Los discursos íntegros de Churchill, Truman o el rey Jorge VI en el Día de la Victoria
ABC reprodujo los comunicados aliados y también el anuncio del almirante Doenitz de la desaparición del partido nazi
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El Alto Mando aliado publicó un comunicado especial a las 13.30 (meridiano de Greenwich). correspondientes a las 15,30 de la hona de verano española: «Todas las fuerzas alemanas de tierra, mar y aire se han rendido a las fuerzas Expedicionarias aliadas, y simultáneamente al Alto Mando soviético, a la 1.41 del día 7 de mayo de 1945. Las condiciones de la rendición, que entrarán en vigor a las 23.01 (hora de Europa Central) del día 8 de mayo de 1945. fueron firmadas por un oficial del Alto Mando alemán. Las fuerzas Expedicionarias aliadas han recibido instrucciones de cesar las operaciones ofensivas, pero mantendrán sus actuales posiciones hasta que la rendición sea efectiva». El fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa era un hecho.
Alemania había sido derrotada.
En aquel día histórico, ABC reprodujo íntegramente los discursos de de Jorge VI, Truman, Churchill y otros jefes aliados, así como la proclama del almirante Doenitz anuncia la desaparición del partido nacionalsocialista:
+ infoEisenhower: «Ha sido aplicada la fórmula de rendición incondicional»
Reims 8, 10 noche- En la habitación en que acababa de firmarse la capitulación alemana, el general Eisenhower dijo: «En enero de 1943 pronunciaron el difunto presidente Roosevelt y el primer ministro Churchill la fórmula de rendición incondicional de las potencias del Eje. La fórmula ha sido aplicada. Las fuerzas aliadas que invadieron Europa en 6 de junio pasado han derrotado totalmente, en unión de su gran aliado ruso, por tierra, mar y aire a Alemania. Desde el principio, el grueso de las fuerzas que llevaron a cabo la invasión fue suministrado por Gran Bretaña y Estados Unidos, pero con ellas ha habido elementos de casi todas las naciones oprimidas de Europa. Considero particularmente oportuno el que esta rendición incondicional haya sido firmada en el corazón de Francia, país que tanto ha sufrido y en el que tanto nos ha ayudado el Movimiento de Resistencia. La coordinación ha logrado esa rendición incondicional. Con todos los subordinados de este Mando de cinco millones de hombres tengo una gran deuda de gratitud que nunca podré pagar; todos han ganado la gratitud profunda y perdurable de cada uno de los ciudadanos de las naciones unidas.
+ infoChurchill: «Durante muchos años en el porvenir contemplarán lo que hemos hecho»
El primer ministro británico Winston Churchill dio cuenta en la radio de la rendición alemana y habló en varias ocasiones aquel día, tal y como recogió ABC. Aquí reproducimos el discurso que pronunció desde el balcón del ministerio de Sanidad en White Hall ante una enorme multitud. Churchill hizo varias veces con los dedos el signo de la Victoria—la letra V— y dirigió después el himno «Land of hope and glory» (Tierra de esperanza y de gloria). Después dijo:
«Un enemigo mortal ha sido derribado y espera nuestro juicio y merced. Pero otro enemigo ocupa aún grandes partes del imperio británico, un enemigo manchado de terrible crueldad: los japoneses. (Grandes aclamaciones) Queridos amigos—prosiguió—, ésta es vuestra victoria. Es la victoria de la gran nación británica como conjunto. Fuimos los primeros en esta antigua isla en prestar juramento contra la tiranía. Después, cuando quedamos solos frente a la más tremenda potencia militar que se vio jamás:, ¿quiso alguien ceder?» La multitud gritó: «¡No!» «Asi—continuó diciendo—, volvimos después de largos meses de las fauces de la muerte y de la boca del infierno, entre el asombro de todo el mundo. Yo digo que durante muchos años en el porvenir, no sólo el pueblo de esta isla, sino de todo el mundo, donde el pájaro de la libertad cante en los corazones, contemplarán lo que hemos hecho y dirán: No hay que desesperar ni someterse a la violencia y la tiranía. Hay que marchar adelante y morir, si es preciso, pero sin ser jamás conquistado.
Dediquemos al regocijo la noche de hoy y el día de mañana. Mañana celebrará también la victoria nuestra gran aliada Rusia: Y luego hemos de iniciar la tarea de reconstruir nuestros hogares y no habremos de perdonar sacrificio alguno para conseguir que éste sea el país en el que a todos se brinde la oportunidad de prosperar y en el que todo el mundo tenga deberes que cumplir. Hemos de cumplir el deber para con el país y también ante nuestros valientes aliados los Estados Unidos, tan traidoramente atacados por el Japón. Iremos junto a ellos y no desfalleceremos por dura que sea la lucha».
