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El escritor superventas en EE.UU. que nadie se creía que fuera español: «Ibáñez es un ruso emigrado»

En Europa sus novelas pasaron discretamente por las librerías, pero al otro lado del charco el valenciano vendió con ‘Los cuatro jinetes del Apocalipsis’ doscientos mil ejemplares en solo un año

Fotografía de Vicente Blascio Ibáñez durante el viaje que emprendió por China.+ info
Fotografía de Vicente Blascio Ibáñez durante el viaje que emprendió por China. - ABC
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Entre 1875 y 1936, España reunió a una colección de mentes únicas en el mundo, alabadas tanto dentro como fuera del país. Científicos e inventores como Pagés Miravé, cirujano que aplicó por primera vez la epidural o el ingeniero Leonardo Torres, que patentó el dirigible más avanzado de su tiempo. Pintores como Sorolla, Gaudí, Picasso, Miró o Dalí, ese genio surrealista que una vez se atrevió a retratar una granada que escupe un pez que vomita unos tigres con bayoneta contra una mujer desnuda. Y plumas del talento de Unamuno, Azorín, Benavente, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, Valle-Inclán, Antonio Machado, Ortega y Gasset, Eugenio D’Ors, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti o Federico García Lorca...

Pero, de todos ellos ninguno logró tanto éxito comercial como Vicente Blasco Ibáñez, autor de un superventas internacional, denostado a nivel literario en la Península, al que su tendencia a meterse en política y su carácter temperamental le obligaron a no estar mucho tiempo en la misma parte del mundo.

Tras una carga de la Guardia Civil contra una manifestación republicana hacia 1904, el escritor Blasco Ibáñez dijo en el Congreso de los Diputados que le gustaría vérselas con el «tenientillo» que mandó aquella operación, a lo que un grupo de oficiales de este cuerpo sorteó quién se batiría en duelo con el valenciano para cerrarle la boca. El escritor salvó la vida en un duelo porque la bala que le disparó el agente de la Benemérita dio contra la hebilla de su cinturón.

Blasco Ibáñez en Pekín.+ info
Blasco Ibáñez en Pekín. - ABC

Blanco y Negro escribía por esas fechas que la personalidad literaria de Blasco Ibáñez «no es de las que se aceptan mansamente y sin discusión: su temperamento se nos impone como una luz muy fuerte, como un olor muy penetrante. Su trabajo no es el de un orfebre cachazudo, sino el de un forjador musculoso que tuerce el hierro a fuerza de puños y de fuego. Por eso en él resulta natural y equilibrado lo que nos parecería improcedente y estrambótico en otro escritor menos sanguíneo».

Un inesperado éxito

En sus peripecias por el mundo, alejado de la política y de pistoleros, el autor valenciano conoció diferentes culturas y fue impartiendo conferencias para ganarse el pan por Argentina, Chile y otros países americanos, donde trataba los más variopintos temas: Napoleón, Wagner, pintores del Renacimiento, la Revolución Francesa, Cervantes, filosofía, cocina, etc. También buscaba inversiones en los más extraños rincones. En su estancia por la Patagonia argentina compró tierras que pensaba poner en cultivo trayendo de Valencia labradores que las arrendaran durante diez años en unas colonias llamadas Nueva Valencia y Cervantes. Como no podía ser de otra manera, el proyecto terminó en un estrepitoso fracaso: «Me dejé arrastrar por la quimera», reconoció.

El novelista se abre paso entre la multitud que le espera en Lisboa.+ info
El novelista se abre paso entre la multitud que le espera en Lisboa. - ABC

ABC, como buena parte de la prensa española, fue informando de las aventuras vividas por el escritor alrededor del globo. El 9 de enero de 1910, el diario habló del «regreso de su viaje a las repúblicas americanas. Se encuentra en Madrid desde hace días el novelista Blasco Ibáñez, que ha recorrido detenidamente la Argentina, Chile y el Uruguay, visitando numerosas poblaciones, en todas las cuales dio conferencias literarias. El Sr. Blasco Ibáñez se propone escribir ahora un importante libro dedicado a la Argentina. Para ello trae gran acopio de libros, memorias, estadísticas, fotografías y otros documentos».

