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La afrenta olvidada: cuando la UE apoyó el «derecho» de Putin a lanzar una guerra contra Georgia en 2008

La organización que ahora financia a Ucrania con más de 2.000 millones de euros para que compre armas, avaló la invasión de la ex república soviética de Georgia por parte de Rusia en un polémico informe en el que defendía sin ambages las tesis del Kremlin

Las imágenes de la guerra entre Rusia y Georgia, en 2008
Las imágenes de la guerra entre Rusia y Georgia, en 2008
Israel Viana
MadridActualizado:

La actitud de la Unión Europea con respecto a la actual guerra de Ucrania es muy diferente de la que tuvo en aquel conflicto ‘hermano’ que Rusia mantuvo con la también ex república soviética de Georgia en 2008. En aquella ocasión, los enfrentamientos se prolongaron durante poco más de una semana, pero acabaron con la vida de unos 2.300 civiles y casi 600 militares de ambos países, provocando el desplazamiento de más de 158.000 georgianos, según los datos recogidos por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados.

En ese momento, la UE no tuvo ninguna duda en ponerse del lado de Vládimir Putin y su presidente títere, Dmitri Medvédev, que quedaron exonerados de toda culpa según un informe internacional hecho público en 2009, que fue respaldado por el organismo.

Este señalaba, sin ningún tipo de ambigüedad, la responsabilidad de Georgia en la fugaz guerra que les enfrentó a la todopoderosa maquinaria militar rusa entre el 7 y el 16 de agosto del año anterior. El documento oficial no hacía otra cosa que reafirmar sin ambages las tesis defendidas por el presidente ruso, acusando a los georgianos de haber desencadenado el conflicto.

Reportaje sobre Georgia de agosto de 2008+ info
Reportaje sobre Georgia de agosto de 2008 - ABC

El informe denunciaba, también, la actitud de Estados Unidos por haber alimentado la soberbia de las autoridades georgianas con «programas millonarios de asistencia militar». Es cierto que la autora del documento, Heidi Tagliavini, reprochaba a Rusia haber utilizado «medios desproporcionados» en su respuesta al primer ataque georgiano contra los separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, pero aseguraba que Moscú tenía «todo el derecho» a defender a sus tropas, incluso en el caso de que estas se encontraran, como así ocurrió, en el territorio que seguía perteneciendo a Georgia.

Con aquel documento, la UE subrayaba que las reclamaciones de las autoridades georgianas sobre el aumento de la presencia militar rusa dentro de sus fronteras «no está lo suficientemente claro». Un punto difícil de creer, si tenemos en cuenta que es lo que Putin ha estado haciendo desde que subió al poder en 1999 para ampliar su influencia sobre las antiguas repúblicas soviéticas. Así lo demuestra la actual invasión de Ucrania con el mismo pretexto que usó con Georgia: rechazaba que la OTAN hubiera dado el visto bueno a que estos dos países entrasen en la Alianza, aunque fuera sin una fecha concreta.

Pasaportes rusos

La reacción de Rusia fue parecida a la que después tuvo con las regiones independentistas y prorrusas de Donetsk y Lugansk al oeste de Ucrania. Estrechó lazos con las también regiones secesionistas de Abjasia y Osetia del Sur y distribuyó entre su población pasaportes rusos. Como no se pudo probar ante la UE la incursión del Ejército del Kremlin en esos territorios que todavía pertenecían a Georgia, la legalidad internacional no permitía al Ejército georgiano intervenir por la fuerza en ellas, tal y como hizo el 7 de agosto después de meses de escalada de tensión en los que se habían derribado varios aviones espía, se había producido escaramuzas mortales y se había sembrado de minas algunas zonas de la frontera.

