Los trucos del mago que engañó a Hitler
Jasper Maskelyne «cambió» de sitio el puerto de Alejandría e hizo desaparecer el Canal de Suez a los ojos de la Luftwaffe
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Tomar algo más que el pelo a un zorro del desierto como el mariscal Erwin Rommel y al «Afrika Korps» fue todo un desafío para un ilusionista como Jasper Maskelyne. El prestidigitador inglés había hecho desaparecer elefantes, pero ¿sería capaz de despistar al Ejército alemán ocultando un puerto como el de Alejandría?
Desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial, Maskelyne había tenido muy claro cómo podía ayudar a los aliados a vencer a la Alemania nazi. «El estallido de la guerra en 1939, que predecía miserias inevitables para todo el mundo, significó diferentes cosas para diferentes personas. Para mí -escribió el ilusionista- implicó algo extraño y bastante inquietante: centrar toda mi imaginación y conocimiento en la cuestión sobre cómo movilizar de la mejor forma posible el mundo de la magia contra Hitler».

«Si su antepasado Nevil Maskelyne ocupó el cargo de astrónomo real en la corte del Rey Jorge III y su abuelo John Nevil Maskelyne fue considerado el padre de la magia moderna después de fabricar entre otras ilusiones la famosa Caja Falsa, en la que dos personas aparentemente cambian sus posiciones en un instante, ¿por qué no podría él utilizar el poder de la magia contra uno de los más enérgicos y eficaces ejércitos de la Historia? ¿Sería capaz la fantasía de derrotar al todopoderoso armamento?», escribió Virginia Ródenas en 2007.
A través de H. Hendley Lenton, amigo de Winston Churchill, este apuesto inglés con trazas de galán de cine consiguió que el primer ministro conociera sus proyectos sobre el empleo del ilusionismo en la lucha. Al poco se entrevistaba con el profesor Frederick Alexander Lindermann, asesor para asuntos científicos de Churchill. «Denme libertad y no habrá límites para los efectos que puedo crear en el campo de batalla. Puedo crear cañones donde no los hay y hacer que disparos fantasmas crucen el mar. Puedo colocar un ejército entero en el terreno si eso es lo que quiere, o aviones invisibles», decía Maskelyne convencido. Así, con insistencia y persuasión, logró por fin alistarse, pese a que tenía casi 38 años. Tras recibir instrucción, fue enviado al norte de África.

«Un poco de sugestión, algo de conocimiento de la naturaleza humana y el uso de las bases elementales de los principios científicos» fueron las armas que utilizó el mago. Maskelyne consiguió que láminas de madera cubiertas con hierba y suciedad fueran tomadas por nidos de ametralladoras o que un acorazado de juguete y unos espejos resucitaran al «Graf Spee» en el Támesis. «Deme cartulina y pegamento suficiente y construiré un ejército para usted», le dijo a su general.
Al mando de una Cuadrilla Mágica formada por un puñado de hombres que sabían de camuflaje, dibujo, carpintería o que conocían bien El Cairo, consiguió ocultar a la Luftwaffe el puerto de Alejandría, construyendo en las cercanías uno falso. Así lo contó Pedro Cuartango en el perfil que trazó del ilusionista inglés el pasado julio: «Maskelyne levantó una réplica a unos pocos kilómetros de la ciudad fundada por Alejandro Magno, con barracones, edificios y un faro de cartón y chapa de madera que reproducía exactamente el original. También se tomaron el trabajo de colocar una falsa flota de buques en el lugar».
David Fisher, autor del libro «El mago de la guerra», relata cómo explicó Maskelyne su plan: «Todo lo que tenemos que hacer es colocar una red de luces y estructuras terrestres parecidas a las de Alejandría en Maryut. Cuando sepamos que "Jerry" (el enemigo) está en camino, apagamos las luces del puerto verdadero y accionamos algunos de los explosivos que hemos colocado. El fuego los atraerá como abejas a la miel».
+ infoAlgunos cráteres de cartón piedra y escombros en el objetivo real bastaron para que los equipos de inspección alemanes confirmaran sus «destrozos». Rommel estuvo convencido durante gran parte de la guerra de que había destruido Alejandría y no se explicaba cómo los aliados la habían reconstruido con tanta rapidez.
Otro de sus famosos trucos consistió en ocultar el canal de Suez. Colocó enormes reflectores para cegar a la aviación alemana mientras incendiaba maquetas de barcos en las orillas y confundía a los atacantes con explosiones. «El ardid funcionó, según relataba el mago en sus memorias, que han sido cuestionadas por algunos historiadores que dudan de su veracidad», puntualizaba Cuartango.
A lo largo de la Segunda Guerra Mundial, Maskelyne camufló barcos de guerra británicos para que pudieran pasar por inofensivos pesqueros egipcios en aguas infestadas de submarinos alemanes. Construyó además carcasas a los tanques para que parecieran vehículos de transporte vacíos. Pero quizá su mayor hazaña fue convencer al mariscal Rommel en 1942 de que el VIII Regimiento Británico se encontraba al sur del desierto egipcio.
+ infoPreparó para ello un Ejército virtual con globos con forma de tanques, camiones camuflados y concentraciones de tropas simuladas. La treta, dirigida por el brigadier Dudley Clarke, funcionó. Los alemanes creyeron ver allí un gran número de aviones, tanques, cañones y soldados, cuando el general Montgomery avanzaba en realidad por el norte.
A Maskelyne se le atribuye también la organización de un espectáculo de magia para entretener al rey Faruq de Egipto, mientras agentes del contraespionaje registraban las habitaciones del palacio de este monarca sospechoso de simpatizar con los nazis.
Aunque Maskelyne se retiró del Ejército sin condecoraciones ni ningún reconocimiento público, si los aliados se impusieron en la «guerra secreta» fue por hombres como él.
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