
pág 2
—¿Cuál fue realmente la repercusión del evento? ¿A qué sectores ayudó más?
—La mayor repercusión no se produjo en términos mediáticos, pero sí en las transacciones que se cerraron esos días a nivel nacional y con países como Francia, Alemania, Portugal e italia. En el aspecto agrícola, a partir de entonces se iniciaron contactos con el sur de Francia para la exportación de arroz, naranja y cereales. En la vertiente industrial, surgieron gran número de empresas nuevas y se ampliaron las que ya existían. quizás no se supo en 1909, pero desde la perspectiva histórica sabemos que sí fue decisivo en esos sentidos. Además, a partir de entonces se pensó en crear una feria internacional, la Feria de Muestras de la Alameda, germen de la actual.
—¿Qué le debemos a la Exposición desde el punto de vista urbanístico?
—Por ejemplo que se presentaran edificaciones diseñadas por los mejores arquitectos que teníamos en Valencia, lo que coincidió con la ampliación del Ensanche a partir de la calle Colón, con la consiguiente explosión de edificios modernistas.
—¿Existía realmente un espíritu de cambio en la sociedad valenciana de principios del XX, o era más bien un impulso unilateral a la medida de los intereses de la burguesía y la aristocracia?
—Fue un acontecimiento histórico en el que se volcó toda la población, yme atrevería a decir que existe un paralelismo entre el espíritu de principios de siglo XX y el de la actualidad. Valencia es una referencia internacional, igual que lo fue entonces.
—¿Qué documentos inéditos ofrece el libro que acaba de publicar sobre el evento?
—El libro consta de dos partes. La primera es una crónica divulgativa sobre el contexto de la época. La segunda parte es la reproducción de una selección de tarjetas postales que sigue estela de mi anterior publicación, «Valencia, ciudad de postal», que reeditará en breve la editorial Romeu.
—¿Cuándo y cómo empezó a fraguarse su afición por cazar libros antiguos y raros?
—Mi afición comienza a los once años cuando compromi primer libro (que aún conservo), «Las aventuras de Tom Sawyer» de Mark Twain; a partir de ahí me convertí en un lector empedernido. Conforme iba ganando dinero me compraba libros. Pero el deber el bibliófilo no es acumular libros, sino analizarlos e investigar sobre ellos. Necesitaría otra vida para realizar todos los proyectos que tengo en mente.
—En su ex-libris se cuentan joyas como «Historia Natural del Reino de Valencia» de Antonio José Cavanilles (1796), encargo personal del Rey Carlos III, pero ¿cuál es para usted el volumen más preciado?
—Tengo varios, pero quizás el más valioso son unos sermones de San Vicente Ferrer, que es un incunable de 1492, y otro del Papa Borja, del que sólo hay dos en España. El otro está en la Biblioteca Nacional.
—¿Qué estaría dispuesto a hacer para conseguir un libro?
—Muchas cosas, entre ellas rebuscar entre la basura de un contenedor.
—¿Es mucho suponer que la aparición del libro digital le horripila?
—No me gusta porque soy un romántico; el placer de oler un libro y pasar las páginas es fundamental. Si el libro digital contribuye, como creo que hará, a fomentar la lectura, bienvenido sea, pero jamás podrá suplantar las sensaciones que te transmite un libro. En ese sentido, reconozco que pertenezcomás al siglo XIX que al XXI