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Aquí, en el santuario de Nuestra Señora de los Desamparados, tuvo un especial recuerdo para los mayores, con un llamamiento a la sociedad para que se preocupe por la tercera edad. En sus palabras hizo referencia al Antiguo Testamento: «Álzate ante una cabeza blanca y honra la persona del anciano. En los ancianos está el saber, y en la longevidad, la sensatez».

Juan Pablo II, que congregó en el Paseo de la Alameda a más de un millón de personas que le aclamaron, supo también estar con los más desfavorecidos, visitando la población de Alcira, especialmente afectada por las inundaciones hacía sólo tres semanas. Allí apenas pudo evitar las lágrimas ante el dolor de los damnificados. «¡Juan Pablo, peregrino, Galicia está contigo!» fue el grito unánime que le recibió en el aeropuerto de Labacolla. Luego, ya en Santiago de Compostela, entró en la catedral por el Pórtico de la Gloria. A los pies del altar mayor le esperaban los Reyes y tuvo lugar la celebración de un acto europeísta.

Don Juan Carlos agradeció al Papa su visita «por esa siembra espiritual que dejáis en nosotros, como un mensaje de esperanza».En el aeropuerto de Labacolla y rodeado por una multitud, Su Santidad se dirigió a todo el pueblo español, al que bendijo, y se despidió con un saludo lleno de afecto: «¡Hasta siempre, España! ¡Hasta siempre, tierra de María!».

Dos años después, el 10 de octubre de 1984, el Papa rememoraría este histórico viaje en una breve escala que hizo en Zaragoza camino de Iberoamérica: «Era un deber histórico, además de un impulso del corazón, que me detuviera en tierra española, porque España fue la que abrió la comunicación entre el Occidente y el Continente americano y la que en gran parte llevó al mismo la luz de la fe en Cristo, junto con Portugal».

Con los jóvenes Juan Pablo II visitó España por tercera vez en agosto de 1989. Santiago de Compostela fue la ciudad elegida para celebrar las IV Jornadas Mundiales de la Juventud. También peregrinó hasta Covadonga para postrarse ante la Santina y confiar a ella la fe de los españoles. Más de cuatrocientos mil jóvenes de todo el mundo abarrotaron Santiago y acompañaron a Juan Pablo II en todos sus actos. La ciudad fue una gran fiesta de bienvenida, y el Monte del Gozo vibró con el entusiasmo juvenil y la fuerza del Papa, con escenificaciones, coros y coreografías que respondían a los lemas «Cristo es el Camino», «Cristo es la Verdad», «Cristo es la Vida».En sus palabras, Juan Pablo II recordó a los jóvenes que deben ser «testigos de Cristo en el barrio, en la escuela, en la Universidad, en la fábrica y en los lugares de diversión. Además, les invitó a desdeñar el miedo «a ser santos, pues ésta es la libertad con la que Cristo nos ha liberado, y no la que promete el mundo».

En otro momento de su intervención, el Papa les habló del sentido de la vida: «El sentido de la vida está en el amor. Sólo quien sabe amar hasta olvidarse de sí mismo para darse al hermano realiza plenamente la propia vida y expresa en grado máximo el valor de su propia aventura terrena. Es la paradoja evangélica de la vida que se salva perdiéndose, una paradoja que encuentra su plena luz en el misterio de Cristo muerto y resucitado por nosotros».Por   último, les exhortó a evangelizar: «Llegó la hora de emprender una nueva evangelización y vosotros no podéis faltar a esa llamada urgente.

En este lugar dedicado a Santiago, el primer apóstol que dio testimonio de fe con el martirio, comprometámonos a acoger el mandato de Cristo: “Seréis mis testigos... hasta en los últimos confines de la tierra”».

El 12 de junio de 1993, en Sevilla, Juan Pablo II emprendió su cuarta visita a España. En su discurso de bienvenida don Juan Carlos le expresó su apoyo por sus desvelos en favor de la paz: «Apreciamos en todo su valor las reiteradas condenas que habéis hecho de la violencia y sus secuelas, que, como el terrorismo, todavía azotan peligrosamente a tantas sociedades».En la capital hispalense clausuró el XLV Congreso Eucarístico Internacional con una misa a la que asistieron los Reyes, el Príncipe de Asturias, la Condesa de Barcelona y las Infantas Doña Elena y Doña Cristina.

En este viaje el Papa visitó también los lugares colombinos. Desde Huelva se trasladó a Moguer, Palos de la Frontera y La Rábida, donde rindió homenaje a la obra evangelizadora de España en América. Y aprovechó la ocasión para desplazarse a El Rocío y, como un romero más, honrar a la Blanca Paloma. La última etapa de su estancia fue Madrid, donde se le recibió al grito de «¡Qué maravilla, el Papa está en la Villa!». Era el 15 de junio, fecha inscrita en la historia de la capital porque la catedral de Nuestra Señora la Real de la Almudena –más de un siglo de obras– fue consagrada entre la emoción popular.

Al día siguiente, la céntrica plaza de Colón se vio desbordada por una multitud de casi un millón de personas que siguieron la última misa del Papa en España, en la que canonizó al beato catalán Enrique de Ossó, pionero y promotor de la educación católica. En su homilía, el Papa destacó la necesidad de defender los valores morales de la familia, así como el derecho a la educación católica frente a las «ideologías que niegan toda trascendencia».El 17 de junio el Papa abandonó nuestro país tras impartir al pueblo español una emocionada bendición. En su discurso de despedida el Rey le agradeció su visita y manifestó que «las puertas de España están siempre abiertas para el Vicario de Cristo».

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