisco Serrano, que fue amante suyo, Ramón Narváez o Leopoldo O'Donnell, entre muchos otros, hicieron y deshicieron en un reinado donde la madre de Isabel y su marido, Francisco de Asis, no dejaron de promover rumores sobre el carácter lascivo de la Monarca.
Cierto que ella dio motivos para justificar algunos de estos rumores, pero no hizo nada diferente a lo que hicieron durante todo el siglo XIX otros reyes y nobles. Se la juzgó con una dureza extrema por lo que, en última instancia, fue su manera de rebelarse contra un matrimonio catastrófico.
La desproporcionada leyenda sexual sobre Isabel ha hecho que hasta la más mínima anécdota relacionada con ella tenga siempre un cariz sexual. Así ocurre con la famosa mesa que Narváez le regaló a Isabel II y que sus descendientes cedieron al palacio de la presidencia ya en tiempos de la Democracia. Un objeto meramente decorativo que, por pertenecer a la susodicha, viene de serie con historias calenturientas que incluse se han creído a pies juntillas los presidentes del país.
Un regalo de Narváez
Cuando Adolfo Suárez se instaló a comienzos de la Transición en el palacete que Franco había ordenado construir y rodear de jardines en Moncloa, el Rey Juan Carlos le regaló para su despacho un escritorio que él mismo había usado siendo heredero y que había pertenecido en su momento a Isabel II. El general Narváez, siete veces presidente del Consejo de Ministros de España entre 1844 y 1868, se la regaló a Isabel II cuando estaba en la cumbre de su inestable poder.
+ infoColérico, irascible, ciclotímico y más inteligente de lo que le ha reconocido la tradición historiográfica, el gran espadón de los moderados estuvo presente en prácticamente todos los pronunciamientos militares del reinado, que fueron un puñado en una era donde cada partido atesoraba su propio golpista como si fuera un extintor que abrir en caso de emergencia. Incluso los de su partido se tomaban a chufla lo tremendista que podía ser el militar granadino. Donoso Cortés aseguraba con ironía que en caso de que las cosas salieran torcidas: «Narváez entra, echa al Congreso patas arriba, al Senado patas abajo, fusila a los Ministros, degolla a quinientas personas, y todos quedamos en paz».
+ infoIsabel II y su madre echaron mano varias veces a este disolvente infalible para los bloqueos políticos, pero ni es cierto que siempre fuera su favorito (vivió tantos ascensos como caídas) ni parece creíble que la Reina mantuviera sexo con él. Esto hace gravemente injusto que aún hoy esa mesa que preside el despacho de Pedro Sánchez arrastre fama de objeto sexual. En el año 2018, en una conversación pública en el Colegio de Arquitectos de Madrid entre Felipe González y José María Aznar, este segundo afirmó «aquella mesa del despacho oficial se utilizaba para placeres diferentes que el trabajo», en referencia a lo que hacía sobre ella supuestamente la Reina Isabel.
Las infidelidades de Isabel al Rey consorte están completamente documentadas, a pesar de que el Gobierno llegó a prohibir por decreto que se hablará de la vida privada de la Reina, lo cual era un reconocimiento de que era en exceso ruidosa, pero no justifica la fama de ninfómana que persigue a la Reina ni que todo lo que tocó sea hoy material para chistes verdes.
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