+ infoJorge VI: «Defendíamos la libertad de todos»
«Hoy damos gracias a Dios por un gran acontecimiento. Hablando desde la ciudad más antigua del Imperio británico, castigada por la guerra, pero ni un sólo momento abatida o desalentada, hablando desde Londres, os pido que os unáis a mí en este acto de acción de gracias. Alemania, que arrastró a la guerra a Europa entera, ha sido finalmente vencida. En el Lejano Oriente aún tenemos que combatir contra los japonesesque son decididos y crueles adversarios. Para ello emplearemos nuestra máxima resolución y todos los recursos de que disponemos. Pero en esta hora, cuando la terrible sombra de la guerra se ha alejado ya de nuestra Patria y de nuestros hogares de estas islas podemos, al fin, hacer una pausa para dar gracias a Dios y dedicarnos después a las tareas que nos aguardan en el mundo entero como consecuencia de la paz en Europa.
Primero, recordemos a los que nunca volverán, su constancia y su valor en el combate, su sacrificio y su decisión ante un enemigo implacable; recordemos a todos los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas que han dado su vida por la Patria. Hemos llegado al final de nuestras tribulaciones, pero ellos no están con nosotros para regocijarnos. Después, saludemos con toda gratitud y orgullo a la multitud de combatientes que nos han traído la victoria. No puedo medir la magnitud del servicio rendido por cada uno de ellos, pues en el esfuerzo total de guerra, todos llegan a la misma y noble altura y todos están dedicados al mismo fin común. Con armas o sin ellas, vosotros, hombres y mujeres de Inglaterra, habéis luchado, habéis progresado y habéis resistido hasta el máximo. Nadie lo sabe mejor que yo, vuestro Rey, y por eso doy las gracias de todo corazón a quienes con tanta valentía empuñaron las armas en tierra, mar y aire, y a los paisanos que, compartiendo mutuamente sus múltiples cargas, han seguido adelante sin vacilación y sin quejas.
Con estos hechos presentes en nuestra mente, reflexionamos que ha sido lo que nos ha sostenido casi durante seis años de sufrimientos y peligros. El reconocimiento de que todo estaba en juego: nuestra libertad, nuestra independencia y nuestra propia vida o existencia como nación; pero también sabíamos que al defendernos, defendíamos la libertad de todo el mundo, que nuestra causa no sólo era la de la nación ni la de su Imperio y comunidad de naciones, sino la del mundo entero, la de todas aquellas tierras donde se ama la libertad y ésta va acompañada por el respeto a la ley.
En las horas más tenebrosas sabíamos que los pueblos de Europa, aislados y esclavizados, tenían su mirada fija en nosotros, sus esperanzas eran las nuestras y su confianza confirmaba nuestra fe. Sabíamos que si desmayábamos o fracasábamos se haría pedazos la última barrera que había en el mundo contra la tiranía. Pero no desmayamos ni fracasamos; conservamos nuestra fe en nosotros mismos y en nuestros conciudadanos, y mantuvimos la fe y la unidad con nuestros grandes aliados. Esa fe y esa unidad nos han llevado a la victoria, a pesar de haber atravesado peligros que en algunos momentos parecieron abrumadores.
Por lo tanto, tengamos la misma confianza en nuestra misión cuando se trate de afrontar las tareas que nos reserva el futuro. Aún nos esperan duros trabajos en la reconstrucción de nuestra Patria para enmendar los destrozos de la guerra y en nuestra contribución para reconstruir y mejorar un mundo en ruinas.
Esta misión recae sobre nosotros en un momento en que hemos dado todo lo mejor que teníamos. Durante más de cinco años nuestro corazón, nuestro cerebro, nuestros nervios y nuestros músculos han estado orientados hacia la labor de derribar la tiranía nazi. Ahora, fortalecidos por nuestro éxito, iniciamos la tarea de acabar con nuestros últimos problemas. La Reina y yo nos damos perfecta cuenta de las penalidades que ha sufrido el pueblo inglés en toda la comunidad británica y en su Imperio. Nos sentimos orgullosos de vosotros. Nos consuela mucho el pensar que los años de oscuridad y de peligro en que crecieron los niños de nuestra Patria, han terminado, gracias a Dios. Si hubiésemos fracasado, nuestros sacrificios habrían sido vanos.
