ABC SEVILLA 31-03-2004 página 5

ABC MIÉRCOLES 31 3 2004 Opinión 5 Preludio saetero El clásico acto de Exaltación de la Saeta, celebrado en la Catedral de Sevilla bajo la presidencia del cardenal Amigo Vallejo, sirvió ayer de preludio una vez más a la inminente Semana Santa. El eje de la brillante y multitudinaria sesión corrió a cargo del abogado y cofrade Vicente García Caviedes, acompañado por cinco saeteros y la Orquesta Sinfónica de Sevilla. Respetar la ley La consejera de Educación, Cándida Martínez, se atuvo ayer a la política general del PSOE de no bloquear la aplicación de la Ley de Calidad, como han adelantado los nacionalistas catalanes y vascos. Martínez sostiene con cautela que la ley está para cumplirla, y esperará las modificaciones legislativas que su partido introduzca cuando Zapatero empiece la tarea de Gobierno. Premio Emprendedor El empresario Tomás Fuertes, de El Pozo Alimentación, obtuvo ayer el premio Emprendedor 2003 que otorga Ernts Young junto con IESE y ABC de Sevilla, y que fue entregado anoche en una cena presidida por el alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín. El jurado subrayó el sentido del riesgo y la innovación que presiden la gestión del empresario premiado. CON LA LEY EN LA MANO ALBERTO PALOMAR, profesor de Derecho Administrativo L EFE Pista de patinaje. Antoni Martra (a la izquierda de la imagen, junto al director de Deportes del CSD) dimitió ayer como presidente de la Federación Española de Patinaje tras el reconocimiento por parte de la Federación Internacional (FIRS) del equipo catalán en el concierto mundial. Mientras el Consejo Superior de Deportes acordaba expedientar a la Federación Catalana e impugnar los acuerdos de Miami, donde se gestó la segregación, aún pendiente de ser aprobada formalmente, la Federación Vasca de Patinaje también solicitaba su reconocimiento como miembro de pleno derecho en la FIRS. A admisión provisional de la Federación Catalana de Patinaje a participar en competiciones internacionales ha reabierto una polémica en el mundo del deporte español, que tiene distintas aristas; la puramente deportiva, la política o la social, y enfoques también diferentes; el deportivo y el jurídico. Desde éste último hay algunas cosas claras: en la condición de agentes de la Administración Pública de las Federaciones Deportivas, la Ley del Deporte de 1990 y el R. D. 2075 1982, de 9 de julio, reservan al Estado un importante protagonismo en aplicación del título competencial de aquél sobre las relaciones internacionales. La STC 1 1986, de 10 de enero y, posteriormente, la STS, de 29 de diciembre de 1986 y 23 de mayo de 2002, han convalidado dichas normas aunque han dejado imprejuzgado el alcance del título competencial relaciones internacionales cuestión ésta que debe ser ya resuelta por el Tribunal Constitucional en los recursos pendientes contra Leyes del Deporte vasca y catalana. En consecuencia, y desde esta primera perspectiva, no sería posible reconocer, con el marco actual, una actividad internacional de las Comunidades Autónomas que no estuviese en consonancia con la respectiva Federación Española. Desde otra perspectiva, el movimiento deportivo internacional está configurado, hasta ahora, sobre la base de una integración territorial sucesiva, de forma que el socio de las Federaciones Internacionales es una asociación representativa del país (reconocido por la Comunidad Internacional en expresión de los Estatutos CIO) y que, a su vez, esta Federación integra a las federaciones de ámbito territorial inferior que forman parte de aquél. Esto nos permite afirmar que, hasta el momento, y con la legislación deportiva internacional en la mano, el modelo deportivo es claramente estatal. A partir de estas dos premisas, el problema es determinar si las relaciones entre ambos tipos de federaciones debe ser regido por el de prioridad o el de concurrencia. La aplicación de este último produce un efecto de confusión impropio de un Estado internacionalmente unitario. La prioridad, que ya estaba en la Ley del Deporte de 1980, es un principio más ponderado, congruente y menos distorsionante. Qué duda cabe que la cuestión está rodeada además de una serie de componentes que complican su análisis y que encuentra su fundamento en la utilización del fenómeno deportivo por su vistosidad, su carácter emblemático y su repercusión social. Solicitar que todo esto no empañe el auténtico debate es complejo, pero necesario si no se quiere tomar una decisión equivocada.