La mala economía del escritor le obligó a centrar sus esfuerzos en la venta de libros. En 1908, había publicado ‘Sangre y arena’, que narraba la fiesta nacional en clave de tópicos y panderetas, tal y como gustaba escuchar en el extranjero, cosechando mucho éxito. Siguiendo este ejemplo, se afincó en París y empezó la escritura de la novela que le haría famoso en el mundo entero: ‘Los cuatro jinetes del Apocalipsis’. Le seguirían la novela sobre la guerra en el mar, ‘Mare Nostrum’ (1918), y otra sobre la retaguardia, ‘Los enemigos de la mujer’ (1919), que completaría la trilogía sobre la Gran Guerra. Estas obras le permitieron nadar en el dólar.

Esto convirtió al valenciano en ‘Mister Ibanyés’, una figura muy popular en América que, como había hecho décadas antes Charles Dickens, se hizo de oro en una gira de conferencias

Mientras que en Europa estas novelas pasaron discretamente por las librerías, en Estados Unidos ‘Los cuatro jinetes del Apocalipsis’ vendió solo en un año doscientos mil ejemplares. Fue el libro más vendido en Estados Unidos en 1919 y pronto fue adaptada en el cine protagonizada por el actor Rodolfo Valentino. Esto convirtió al valenciano en ‘Mister Ibanyés’, una figura muy popular en América que, como había hecho décadas antes Charles Dickens, se hizo de oro en una gira de conferencias por Estados Unidos y hasta fue nombrado doctorado honoris causa por la Universidad de Washington.

¿Cómo va a ser español?

El éxito del valenciano fue tan grande que a la prensa estadounidense le costaba creer que el autor procediera de un país que consideraban tan bárbaro como España. Con motivo de esta gira por EE.UU, ABC recordó en un artículo en noviembre de 1919 que «cuando se inició el triunfo incomparable de ‘Los cuatro jinetes’ hubo una revista norteamericana que aseguró a sus lectores: “El autor es un excéntrico inglés que reside en la Argentina, donde fundó un pueblo, y se hizo proclamar su rey, encubriendo modestamente su origen bajo el seudónimo de Don Blasco Ibañez”. Otra revista no menos enterada, rectificó en un punto aquella pintoresca información: “Blasco Ibañez no nació en Inglaterra. Es un ruso emigrado a la Argentina desde donde conspirara en favor de su fraternal correligionario Kerensky”. Ambas revistas coincidieron en algo: no es español, porque ¿cómo un español pudiera haber escrito un libro así?».

El autor del artículo, Miguel de Zarraga, se preguntaba, «¿cómo, pues sorprendernos ante el paso triunfal de Blasco por los Estados Unidos ahora, antes por Francia, por Alemania, por Inglaterra, por Rusia, por toda Europa. Es el Cervantes de hoy, poeta y soldado como el otro, que también como el otro sufrió sed de justicia en la cárcel y como el otro se ciñó de laureles en todos los idiomas de la tierra».

Entierro de Vicente Blasco Ibáñez.+ info
Entierro de Vicente Blasco Ibáñez. - ABC

El escritor se estableció un tiempo en la Costa Azul, donde se dedicó a escribir novelas por encargo, pero no tardó mucho en volver a coger la maleta e irse por ahí. En 1923, realizó un viaje alrededor del mundo tomando notas para luego escribir los tres volúmenes de ‘La vuelta al mundo de un novelista’​. A bordo del Franconia, un lujoso trasatlántico desde el que hizo numerosas excursiones por tierra, el novelista conoció Japón, Corea, China e Indonesia, Java, Birmania, la India… Unas vacaciones de lujo, a la altura de sus grandes posibilidades económicas, donde fue agasajado por las autoridades allí por donde iba.

A su vuelta a la política, el novelista se elevó como la cabeza pensante de la oposición republicana a la dictadura de Primo de Rivera en París. Los intelectuales, aunque divididos en corrientes artísticas e ideológicas, se unieron en esta guerra contra la monarquía de Alfonso XIII, lo que incluyó a Unamuno. Como respuesta, la prensa favorable al dictador lanzó una campaña contra él y el Ayuntamiento de Valencia arrancó su nombre de la calle que tenía dedicada en la ciudad.

El escritor valenciano murió en su residencia Fontana Rosa en Menton (Francia) cuando estaba empezando una autobiografía novelada bajo el título ‘La juventud del mundo’. No llegó a vivir la caída de Primo de Rivera, ni, por supuesto, la llegada de la Segunda República. Sus restos fueron trasladados a España en 1933 en lo que se convirtió en un multitudinario homenaje póstumo.

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