El 9 de mayo de 1929 se inauguró la Exposición Iberoamericana en Sevilla. Los trabajos, bajo la dirección del arquitecto sevillano Aníbal González comenzaron en 1910. Al final, el terreno ocupado por el evento fue de 1.343.200 metros cuadrados, con los siguientes núcleos: instalaciones del prado de San Sebastián, Plaza de España, Jardines de San Telmo, Parque de María Luisa, Paseo de las Delicias, Plaza de América y Sector Sur. A pesar del precio de las entradas, las visitas superaron las ochocientas mil personas. El Comité Ejecutivo realizó 22 edificios dentro del recinto, mas el Hotel de Alfonso XIII. Hubo 8 pabellones oficiales, 12 regionales españoles, 7 provinciales andaluces, uno municipal, 13 de los estados extranjeros (mas los provisionales de Portugal, Estados Unidos, Cuba y Colombia) y 47 comerciales. Por encima de las cifras, la actuación urbanística supuso una transformación urbanística de enorme calado.
ABC trabajaba en el establecimiento de la edición sevillana, que no pudo salir hasta el final de la exposición, el 12 de octubre de 1929. Las dificultades técnicas que suponía editar una cabecera a quinientos kilómetros de la matriz eran enormes. Pero Sevilla siempre estuvo muy presente en ABC, debido a los orígenes del fundador Torcuato Luca de Tena. Por ello se quiso cubrir la inauguración del acontecimiento que vertebró Sevilla durante el primer tercio del siglo XX. Blanco y Negro era una revista semanal de gran calidad. Su proceso de elaboración era más lento que el que tenía el periódico. El día de inauguración fue un jueves, y la revista tenía que estar en la calle el 12. Para poder atender el reto, ABC envío a Sevilla a Julio Duque, Virgilio Muro y Juan Barrera, con la colaboración del sevillano Serrano. “La información gráfica fue transmitida por vía aérea a los periódicos de Prensa Española” se recordó en las páginas de Blanco y Negro, lo que significaba que en un avión se llevó el material a Madrid para poder confeccionar las páginas de la revista. Sólo dos días realmente para hacer el trabajo. Una autentica proeza para la época.