ABC Ceuta, ante el desafío de la inmigración y del olvido
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TRAS LA OLEADA DE MAYO

Ceuta, ante el desafío de la inmigración y del olvido

Casi tres meses después, el Gobierno no tiene datos de cuántos inmigrantes entraron en Ceuta en la avalancha de mayo ni de cuántos se han quedado. La ONU sí: dice que llegaron 9.187 y en la ciudad calculan que permanecen de 5.000 a 6.000. La mayoría está en las calles y 750 menores en acogida. Pero son muchos más

Laura L. Caro

Tal día como ayer de hace exactamente tres meses, el 8 de mayo, Rabat advertía por tercera vez a Pedro Sánchez del «grave impacto» bilateral de haber hospitalizado en secreto en Logroño al líder del Frente Polisario, Brahim Gali. Lo hacía en un comunicado duro, casi amenazante. Dos semanas atrás, la vigilancia costera de Mohamed VI ya se había inhibido ostentosamente para dejar que en 48 horas –entre el 24 y el 25 de abril–, unos setenta marroquíes cruzarán a nado sin control alguno hasta Ceuta. En la Ciudad Autónoma alertaron a Madrid, pero ni caso. Dos semanas después, el enclave español sería arrollado por un tsunami humano, jornada de puertas abiertas en la frontera por cortesía de Marruecos, de cuyas cifras reales y gestión final nada se ha sabido. Como si La Moncloa –colisión diplomática al margen– estuviera queriendo cerrar en falso esta crisis migratoria, al igual que ha pasado con otras, mientras se acerca la siguiente. Porque en las Canarias, las llegadas son ya 7.531, un 159% superiores a las del mismo periodo de 2020, y eso que no ha empezado aún la temporada alta de pateras, esa que el año pasado colapsó Arguineguín, donde los campamentos acabaron recordando tanto a los de Lesbos.

A la espera de lo que suceda o no en el Atlántico, Ceuta se resiste a que se pase página de lo suyo, el olvido de siempre pero cada vez más rápido, y se les deje otra vez a solas con una vecindad que sobrepasaría a cualquiera.

Lo ocurrido con los inmigrantes ha envenenado la política local y se temió que ardiera la chispa de la inseguridad ciudadana, aunque todo parece haber quedado en un conato. Pero hoy «Ceuta está lleno de asentamientos con parte de los entre 5.000 y 6.000 marroquíes que se quedaron aquí en mayo y se trabaja a destajo para dales cierta normalidad... el control sanitario y social nos interesa a todos», resume un local de larguísima experiencia en el trato con la inmigración. Para evitar una devolución, estos inmigrantes en situación irregular han montado chabolas, una Ceuta aparte y mísera, que se extiende por recovecos de los montes, las rocas de los acantilados o la zona portuaria.

Como si no existiera

Es pleno agosto y cuando toca consultar números oficiales, resulta que el Ministerio del Interior asegura desconocer aún cuántas personas entraron en aquella avalancha y cuántos volvieron inmediatamente o a lo largo de este tiempo a su lugar de origen, de modo que no facilitan un solo dato sobre los que todavía permanecen en la ciudad. Están, indica a este diario el negociado que dirige Fernando Grande-Marlaska, «esperando el informe». Y lo cierto es que en la estadística 2021 sobre inmigración irregular en España que el departamento publica con periodicidad quincenal, en lo que respecta a Ceuta, aquella oleada se ignora por completo.

Hasta el 15 de julio ha figurado un número congelado –379 entradas– junto a un asterisco que indica que desde el alud marroquí de mayo, los datos «no han podido ser actualizados ya que los mismos se encuentran bajo análisis y tratamiento». En el balance a 31 de julio difundido el pasado jueves sí han refrescado el cómputo: aparecen 628 entradas y una flecha hacia abajo incluso recalca que son un 49,7% menos que el año anterior. Eso es falsear. Pero de la avalancha ni rastro. No deja de ser curioso, cuando la Organización Mundial de las Migraciones (IOM) dependiente de la ONU sí los tiene contabilizados y son 9.187, según figura en su base mundial de monitorización de flujos migratorios.

La verdad es que sumar esa cantidad a las tablas oficiales de Interior empañaría sensiblemente las cuentas del Ejecutivo: de los 16.586 inmigrantes llegados por mar y tierra que hay reconocidos al cierre del mes pasado en toda España se pasaría a 25.773, de modo que estaríamos, no un 48,4% por encima de los contabilizados el año pasado (11.177), sino un 130,5%. Y por ahí anda el crecimiento real, si no más. En Ceuta aseguran a este diario citando a la Guardia Civil que fueron 17.000, que se llegó «a 90 entradas por minuto». Un salto difícil de asumir para un Gobierno que se ha dejado regalar elogios por reducir a la mitad las malas cifras migratorias que heredó, eso sí, a costa de subcontratar la interceptación de pateras a Marruecos a golpe de talón, en buena parte pagados por la Unión Europea.