Por lo tanto, en este día de justo triunfo y profunda tristeza, dediquémonos por un momento a reflexionar; mañana, volvamos da nuevo al trabajo, resueltos, como nación, a no hacer nada indigno de los que murieron por nosotros y a convertir el mundo en lo que ellos hubieran deseado para sus hijos y para nosotros.
Esta es la tarea a que nos obliga el honor. En la hora de peligro, pusimos nuestra causa en manos de Dios y Él fue nuestra fuerza y nuestro escudo. Démosle gracias por sus mercedes y en esta hora de victoria encomendemos nuestras tareas y nuestros cuerpos a Él».

Truman: «Nuestra victoria sólo está conseguida a medias»
«Esta no es sólo una hora solemne, sino gloriosa. El generalísimo Eisenhower me ha informado que las fuerzas alemanas se han rendido a las Naciones Unidas. Las banderas de la victoria ondean sobre toda Europa. Por esta victoria damos de todo corazón las gracias a la Providencia, que nos ha guiado y sostenido en los tenebrosos días de la adversidad. Sólo quisiera que Franklin D. Roosevelt hubiera vivido para ser testigo de este día.
Nuestro regocijo está templado y restringido por el conocimiento del terrible precio que hemos tenido que pagar para librar al mundo de Hitler y de sus malvados seguidores.
Hemos de trabajar para restañar las heridas del sufrimiento dei mundo y para preparar una paz duradera que tenga sus raíces en la justicia y en el derecho. Sólo podremos construir esta paz con un trabajo duro y penoso, por la comprensión, y laborando con nuestros aliados en los tiempos de paz, igual que lo hemos hecho en los de guerra. La tarea que nos aguarda no es menos urgente ni menos importante que la que se acaba de terminar felizmente.
No olvidemos, estimados compatriotas, la tristeza y el desaliento que hoy reinan en los hogares de tantos de nuestros vecinos, cuya prenda más preciada ha sido sacrificada para redimir nuestra libertad. Sólo podremos pagar la deuda que tenemos con Dios, nuestros muertos y nuestros hijos, si trabajamos y nos dedicamos con incansable atención a cumplir las obligaciones que trae aparejadas el futuro. Si me fuese posible daros una palabra corno lema para los meses futuros, esa palabra sería: trabajad, trabajad y trabajad.
Tenemos que trabajar para terminar la guerra. Nuestra victoria sólo está conseguida a medias. El Oeste está libre, pero el Oriente aun gime bajo la traicionera tiranía de los japoneses. Hasta que se rinda sin condiciónes la última división nipona, no se habrá terminado nuestra misión como combatientes.
Pido a todos los americanos que se mantengan en su puesto hasta que se haya ganado la última batalla. Hasta ese día, ningún hombre deberá abandonar la misión que le ha sido confiada ni cejar en sus esfuerzos.
Y ahora quiero leeros mi declaración oficial con motivo del Día de la Victoria en Europa: «Como presidente de los Estados Unido;, declaro que los Ejércitos aliados, mediante el sacrificio, amor al deber y con la ayuda de Dios, han obligado a Alemania a aceptar la rendición incondicional. El mundo del Oeste ha sido liberado de las fuerzas del mal, que durante más de cinco años aherrojaron los cuerpos de sus habitantes y arruinaron las vidas de millones y millones de hombres libres. Violaron sus iglesias, destruyeron sus hogares, corrompieron a sus hijos y asesinaron a sus seres amados. Nuestros Ejércitos liberadores han devuelto la libertad a estos pueblos, que tanto sufrían, pero cuyo espíritu y voluntad jamás pudieron esclavizar los opresores.
Aún queda mucho por hacer. La victoria obtenida en el Oeste tiene que ser alcanzada también en Oriente. Hay que librar al mundo entero de las fuerzas de mal, que ya han sido derrotadas en un hemisferio. Las naciones amantes de la paz han demostrado, unidas en el Oeste, que sus armas son mucha más potentes que las de los dictadores o camarillas de tiranos militares. El poderío de nuestros pueblos para defenderse contra todos los enemigos se demostrará en la guerra del Pacífico, igual que ha quedado bien patente en Europa. Por el triunfo del espíritu y de las armas que se unan a nosotros en el amor a la libertad, considero justo que, como nación, demos gracias a Dios todopoderoso, que nos ha prestado fuerzas y concedido la victoria.
