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Publicamos estos partes por cortesía de Arsenio García Fuertes, autor de «Dos de Mayo de 1808. El grito de una Nación»
Parte del Combate en el Parque de Artillería de Monteleón del Capitán General de Castilla la Nueva, Francisco Javier Negrete, al Mariscal de Francia, Joaquín Murat, tratando de exculpar al Cuerpo de Artillería de los combates en Monteleón. ( Fuentes: Archivo General Militar de Segovia, Sección “ Celebres “, Expediente Personal del Capitán Pedro Velarde Santillán, Caja 186, Expedte.13, Carpeta 1ª ) “ Serenísimo Señor. Con objeto de ilustrar a Vuestra Alteza Imperial acerca del desgraciado suceso del Parque de Artillería de esta Plaza, de manifestar que no ha habido incoherencia ni contradicción alguna en las órdenes comunicadas a las diversas autoridades militares, y de sincerar a un Cuerpo que, bajo de todos los aspectos de ciencia, honor y subordinación, tiene adquiridos los más justos derechos a los elogios y gratitud de la Nación, me permitirá V. A. le exprese que, según los partes que se me han dado, el comandante de Artillería había prevenido al capitán del propio Cuerpo don Luis Daoíz se mantuviese sobre las armas en el cuartel y procurase contener al Pueblo, a cuyo fin dio efectivamente las correspondientes disposiciones, y que el capitán, también de artillería, don Pedro Velarde, que se hallaba en el Arsenal, queriendo por su parte evitar que la presencia de la Guardia francesa excitase mayor conmoción en la multitud, pidió a su comandante se retirase, bien que no habiendo sido suficiente la poca tropa española que quedó para contener el ímpetu del Pueblo, forzó éste la primera puerta de la Armería, obligó a que se le abriese la segunda, y enseguida se apoderó de algunas armas. Los esfuerzos de los oficiales para contenerlos fueron inútiles; y a este tiempo se presentó un cuerpo de tropas francesas que empezó a hacer fuego contra el paisanaje que había salido con armas a la calle. Repitieron sus esfuerzos los capitanes de Artillería Daoíz y Velarde a fin de apaciguarlos, en ocasión de que aquella tropa hizo una descarga a los apandillados. Pero Daoíz creyendo equivocadamente que los franceses, no ciñéndose solo a sujetar al Pueblo, tenían también por objeto el obrar hostilmente contra la tropa española y la ciudad, dio la orden de defenderse, apoyado también en las subversivas relaciones que circulaban, y cuyo origen se ignora, de que todo estaba en desorden. Se sacaron los cañones y empezó la defensa, en la cual falleció el capitán Velarde. A las dos de la tarde se presentó un nuevo cuerpo de tropas francesas, y habiendo huido el paisanaje acaeció también la muerte del capitán Daoíz. La tropa francesa se apoderó de la Artillería, Almacenes, Museo Militar y Caja de Caudales, que todo se puso a su disposición. El Comandante de Artillería expone además, que con la mayor frecuencia tenía repetido a todos sus oficiales subalternos, que en cualquiera ocurrencia de la expresada clase, no tuviesen otro objeto que el de sosegar y contener al Pueblo, habiéndoselo repetido en la mañana del día dos, y dado al citado Daoíz la copia de la orden que se había comunicado por la Plaza, y acababa de recibir, en la que se prevenía lo mismo. Y que así, lejos de contribuir la generalidad de los oficiales de Artillería al hecho ocurrido, ha sido para todos un motivo del mayor disgusto el que los capitanes Daoíz y Velarde hayan obrado contra lo constantemente prevenido. Los dos jóvenes citados prestaron oídos a los que se suponían excitados por un género de espíritu público, y cediendo a los votos de la multitud, se vieron como forzados a encargarse de la defensa del Arsenal. El temor de los cuerpos franceses que acudieron hizo huir y dispersó a la Plebe; y los dos capitanes, Daoíz y Velarde con un cierto número de soldados, creyeron, viéndose en presencia de otros militares, que su honor exigía sostuviesen con las armas su primer empeño. Y acalorada por grados su imaginación, se desviaron de los senderos de la prudencia y del deber, y dirigidos por el triste destino que los guiaba, expiaron con una temprana muerte lo que hubo de poco meditado en su conducta. Tenga, pues, a bien Vuestra Alteza Imperial, el querer reconciliarse con la memoria de estos oficiales, y haciendo uso del fino discernimiento que le es característico, sírvase V. A. no hacer trascendental a la Artillería en general las desventajosas ideas que, tal vez en un primer momento, pueda V. A haber formado de un Cuerpo instruido, benemérito del Estado, y que en todas ocasiones ha sabido acreditarse pugnando siempre por la Gloria y el Honor. N. S. guarde la vida de V. A. I, ms. As. Madrid, 8 de mayo de 1808.“ |
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