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Comparativa del «Coloso» y «Duelo a garrotazos»
1819-2019: Bicentenario de las Pinturas Negras

La interpretación de las pinturas

Desde 1962, historiadores y especialistas han tratado de penetrar el sentido oculto de las obras más enigmáticas de Goya

por Jesusa Vega, catedrática de Historia del Arte de la UAM.

Entre las primeras aproximaciones académicas al estudio de las «Pinturas Negras» se encuentra la «Varia» que dedicó Diego Angulo Íñiguez, en la revista del CSIC «Archivo Español de Arte» en 1962. En su texto, titulado «El "Saturno" y las pinturas negras de Goya», explicaba cómo con frecuencia se tendía a calificar de puro capricho aquellas obras de Goya cuyo significado no se manifestaba claramente, y en parte tenía razón, pues el carácter hermético que tienen invita casi por igual al silencio como a la búsqueda de una interpretación. Angulo consideraba, no obstante, que la serie no era puro capricho y proponía para empezar la relación del Saturno y la Judith con la muerte, botón de muestra de la existencia de una coherencia o relación temática interna. Ese mismo año de 1962, vio la luz uno de los hitos bibliográficos sobre el tema, «Goya, Saturno y la melancolía» del historiador Folke Nordström, donde se mostraba un Goya familiarizado con la alegoría y el lenguaje simbólico —metodológicamente las investigaciones iconográficas de G. Paulsson y E. Panofsky fueron claves en la aproximación del estudioso—, pero sobre todo se incidía en la figura del genio creador obsesionado con la vejez y la melancolía, especialmente las pinturas del piso bajo que fueron su objeto principal de estudio. En esta línea se pueden citar los trabajos de Santiago Sebastián en 1979, se trata de un artículo publicado en «Goya. Revista de arte», titulado «Interpretación iconológica de las Pinturas Negras de Goya».

Las fotos de Laurent revelan detalles perdidos en la pintura

Santiago Sebastián diferencia entre la realidad infernal de la planta baja, donde el «Duelo a garrotazos» sería la expresión visual de la discordia, la planta alta donde se desarrollaría la vida terrenal y propone la posibilidad de una tercera planta que se dedicaría a la vida supra terrenal, que la precaria salud de Goya no la hizo posible. Por su parte José Manuel López Vázquez también desde un planteamiento iconográfico se aproxima a la idea de Goya como «pintor filósofo» en «El programa neoplatónico de las Pinturas de la Quinta del Sordo», publicado en 1981, y John F. Moffit en su artículo de 1990 «Hacia el esclarecimiento de las Pinturas Negras de Goya» —también en la revista Goya—, sin renunciar a la melancolía encuentra fuentes literarias, entre otras los «Sueños» de Quevedo. Ese mismo año J. M. González de Zarate en «Goya, de lo Bello a los Sublime», abundaba en la interpretación iconográfica, pero incorporaba la dimensión histórica y la cuestión política de confrontación entre el Antiguo y el Nuevo Régimen.

El paisaje original de «Duelo a garrotazos» guarda similitudes con el del «Coloso»

Otra línea interpretativa fue la que abrió Sánchez Cantón en «Goya y sus pinturas negras en la Quinta del Sordo», publicado en 1963, un libro en gran formato y de lujo en el que las ilustraciones iban recortadas y pegadas con cuidado y esmero. En este libro se transcribía el inventario levantado por Brugada, guía bastante certera para el autor para tratar de una posible interpretación pues en ese registro se da por primera vez título a cada composición. Sánchez Cantón propone ya que determinar la distribución de las pinturas en ambos pisos ayuda a dilucidar su coherencia temática y posible significado. Esta línea de trabajo tuvo continuidad en las investigaciones de Nigel Glendinning quien en 1975 publicó «The Interpretation of Goya's Black Paintings», punto de partida para sus ulteriores trabajos pues fue uno de los ciclos goyescos que más le ocuparon a lo largo de su vida.

Detalle de «Saturno devorando a su hijo»

Nigel Glendinning tiene en cuenta las teorías del decoro que aún estaban vigentes en la decoración de interiores cuando Goya adquirió la Quinta y que había tenido que seguir el propio artista cuando trabajó para la Fábrica de Tapices o los duques de Osuna; según las teorías del decoro la temática pictórica debía ajustarse al uso de la habitación. No obstante, como advierte el historiador, es difícil salir del laberinto, pues en el mejor de los casos Goya aplicaría un decoro filtrado por la ironía y el humor «negro» de modo que no cabe esperar una unidad total o muy cerrada salvo la que se deriva del estilo —abundan las composiciones descentradas y las figuras truncadas o inacabadas—, y el colorido. Este es el motivo por el que trata por lo menos, de abrir una ventana aproximándose a la psicología de Goya y el resultado es que se constata que en la sala inferior abundan las referencias a la muerte y la vejez de los hombres, mientras que ocurre lo contrario con las mujeres que se nos presentan jóvenes y sobreviven, diferenciando así un lado masculino y otro femenino en un ámbito donde el dios Saturno, no representa solo el Tiempo sino la deidad mitológica que representa la última Edad del Hombre, patrono de los que habían cumplido ya setenta años como era el caso de Goya. En la planta superior no se daría esta confrontación dual, sino que el conjunto muestra una realidad vital donde se concitan lo trágico, lo irónico y lo satírico.

«Perro semihundido»

En 1984 Pricilla Müller publicó la monografía «Goya's "Black'" Paintings. Truth and Reason in Light and Liberty», en la que aportaba nueva documentación e incidía en la creación pictórica como escape de Goya a la realidad opresiva, donde cabe lo irracional, pero también la incidencia de las novedades ópticas en la representación, como sería la fantasmagoría, el espectáculo que revolucionó la manera de representar los espíritus y seres de ultratumba. En 1996, con motivo del 250 aniversario del nacimiento de Goya, José María Arnaiz publicó «Goya. Las Pinturas Negras», otro libro monográfico, insistiendo en el carácter romántico de Goya alineándolo con el espíritu que alentó entre otros a Cadalso en las «Noches lúgubres».

Originalmente las piernas de los luchadores se desdibujaban en la hierba, no estaban enterradas

Valeriano Bozal ha sido otro de los estudiosos dedicados a la investigación y la interpretación de las Pinturas Negras, en las que considera clave el componente estético —desde las teorías de lo sublime de Edmund Burke hasta la formulación de lo patético como nueva categoría propia de la modernidad—, teniendo siempre muy presente el carácter innovador del conjunto y su influencia en la vanguardia de la segunda mitad del siglo XX, especialmente en Antonio Saura. En 2009 publicó el libro «Pinturas negras de Goya», donde recogía sus investigaciones, reflexiones y planteamientos, siendo clave su influencia pues fue el autor de la guía de sala que ofreció el Museo del Prado durante esos años al visitante. La interpretación más reciente la ofrece Carlos Foradada en su tesis doctoral recientemente publicada en el libro «Goya recuperado en las Pinturas Negras y El Coloso», donde considera clave el ámbito político y la situación que se vivió en España en los años en lo que el pintor compró y habitó la Quinta, esos años convulsos —primero de esperanza y después de miedo y represión—, que conocemos como el «Trienio Liberal», y que llevarían al pintor a un exilio voluntario.