Información de 2009 sobre la guerra de Georgia+ info
Información de 2009 sobre la guerra de Georgia - ABC

No son pocos los analistas políticos que ven en aquella guerra el modelo que Putin ha seguido para atacar Ucrania en febrero. Y es que uno de los vectores de la política exterior del Kremlin desde la desintegración de la URSS en 1991 –que el presidente ruso considera «la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX»– es la defensa de la población rusa dispersa en el antiguo espacio soviético. En el caso de Georgia, Bruce George, miembro británico del Parlamento, ya advirtió a principios de agosto de 2008: «Los rusos estaban provocando desde hace tiempo y no dudo que hayan alentado a los separatistas para que iniciaran un ataque».​

En el informe de la UE, sin embargo, sí se acusaba a Rusia de esta «concesión masiva de la nacionalidad y de pasaportes rusos a ciudadanos de las dos regiones independentistas, una política que conforme al derecho internacional equivale a interferir en los asuntos internos de Georgia y a quebrantar la integridad territorial y la soberanía georgianas». También avalaba que «gran parte de su acción fue más allá de los límites razonables de la legítima defensa» y que sus operaciones «en el interior de Georgia violaron la legalidad internacional». Pero cargaba igualmente contra los dos bandos por «cometer abusos de los derechos humanos».

Normalización de las relaciones

En medios diplomáticos de Bruselas, aquel informe exculpatorio se enmarcó en la política de normalización de las relaciones con el Kremlin que se estaba produciendo precisamente desde el fin de ese conflicto. Fue una consecuencia de la propuesta que el entonces presidente Medvédev lanzó a su homólogo francés, Nicolás Sarkozy, de construir una nueva arquitectura de seguridad en Europa que no estuviera basada en el avance de la OTAN hacia países como Georgia y Ucrania.

Artículo sobre los últimos movimientos tras la guerra+ info
Artículo sobre los últimos movimientos tras la guerra - ABC

Como no podía ser de otra manera, Moscú reaccionó bien al informe sobre la guerra. «No podemos más que aprobar sus conclusiones en lo que se refiere a quién empezó la guerra», manifestó la portavoz del Kremlin, Natalia Timakova. El ministro para la Reunificación de Georgia, Temur Yakobashvili, tampoco se mostró muy crítico, pues subrayó que el documento asegura también que la contienda «fue la culminación de las provocaciones perpetradas por Rusia y el régimen separatista» de Osetia del Sur.

A pesar de serle razonablemente favorable, el Kremlin anunció que pensaba estudiar detenidamente el informe antes de emitir una opinión definitiva, pues rechazaba la acusación de su «uso desproporcionado de la fuerza». Quizá sea esta la primera muestra de un cambió de actitud en Rusia, que regresó al escenario internacional de forma más agresiva con esta guerra. Como apuntaba hace tres años John Lough, del instituto de investigación británico Chatham House, a la BBC: «Ese fue el momento que eligió, no al azar, para dejar atrás años de humillación moral tras la caída de la Unión Soviética y mostrar que las cosas habían cambiado».

El cambio de postura de la UE

No obstante, está claro que la actitud de la UE fue extrañamente benévola con Rus ia si la comparamos con la adoptada en la actual guerra de Ucrania. En febrero, por primera vez en la historia, el organismo anunció que iba a financiar la compra de armamento ofensivo y letal para el Ejército ucraniano. La decisión, que sentó un precedente inédito en los usos de la política comunitaria, fue aprobada en el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores convocado por el alto representante de la UE para Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, apoyó sin dudar esta medida que, según anunció, se iba a financiar precisamente con fondos de los programas de mantenimiento de la paz del Ejecutivo comunitario. Borrell manifestó al término del consejo de ministros que «la amenaza de Putin referida al arsenal nuclear no nos va a impedir hacer lo que creemos que tenemos que hacer». Y cuando comenzó la invasión, la UE cerró filas contra Putin y abrió las puertas a Ucrania para su futuro ingreso en la organización.

Hace una semana, Borrell anunció de nuevo una partida de 500 millones de euros para comprarle armamento a Ucrania. Con esta partida, el gasto total de la UE en armamento a través del Instrumento para la Paz ascenderá a 2.000 millones de euros. A esta cantidad se suma lo que cada país entrega a Kiev en formato bilateral. «La receta es clara –dijo Borrell–. Más apoyo a Ucrania, incluido el apoyo militar, [...] y más presión sobre Rusia con sanciones económicas, para seguir trabajando en el aislamiento internacional de Rusia».

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