
De extracción social humilde y formación autodidacta, Rafael Solaz debe sus conocimientos a su prurito de perfección y su pasión fetichista por los libros. Su abigarrada librería de la calle San Fernando de Valencia, cuya estrechez acentúan pilas de volúmenes descoloridos y curiosos objetos de época, es un santuario muy frecuentado por otros adictos a los textos arcanos, las ediciones incunables, las fotografías y las estampas antiguas.
La biblioteca personal de Solaz, que en estos momentos supera las 9.700 referencias, es una valiosa fuente de documentación cuando se requiere la reconstrucción de un episodio histórico del Reino de Valencia. de ahí la importancia de su contribución al centenario de la Exposición Regional, sobre la que pedimos su perspectiva.
—¿Para qué sirvió la Exposición Regional de 1909?
—Apartir de ese momento, Valencia miró de cara al futuro, a la modernidad. Hasta entonces había vivido anclada en el siglo XiX y sus ciudadanos no se quitaban de encima el estereotipo rural. La Exposición Regional sirvió también para dar un paso hacia el entorno europeo. La mentalidad de los valencianos se amplió. cambiaron los negocios, porque se aprovechó el tirón del acontecimiento para empezar a utilizar la maquinaria de vapor; los comercios abandonaron el estilo clásico y se revistieron con la decoración modernista influida desde el norte. Pero lo más importante fue el giro absoluto de lamentalidad comercial hacia el exterior.
—¿Qué papel tomaron las instituciones políticas en esta iniciativa, que al fin y al cabo era de origen civil?
—Desde un primer momento la Exposición obtuvo el respaldo del Ayuntamiento, la diputación y el Gobierno civil, gracias sobre todo a la influencia de los organizadores en el ámbito político. Tomás Trenor mantuvo varias reuniones con la casa Real y Alfonso Xiii se involucró especialmente, aunque, todo sea dicho, la situación económica que atravesaba el país impidió que el Gobierno realizará aportaciones económicas al evento. Trenor tuvo que endeudarse contra su patrimonio personal por valor de 500.000 pesetas, que entonces era una cantidad enorme.
—¿Consiguió recuperar su inversión?
—No toda. La Exposición se saldó con un déficit importante de 2 millones de pesetas, lo que provocó que los empresarios valencianos y organizadores del comité ejecutivo reclamaran que el evento se prorrogara para amortizar los gastos. El Gobierno central aconsejó entonces que se trabajara en otra Exposición, pero de orden nacional, para 1910.