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El triste adiós a una víctima española del Titanic, con esquela pero sin tumba

El joven Víctor Peñasco y Castellana murió en el naufragio durante su luna de miel y nunca se encontró su cadáver

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« Pepita, que seas muy feliz», fue lo último que Víctor Peñasco le dijo a su joven esposa María Josefa Pérez de Soto antes de apartarse del bote salvavidas del Titanic para dejar su sitio a una mujer aquella terrible noche del 14 de abril de 1912 y desaparecer para siempre.

Víctor y Josefa
Víctor y Josefa - ABC

La joven pareja se había casado el 8 de diciembre de 1910 en Madrid y habían emprendido una larga luna de miel por toda Europa, tal como era costumbre entre las clases adineradas de la época. Se encontraban en París cuando, al ver un anuncio del colosal transatlántico, decidieron continuar su idílico viaje en el «buque de los sueños» junto con su doncella Fermina Oliva. En la capital francesa dejaron a Eulogio, el mayordomo, para que fuera enviando a la madre de Víctor unas postales que escribieron antes de partir.

Purificación Castellana les había rogado que no navegaran y no querían que se preocupara.

El RMS TItanic zapando del puerto de Southampton+ info
El RMS TItanic zapando del puerto de Southampton

Por eso cuando llegó la noticia del dramático naufragio el 16 de abril, la madre de Peñasco no temió por sus vidas. Y se extrañó cuando dos días después se mencionó su apellido entre los desaparecidos en la tragedia. Eulogio había cumplido con las órdenes de Víctor y Purificación había ido recibiendo las postales que los recién casados habían dejado preparadas.

El día 19, ABC informaba de que la señora de Peñasco se había salvado. «La Compañía Cunard, según noticias de Nueva York, ha recibido un despacho por la telegrafía sin hilos diciendo que la señora de Peñasco, se halla a bordo del Carpathia; pero no su esposo, D. Víctor Peñasco», decía la nota.

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Javier Reyero, Cristina Mosquera y J. Ignacio Montero contaron la tragedia en « Los diez del Titanic» y días antes de que el libro saliera a la venta en 2012 en «Los domingos de ABC». Según estos investigadores, una gestión del entonces presidente José Canalejas confirmó los peores augurios. «Ya no había duda. Víctor era uno de los desaparecidos».

Un certificado de defunción comprado

Nunca se encontró su cuerpo, lo que planteó un grave problema a su familia. Según la legislación española vigente en aquella época, al no ser posible confirmar el óbito, Josefa no podía ser considerada legalmente como viuda ni heredar los bienes de su marido hasta que transcurrieran 20 años.

«Era preciso conseguir un acta de defunción», explicaron los autores de «Los diez del Titanic». Purificación Castellana trató de solventar el asunto legalmente desde Madrid, pero todos los trámites resultaron infructuosos. Al final, la familia acabó por pagar por un certificado de defunción falso a través del vicecónsul de España en Canadá.«No fueron los únicos», señala Jesús Ferreiro, presidente de la Fundación Titanic, que recuerda el caso de las familias de al menos dos desaparecidos británicos que «compraron» un cadáver. A la localidad canadiense de Halifax habían ido a parar la mayor parte de los restos recuperados, de los que tan solo 59 fueron identificados. Más de 1.400 personas no fueron encontradas jamás.

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Sin una tumba a la que poder llevar flores, la familia de Víctor Peñasco quiso al menos recordar su pérdida con una esquela en ABC en sus aniversarios. Cada 13 de abril insertó un recordatorio en el que se rogaba por él, una costumbre que después de que Josefa se volviera a casar en 1919 con Juan Barriobero, barón del Río Tovía, aún continuó haciendo su madre, Purificación, y su hermana Ana hasta 1926.

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