Por lo tanto, yo, Harry S. Truman, presidente de los Estados Unidos de América, designo el domingo, día 13 de mayo de 1945, para que sea el Día de la Oración. Pido a todo el pueblo norteamericano, cualesquiera que sean sus creencias, que se una a los demás para ofrecer su agradecimiento a Dios por la victoria que hemos obtenido y le pida que nos apoye para terminar la contienda, guiándonos en el camino de la paz. También pido a mis compatriotas que dediquen este Día de la Oración a la memoria de los que dieron sus vidas para que la victoria fuese posible. En testimonio de lo cual estampo mi firma y rúbrica al pie de este documento, que estará refrendado con el sello de la Unión». Extendido en la ciudad de Washington, el octavo día del mes de mayo, en el año 1945 del Señor y 169 de la independencia norteamericana. Firmado: Harry S. Truman. Por el presidente. José C. Grew, secretario de Estado interino.
+ infoDe Gaulle: «Es también la victoria de Francia»
El general De Gaulle declaró, en un discurso radiado, «que la victoria de las Naciones Unidas es también la victoria de Francia». Y añadió: «Puede ser que se prolongue todavía la resistencia de los alemanes en algunos puntos, pero están vencidos y tienen ya firmada su derrota». De Gaulle tributó grandes elogios a los franceses caídos en la lucha, así como a la población civil «que tanto -dijo- ha contribuido a los esfuerzos de guerra». «En esta hora de la gloria nacional para Francia y del regocijo del triunfo -afirmó-, rendimos a nuestros compatriotas nuestro mejor homenaje y hacemos extensivo a nuestros aliados, que han combatido con nosotros por la misma causa».
+ infoDoenitz: «El partido nacionalsocialista ha desaparecido»
«Cuando me dirigí al pueblo alemán por vez primera el día 1 de mayo, declaré que mi deber era el de salvar vidas alemanas. No puedo deciros si me será posible ayudar al pueblo alemán. Debemos hacer frente a los duros hechos de la situación actual. El partido nacionalsocialista ha desaparecido. Ya no existe unidad entre el Estado y el partido. Han desaparecido las bases sobre las que descansaba el Tercer Reich alemán. Con la ocupaci6n de Alemania, el Poder ha pasado a manos de las tropas de ocupación. De ellas depende el que yo y el Gobierno del Reich por mí nombrado podamos o no seguir actuando. A partir de las veintitrés horas del 8 de mayo no volverán a disparar los cañones. Los soldados alemanes, veteranos de innumerables batallas, pisan ahora el amargo camino que conduce al cautiverio y hacen así su último sacrificio para calvar la vida de nuestras mujeres y de nuestros niños, y para salvaguardar el porvenir de nuestra nación. Nos inclinamos ante, ellos respetuosamente, saludando la gallardía que han demostrado tener en el curso de mil batallas. Nos acordamos de los caídos y de los prisioneros. Prometí a nuestros valerosos hombres, mujeres y niños que les daría unas condiciones de vida llevaderas, compatibles con lo que yo pudiera hacer en los difíciles tiempos venideros. No sé lo que podré hacer para ayudaros ahora. Hemos de mirar a los hechos cara a cara.
Si mi permanencia en el Poder en algo puede servir a la Patria, continuaré en mi puesto hasta que el pueblo alemán pueda nombrar un Jefe de Estado o hasta que las potencias de ocupación imposibiliten mi tarea. Mi amor hacia Alemania y mi sentido del deber me mantienen en mi puesto sin tener en cuenta consideraciones de orden personal. No permaneceré en el Poder ni una hora más de lo que sea compatible con la dignidad que debo al Reich. Ante cada uno de nosotros se extiende un camino muy difícil. Es preciso que marchemos por él con dignidad, gallardía y disciplina, como lo exige la memoria de nuestros caídos. Hemos de sentirnos inspirados por el deseo de cumplir nuestra tarea lo mejor posible, ya que de lo contrario no puede haber fundamentos para la vida alemanaen el porvenir.
Es nuestro deber caminar unidos, presididos siempre por el espíritu de la justicia, o de lo contrario no podremos sobrevivir las tribulaciones que nos esperan. Caminemos con la esperanza de que vendrá un tiempo en que nuestros hijos, podrán vivir libres y seguros en una Europa pacífica. No quiero rezagarme en este- caminar. Si mi deber exige que permanezca en mi puesto, procuraré ayudaros en lo posible. Sin embargo, si exige mi marcha, así lo haré para mejor servir al pueblo y al Reich».
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