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EL PAPA EN ESPAÑA: VINO A LOS SUYOS Y LOS SUYOS SE VOLCARON CON ÉL

Madrid. A. Moreno, M. Díaz

Tras una larga espera de dos mil años, España vio por primera vez a un Papa besar su tierra el 31 de octubre de 1982, coincidiendo con el IV centenario de la muerte de Santa Teresa. Después, Juan Pablo II volvió en otras tres ocasiones: en 1984, con escala en Zaragoza en su viaje a Iberoamérica; en 1989, cuando visitó Compostela, Oviedo y Covadonga, y en 1993, cuando se acercó a Sevilla, Huelva y El Rocío para honrar a la Blanca Paloma y terminó su viaje en Madrid. Aquí, Juan Pablo II consagró la catedral de La Almudena y, en el corazón de la ciudad, recibió el último abrazo del pueblo madrileño en una misa que congregó a un millón de personas y en la que canonizó al beato Enrique de Ossó.

Gracias, España, por tu fidelidad al Evangelio y a la Iglesia». Estas fueron las primeras palabras que Juan Pablo II pronunció en nuestro país, al responder al saludo del Rey el 31 de octubre de 1982. El Papa permaneció diez días en España y recorrió siete mil kilómetros en uno de los viajes más largos realizados por el Santo Padre a un país europeo desde que elegido por el Espíritu Santo, aquel 16 de octubre de 1978. La presencia del Papa fue acogida con júbilo por miles de personas que cubrían el recorrido desde el aeropuerto a la capital. Con el lema «Totus tuus» («Todo tuyo»), que figura en el escudo papal, se colocaron pancartas en fachadas y balcones, mientras que pegatinas y banderas, enarboladas a su paso, ponían de manifiesto la entusiasta acogida del pueblo, preludio de lo que sería su estancia en España. Juan Pablo II no pudo ocultar su emoción por el fervor desbordante que le arropó durante su viaje.

Este coincidía con la clausura del cuarto centenario de la muerte de Santa Teresa. A las 8:30 de la mañana del 1 de noviembre Juan Pablo II llegó a Ávila para visitar el monasterio de la Encarnación, donde le esperaban unas tres mil religiosas de clausura de toda España, y visitó la celda de Teresa de Jesús.Este primer viaje deparó ya en Madrid, un emocionante encuentro del Papa con las familias cristianas de España, con la celebración de la Eucaristía en el Paseo de la Castellana. En su homilía, el Papa se mostró tajante con los principios morales que deben permanecer en las familias cristianas. Resaltó el vínculo indisoluble del matrimonio y la relación entre el amor conyugal y la transmisión de la vida, haciendo referencia a las enseñanzas de Pablo VI: «Todo acto conyugal debe permanecer abierto a la transmisión de la vida».

De igual modo, manifestó el respeto absoluto a la vida humana, que ninguna persona o institución debe ignorar: «Quien negara la defensa a la vida humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida, aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral». Juan Pablo II protagonizó uno de los encuentros más esperados en su visita a España en el estadio Santiago Bernabéu, de Madrid, donde se reunieron ciento treinta mil jóvenes de edades comprendidas entre los quince y los treinta años. Con el ambiente de una verdadera fiesta, el Papa les invitó a amar a Dios y al hombre y a no dejarse manipular, adquiriendo criterios sólidos de conducta.Ante San Juan de la Cruz en Guadalupe, Toledo y Segovia se repitieron los recibimientos entusiastas.

En Segovia, Juan Pablo II visitó el sepulcro de San Juan de la Cruz, de quien dijo que le debía mucho de su formación espiritual. Karol Wojtyla quiso abrazar la vida contemplativa en dos ocasiones: en 1946, como sacerdote en un carmelo, y en 1967, siendo obispo de Cracovia, en una trapa. Las siguientes etapas de su viaje fueron Sevilla (donde beatificó a Sor Ángela de la Cruz), Granada (se despidió entre gritos de «¡Quédate con nosotros!»), Loyola, Javier, Zaragoza (con un emotivo encuentro con los enfermos), Montserrat, Monjuich... Aquí, el Papa abordó las relaciones laborales: «El trabajo es una bendición del Creador, una actividad que permite al individuo realizarse y ofrecer un servicio a la sociedad... La creación de puestos de trabajo debe constituir (para el Estado) una prioridad tanto económica como política».En Valencia, como no podía ser menos, cohetes y tracas dieron la bienvenida a Juan Pablo II.

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