Pero que el Ejecutivo de Sánchez esquive respuestas no significa que lo ocurrido en Ceuta no existiera o se haya resuelto. A día de hoy sigue siendo «casi imposible» hacer una estimación de cuántos de los llegados en la oleada de mayo siguen en las calles, en palabras del vicepresidente segundo de la ciudad, Carlos Rontomé.

Acogidos, en estos momentos hay unos 850 adultos en seis naves a cargo de Cruz Roja alquiladas con su dinero por la Administración autónoma, que a su vez está tutelando «en el entorno de 750 menores» llegados solos, sin compañía, durante la entrada masiva, precisan. Vinieron muchos más, pero los hubo que retornaron voluntariamente a Marruecos. En una respuesta parlamentaria dada a Vox en junio, el Gobierno central admitía no saber cuántos fueron los que se dieron la vuelta.

Menores casi adultos

A diferencia de los mayores de edad, estos niños «por su especial régimen de protección no son expulsables, no pueden irse por voluntad propia a la Península ni a Marruecos» , explica una fuente de la Consejería de Presidencia, que tiene las competencias del área de menores. Existe una figura en los convenios con Marruecos, la repatriación, pero no hay manera de aplicarla con Rabat. Esto es, aquí se quedan. La Ciudad Autónoma ha determinado que 82 están por debajo de los 16 años, por lo que tendrán que ser escolarizados cuando comience el curso, cuatro de ellos en Primaria. Se les han empezado a impartir cursos intensivos de lengua española para cuando llegue el día y se piensa en algo de Formación Profesional para el resto. Según datos del Ministerio de Educación y de la Fiscalía, 310 ya han cumplido los 17, de modo que en un máximo de doce meses accederán a la mayoría de edad y, como está regulado, tendrán que salir de los centros y buscarse la vida sin más.

Al margen de este enorme grupo, Ceuta tiene de antes alrededor de otros 200 menores en el albergue estable de siempre, La Esperanza. Que no haya datos firmes y exactos remite a muchos factores, como que se van derivando a otras Comunidades –con cuentagotas, la solidaridad interregional en términos de inmigración es la justita– o que ellos mismos, adolescentes y jóvenes, aparecen y desaparecen a discreción de los recursos donde se les cuida, a veces se fugan para no volver más y dedicarse a vagar sin fin. Las autoridades locales han tildado la coyuntura de «insostenible».

Desde el 14 de mayo y hasta la última semana de julio, la Policía de Ceuta había realizado 309 intervenciones vinculadas a la entrada masiva de ciudadanos marroquíes, una media de casi cinco al día, y relacionadas con reyertas o molestias a la ciudadanía. El Gobierno autónomo rehusa dramatizar y subraya que no hay un problema de seguridad pública y que los conflictos que se han registrado, básicamente, han sido de los propios inmigrantes entre sí.

Al margen, en este tiempo los bomberos, el Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS) ha tenido que actuar en 33 ocasiones, en su mayoría por rescates en zonas inaccesibles o incendios en los asentamientos salvajes.

Sacarles de ellos para desmontar sus casetas precarias y llevarlos a las naves de acogida de Cruz Roja centra ahora los esfuerzos de la Ciudad. Con la particularidad de que no es obligatorio y pueden negarse. Se está produciendo alguna expulsión cuando los interceptan las fuerzas de seguridad, así que no conviene exponerse.

El hecho es que Ceuta tiene 18 kilómetros cuadrados encajados entre la valla y el mar. La frontera con Marruecos está cerrada a todos los efectos pero no para estas personas : si alguno quiere regresar, puede. Pero los miles que no lo han hecho, esos de cuyo número nada sabe el Gobierno, es porque abrigan la esperanza no de permanecer en la ciudad minúscula, sino de cruzar tarde o temprano a la Península. Y hay dos vías. Una, la de la patera, un clásico renovado porque afirman allí que se está recurriendo mucho a kayak baratos y, en contraste, a embarcaciones de alta gama que les llevan al otro lado del Estrecho. Mencionan una última llegada desde Sotogrande, en Cádiz. Quien habla sabe muy bien lo que dice pero prefiere no hacer pública su identidad.

Colas para pedir asilo

La otra fórmula está siendo la petición de asilo. Tiene su riesgo, porque si es desestimada ya te están redactando el expediente de expulsión. Pero la realidad es que los marroquíes han hecho estas semanas atrás colas para presentar la petición y hay más de 800 admitidas a trámite, lo que antiguamente significaba poca cosa. Pero actualmente, a raíz de una sentencia de julio de 2020 del Tribunal Supremo que restauró a los inmigrantes en Ceuta y Melilla el derecho a la libre circulación por todo el territorio español, esperas un mes y si no hay novedad de la Administración, puedes coger el ferry a Algeciras. Y de ahí a todo el suelo Schengen. Y si luego te deniegan el asilo, que te busquen para echarte. Así salieron 200 en los últimos diez días de julio, aunque según el Gobierno autónomo el número es mayor.

Para hacer el viaje es preciso algún trámite, como aportar a la Policía un domicilio de destino donde notificar, pero la Delegación del Gobierno ya difundió que «facilitará la movilidad de todos» los que cumplan con lo establecido. Así los irregulares ya no estarán en Ceuta, sino en cualquier punto de España.