ABC El colapso de Afganistán
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Los 104 muertos de Afganistán: la guerra del Yak 42 y el Cougar

La misión en Asia central, de más de 19 años, es el despliegue internacional con más bajas para el Ejército español. Los accidentes aéreos concentran el grueso de las muertes, que también se produjeron en varios atentados

Ignacio S. Calleja

«Que la sangre española que riega esta tierra haga germinar la semilla de la paz para el pueblo afgano». Esta frase, inscrita sobre mármol en lo que fue la base avanzada de Herat, en Afganistán , remite a los 17 militares españoles que perecieron en el accidente del Cougar en agosto de 2005, pero es extensible a todas las vidas que España se dejó en aquella guerra durante más de 19 años y que ahora, cuando los talibanes han recuperado el poder, son aún más necesarias recordar. Un total de 104 fallecidos –102 soldados y 2 intérpretes– con dos grandes tragedias sin precedentes: el accidente del Yakovlev-42 y la del citado helicóptero.

El avispero afgano dejó una huella imborrable en nuestras Fuerzas Armadas, tanto para los caídos y sus familias como para aquellos que sobrevivieron para contarlo. Un infausto inventario con nombres y apellidos que, a la vez, da forma a una fría estadística, la peor posible entre todas las operaciones internacionales: en ningún sitio hubo tantos muertos como en Afganistán (24 en quince años de misiones hasta esa fecha). Las misiones Libertad Duradera e ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad) dejaron atrás un reguero de historias de vida cercenadas en diferentes escenarios. Según los datos del Ministerio de Defensa, destacan el siniestro del Yak-42 y el del Cougar, con 62 y 17 fallecidos, respectivamente, pero aquella ofensiva por la democracia y la libertad fue también la guerra de las minas en caminos tortuosos entre nubes densas de polvo, de las emboscadas de insurgentes y de la mala suerte.

Los 62 hombres que volaban a bordo del Yak-42 y todo lo que amaban en España representan la mayor tragedia militar española. Un teniente coronel, cinco comandantes, seis capitanes, cinco tenientes, un alférez, dos subtenientes, once brigadas, doce sargentos 1º, siete sargentos, seis cabos 1º, tres cabos y dos soldados de los ejércitos de Tierra, Aire y la Guardia Civil de las unidades de Madrid, Burgos, Zaragoza y Valencia. El accidente que después dejaría al descubierto una gestión nefasta y negligente ocurrió el 26 de mayo de 2003, en el trayecto desde Manás (Kirguizistán) a España, con escala en Kabul, la capital afgana, donde subieron nuestros soldados.

Los militares españoles regresaban de su misión cuando, a las cinco horas de vuelo, el avión comercial Yakovlev-42D, de la compañía ucrania Ukranian Air Mediterranean, se estrelló contra una montaña cerca del aeropuerto de Trebisonda, al noreste de Turquía, cuando intentaba hacer una parada para repostar. Los restos quedaron esparcidos en un radio de más de un kilómetro cuadrado. También murieron doce miembros de la tripulación y un ciudadano bielorruso.

Entre los 104 fallecidos hay 102 militares y dos intérpretes afganos que colaboraron con la misión y que perdieron la vida en dos ataques de insurgentes

El dolor de las familias rebasó todas las líneas imaginables cuando se confirmó que fue evitable. El informe final de la Comisión Internacional que investigó el accidente concluyó que existieron una cadena de negligencias en un avión que no era apto para volar por sus deficiencias, como la ausencia de caja negra o el hecho constatado de que la aeronave superaba con creces las horas de vuelo marcadas por la ley. Los pilotos, además, cometieron un error humano en su descenso. A esto hay que sumar la desastrosa identificación de los cadáveres: de los 62 cuerpos, 30 se hicieron de forma aleatoria al estar carbonizados.

Causa judicial

La Audiencia Nacional archivó la causa contra seis mandos del Estado Mayor al no hallar ilícito penal en la contratación de la aerolínea, pero condenó a tres años de prisión al general encargado de la repatriación de los féretros y a uno y medio y un año de inhabilitación para un capitán y un comandante que también participaron. El primero falleció antes de cumplir la pena.

Restos del helicóptero Cougar siniestrado en Herat (Afganistán), en 2005

Pero aquel desierto sería pronto testigo de otra desgracia aérea. Dos años después, en agosto de 2005, perecieron los 17 ocupantes de un helicóptero Cougar al sur de Herat, tras precipitarse a tierra con un capitán, un teniente, un brigada, dos sargentos, un cabo y diez soldados a bordo. Este episodio también convulsionó a la sociedad española, ajena en un principio a si se trataba de un accidente o de un ataque más de la insurgencia. La versión oficial, basada en el estudio de los restos de la nave, las autopsias y los testimonios de los tripulantes de un segundo helicóptero y de cuatro jóvenes afganos que presenciaron el siniestro, descartó que fuera abatido por un lanzagranadas o que hubiera una explosión fortuita en el interior. El trayecto del Cougar implicaba un «riesgo elevado por la gran velocidad, baja altura de vuelo y necesidad de adaptarse al terreno para evitar las posibles amenazas existentes en el terreno». El fuerte viento, dice el informe, fue la causa.

Lo ocurrido, no obstante, es negado por una teoría paralela defendida por algunos de los familiares de los fallecidos, que aseguran que se destruyeron algunas pruebas , como 359 casquillos de balas de los 568 hallados en la zona. La causa, sin embargo, fue archivada dos veces.

La entrada de los talibanes en Afganistán, precisamente, coincide con la efeméride del Cougar y abre un debate sobre las más de cien vidas perdidas en aquel paraje árido de montañas nevadas y si mereció la pena. «Asegurar que el trabajo que hizo mi hermano y sus compañeros allí ha sido en vano sería injusto para ellos y sería mentir», declaraba esta semana a ABC Pacho González Castilla, hermano de Ignacio, uno de los fallecidos en el Yak-42.

El primer fallecido

Paradójicamente, el primer caído en la misión de Afganistán –siempre según los registros de Defensa– fue a miles de kilómetros, en Mombasa (Kenia), por una parada cardiorrespiratoria en pleno descanso de la fragata ‘Santa María, desplegada en el Índico cuando participaba en la misión Libertad Duradera. El primero de 16 víctimas en ataques de la insurgencia no llegó hasta 2006, con una mina anticarro que se convirtió, junto a los denominados IED (artefactos explosivos improvisados), en el arma más recurrente y mortífera del enemigo.

Militares españoles evacúan a un enfermo

Tres guardias civiles murieron en diciembre de 2010 tras ser alcanzados por las balas de un policía afgano al que instruían, una escena que generó cierta psicosis porque puso de manifiesto las posibilidades de que los talibanes se infiltrasen. Quienes estuvieron allí, no obstante, relatan que el denominador común entre sus alumnos es que «abusaban» del opio.

El último día de banderas a media asta data de diciembre de 2015, en la recta final de la misión. Dos policías nacionales fueron abatidos en el atentado contra la embajada de España en Kabul . Su recuerdo hostiga la memoria de una de las viudas, segura de que 19 años después todo parece en vano. «Te das cuenta que en cinco días se han comido el trabajo de 20 años», dice Gemma de los Ríos a este diario a modo de balance. Una mirada dolorosa al centenar largo de fallecidos y a las más de 28.000 patrullas por el infierno. Demasiado para olvidar.