Patmos
La Reina ha visitado asimismo varias veces de forma privada la recoleta isla de Patmos, bellísimo lugar donde San Juan escribió el Apocalipsis durante su destierro, uno de los principales lugares de peregrinación cristiana. Isla a la que regresó asimismo recientemente para asistir a la boda de la Princesa Olga, hija de Miguel, con el Príncipe Aimone de Saboya.
Rodas
Doña Sofía ya conocía Rodas, la histórica isla del Dodecaneso, uno de los más históricos enclaves durante las Cruzadas, lugar en el que se establecieron los Caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén y en el que hoy se respiran por sus calles y muros los atávicos aires de aquellos tiempos. Doña Sofía ya había visitado Rodas antes con sus padres. Pero ese año acudió muy especialmente para la inauguración de la Casa de la Lengua de España, situada en el barrio medieval de la ciudad. El ministro de Cultura —su anfitrión— aprovechó la ocasión para enseñarle la Acrópolis (fortaleza) del pueblo de Lindos, a donde ambos ascendieron a lomos de sendos burros. La Reina se lo tomó a risa y pidió al resto del séquito que la siguiera, también en burro, ante la sorpresa de los grupos de turistas españoles desprevenidos que la reconocieron durante el recorrido.
Atenas
A menudo los viajes a la capital griega de Doña Sofía suelen estar relacionados con grandes acontecimientos culturales, como la exposición sobre el Greco de 1999, la de Pintura española del siglo XX y la de Dalí en 2002, o la muestra sobre el Taller del Greco (acompañando al estreno de la película sobre el pintor) de este año. La Reina es invitada de honor de tales eventos, que como muy saben las autoridades helenas quedan automáticamente potenciados por su presencia. Con paciencia se enfrenta Doña Sofía a las cámaras y a las fotos realizadas desde teléfonos móviles de quienes se la encuentran en una exposición, en un concierto, junto a algún monumento. Pero la espontaneidad suele vencerla. Y fue así que una noche, a la salida de una inauguración en el Museo de las Cícladas, rodeada por varios agentes de seguridad y mientras la aguardaba el coche oficial, la Reina se paró de golpe ante una anciana que se abrazó con ella. Los escoltas se quedaron sorprendidísimos, cuando descubrieron que la Reina abrazaba cariñosamente a una de sus ayas, que llevaba horas esperando pacientemente junto a la puerta.
En el primer viaje que hizo a solas a Grecia, se dirigió en primer lugar a rezar a las tumbas de sus padres y, a continuación, tomó el camino de Atenas. Pidió a la comitiva que pararan para volver a contemplar el Palacio de Psijicó. Lamentablemente, hoy el edificio se encuentra casi en ruinas, tras haber sido abandonado durante años y vendido por el Ayuntamiento en subasta pública al armador chipriota Hatzioanu. El Estado español intentó adquirir la propiedad durante tal licitación, pero el precio superó el presupuesto disponible, y los esfuerzos posteriores para adquirirlo no han dado resultado.
En aquella ocasión, la Reina penetró en el edificio, subió hasta el primer piso y, desde allí, se asomó a la ventana para saludarnos. No hizo ningún comentario sobre el deplorable estado del edificio, cubierto de pintadas, destrozado.
Durante este viaje también acudió a visitar de nuevo a su querida profesora, la señora Arvanitopulu, que ya se encontraba ingresada en una residencia junto al mar.
Quizás una de las visitas que mas satisfacciones le depararon fue la que hizo con ocasión de los Juegos Olímpicos del verano de 2004 en Atenas. La Reina estuvo durante casi todos los Juegos acompañada de varios miembros de su familia, y vestida siempre con ropa del equipo nacional español para animar y mantener alta la moral en todo momento. No se perdió ni un acontecimiento deportivo en los que participaran atletas españoles, a quienes animaba y con quienes compartía mesa durante el almuerzo, en el que ella misma se servía ensaladas en el autoservicio de la villa olímpica. Durante los Juegos Paralímpicos incluso repartió algunas medallas, como la de oro entregada a Anaís García Balmaña, ganadora de la prueba de natación de 100 metros libres en la piscina cubierta.
En octubre de 2007 se emocionó cuando el actual alcalde de Atenas, Nikitas Kaklamanis, le entregó la Medalla de Oro de la ciudad (decisión votada por unanimidad por el Consejo Municipal, aunque en principio en éste no debía de haber ni un monárquico...) en reconocimiento de su papel de «Embajadora extraordinaria de Grecia y representante de sus valores». La Reina contestó con un bonito discurso en perfecto griego, al término del cual, mientras era felicitada, preguntó con mucha seriedad: «¿Lo he hecho bien ?».
En declaraciones a ABC, el alcalde recuerda cómo conoció a la Reina por primera vez en el Cincuentenario del Centro de Puericultura «Mitera» (Madre), cuando por entonces él era Ministro de Sanidad: «Su familia había dejado su huella en esa institución. Y ella misma dejó su espíritu, ofreciendo su cariño, protección y cuidados a los niños del centro como voluntaria». Esa cercanía y humanidad, ese amor siempre presente a su tierra de origen estuvieron muy presentes en el momento del galardón ofrecido por el Municipio de Atenas. «Mi decisión se basó en que no olvida su patria, su lengua y cultura, nuestra cultura, sin regatear esfuerzos. Fue una decisión adoptada en el consejo municipal por unanimidad, lo que demuestra que podemos apreciar la personalidad, la humanidad, con independencia de puestos y títulos». Y por cierto, recuerda el alcalde, la Reina «leyó con absoluta corrección su discurso, pese a haber estado tanto tiempo fuera de Grecia».
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