Los entresijos de la sonada boda de Anita Delgado con el marajá de Kapurthala
El rajá quedó prendado con la joven malagueña cuando la vio bailar junto a su hermana de «Las Camelias» en Madrid, con ocasión de la boda de Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Valle Inclán, Ricardo Baroja y el dibujante Oroz mediaron en el enlace
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Aquella fue una boda de cuento de hadas que causó sensación cuando se conoció en España en 1908. ¡Una bailaora malagueña se había casado con el marajá de Kapurthala! Un despacho de la agencia Reuter informaba el 28 de enero del matrimonio del rajá de dicho Estado de la India británica «con la señorita doña María Delgado, de Málaga», de la que apenas decía que «vestía elegantísima toilette, ostentando alhajas y pedrerías de deslumbradora belleza e inestimable valor».
«Con este simple despacho de la Reuter, los periodistas madrileños se volvieron locos para saber de la señorita Delgado», recordaba Ignacio Ruiz Quintano. ¿Quién era esa Ana María Delgado que había cautivado a un rico príncipe indio?
«El Imparcial» decía que «había nacido para bailaora flamenca y fue recientemente estrella de mediana magnitud en uno de los más populares café-conciertos de París».
También describía al rajá de Kapurthala, haciendo un alarde de imaginación, como a «un joven arrogante y magnífico, puro tipo del pueblo sij (león)», que llevaba «justa fama de ser uno de los más hermosos de la tierra» y cuyo temperamento era «temerariamente bravo, hasta el punto de parecerlo entre guerreros de raza, maravillosamente ataviado siempre con sedas de colores vivísimos y collares y brazaletes de piedras preciosas, soberbio y majestuoso. La hermosa melena, atributo de su secta, le cubre los hombros, encrespada y fiera, y entre ella fulguran broches de gruesos brillantes...».
«Encantado con la historia, Julio Camba puntualizó que el rajah, aunque habría estado muy pintoresco con los atavíos de «El Imparcial», era un caballero que habitualmente vivía en París y vestía a la europea», apuntó Ruiz Quintano.
+ infoEn ABC un despacho enviado por cable desde Bombay daba cuenta de la boda que se había celebrado con gran pompa y boato. «Los guerreros lanzaban al viento sus gritos de combate, los sacerdotes entonaban los cánticos litúrgicos y María Delgado, por no quedarse corta ante aquella algazara, se arrancó por malagueñas y no hay para qué describir el efecto. El entusiasmo fue tan delirante que en aquel mismo momento y mejor que con ningún tratado diplomático, la simpatía y las cordiales relaciones entre España y el Estado de Kapurthala quedaban aseguradas de modo imperecedero», resaltaba antes de añadir que «los invitados aplaudían a la novia y envidiaban la suerte del rajah», que en 1906 y con motivo de las fiestas de la boda del Rey Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg, «tuvo la ventura de conocer a la que hoy es su bella y media naranja».
+ infoEl marajá de Kapurthala había acudido a la boda real como dignatario del Imperio Británico, ya que Victoria Eugenia era nieta de la reina Victoria de Inglaterra. Durante su estancia en Madrid se acercó al Kursaal de Madrid a ver a unas malagueñas que se anunciaban como «Las Camelias» y quedó prendado por Anita, la mayor, que apenas tenía 16 años. Jagatjit Singh, de 34, cortejó a la joven e intentó conquistarla, aunque tal vez solo pretendiera en un principio que fuera una aventura amorosa. Pero «Las Camelias» contaban con un grupo de desinteresados amigos y admiradores, que acudían a verlas y charlar con ellas por las noches, entre los que se encontraban don Ramón del Valle-Inclán, Ricardo Baroja y el dibujante Leandro Oroz, por entonces novio de Victoria, la hermana de Anita. «El segundo nos contó muchas veces esta historia veraz, pero que parece producto de la fantasía, porque la realidad tiene a veces el capricho de superar lo que podrían inventar las imaginaciones más fogosas», relató en ABC el escritor Miguel Pérez Ferrero.
El maharajá, cautivado por los encantos de la bailarina, le enviaba mensajes apasionados invitándole a discretos paseos en cómodos y encortinados carruajes, a cenar en lugares exquisitos o a ver algún espectáculo desde la penumbra de un antepalco. Las misivas, explicó Pérez Ferrero, «eran leídas por los autorizados contertulios, que aconsejaban como respuesta la cortesía unida a una frialdad de hielo. "Que venga por las buenas -repetía el dibujante Oroz-. Que venga con los papeles en la mano. A casarse con todas las de la ley, como hacen las personas decentes".
+ info«Zeremos invitados de honor en Kapurtala», decía entre burlón y como con un brillo ilusionado en los ojos el gran don Ramón María del Vallé-Inclán», .
El rajá marchó a París, desde donde siguió enviando cartas a Anita. En una de ellas, le pidió por fin que se casara con él y le prometió que la elevaría al rango de maharaní. «La nueva fue como una bomba en la familia de las hermanas "Camelias", y entre sus amigos protectores, literatos y artistas. Hubo consultas y conciliábulos. El café de Levante, de la Puerta del Sol, en la tertulia que encabezaban Valle lnclán y Jacinto Benávente, fue el centro de operaciones, la oficina diplomática que había de tratar y preparar las bodas», continuaba el biógrafo de los hermanos Machado, Pío Baroja o Ramón Pérez de Ayala.
Se decidió que Anita escribiese una primera carta de amor al maharajá, en la que aceptaría ser maharaní siempre que él admitiese ciertas exigencias suyas, como la de contraer matrimonio católico, previo a la ceremonia religiosa en Kapurthala. Anita la redactaría y Valle Inclán, que se estaba divirtiendo de lo lindo con este asunto, la transformaría, dándole el estilo apropiado. Oroz la traduciría después al francés.
«Una tarde apareció Anita con el borrador de su carta. Empezaba: "Cerido Maharajá..." Desapareció lo de "Cerido" y casi todo, por no decir todo lo demás, y Valle-Inclán escribió un billete amoroso que es pena que no se haya conservado», se lamentaba Pérez Ferrero.
La joven viajó a París, acompañada por Oroz. Allí fue alojada en palacios y tuvo que aprender francés y altos modales antes de casarse. La ceremonia católica se celebró en la iglesia de Saint Germain y enseguida los esposos partieron hacia Kapurthala, para la tradicional boda sij, a la que Anita llegó a lomos de un elefante.
La joven malagueña pasó a ser la quinta esposa del marajá. Vivió en Kapurthala, entre lujos, durante 18 años y tuvo un hijo, Ajit Singh.
+ infoLos rumores sobre una relación amorosa con un hijastro llevaron al divorcio en 1925. Emili J. Blasco recordaba en 2007, con motivo de una subasta de sus joyas, que ella pudo conservar todos los regalos y llevar una vida de opulencia en Europa, con una paga perpetua, con la única condición de no volverse a casar. «No obstante, mantuvo un amor secreto con su secretario, Ginés Rodríguez, que duró hasta que ella murió en Madrid en 1962».
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