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El tremendo bluf de ETA: la verdad tras los atentados con misiles antiaéreos para asesinar a Aznar

En tres ocasiones intentó la banda terrorista derribar el Falcon 900 del entonces presidente del Gobierno, y en todas ellas el proyectil no llegó a surcar los cielos por un fallo técnico

Aznar revela que «un concejal de Batasuna guardaba en almacenes del ayuntamiento» el misil que se lanzó contra su avión

Dos de los cuatro etarras que intentaron asesinar a Aznar, durante el juicio
Dos de los cuatro etarras que intentaron asesinar a Aznar, durante el juicio - ABC
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El funcionamiento del SAM-7 era más sencillo que el de una rueda de tractor; por algo estuvo en activo durante medio siglo desde que fuera diseñado en 1959. Sobre el papel era un misil tierra-aire destinado a derribar aviones que volaran a baja altura: unos 2.300 metros. O se elevaban y abandonaban su objetivo, o estallaban en pedazos. La infantería podía dispararlo desde el hombro, era auto-dirigido –perseguía cualquier foco de calor sin necesidad de que interviniera en la guía el operador– y destacaba por su reducido tamaño. Tecnología soviética de esa que está destinada a no ser jubilada en décadas.

En 2001, durante las elecciones vascas, la estela de calor que estos misiles intentaron seguir fue el motor del avión privado que transportaba al entonces presidente del Gobierno, José María Aznar , y a sus colaboradores. Hasta en tres ocasiones en trece días estuvo el Falcon 900 del líder del Partido Popular en la mirilla de la banda terrorista ETA. Sin embargo, el ‘clic’ de la cola del disparador no fue seguido por el característico zumbido del proyectil cortando el aire. Una vez tras otra, aquellos SAM-7 dieron problemas mecánicos y no llegaron a salir de los tubos. Otra derrota para ETA.

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El paso tiempo es injusto a veces, pues nos hace obviar hechos trágicos. Aunque parece que su protagonista, el hoy expresidente, jamás podrá borrar aquello de su memoria. Este mismo miércoles lo ha demostrado durante una charla con el alcalde de Madrid , José Luis Martínez-Almeida; y lo ha hecho al calor de las noticias que confirmaban que las listas de EH-Bildu incluyen a antiguos miembros de ETA:

«Sortu es el partido que se legaliza, a las elecciones se han presentado siempre los batasunos. Lo sabré yo, que de los cuatro intentos de atentados, […] tres fueron lanzamientos de misiles en el avión donde yo iba. Los misiles estaban guardados por un concejal de Batasuna en los almacenes del ayuntamiento de un pueblo de Guipúzcoa donde después fue alcaldesa Regina Otaola (PP)».

Raros indicios

Los ataques no se conocieron hasta bien entrado el 2011. El culpable de desvelarlos a toda España fue Pedro María Olano, un etarra detenido ese mismo año en el municipio guipuzcoano de Lizartza. Según explicó el periodista Alfonso Torices en ABC, el terrorista «explicó los entresijos de la operación» y declaró que había sido uno de los «protagonistas de aquellos atentados frustrados». Y lo hizo tras acabar entre rejas «por trasladar desde Francia armas y explosivos a los comandos en España». El juez Fernando Grande-Marlaska , entonces instructor de la Audiencia Nacional –la encargada de delitos de terrorismo–, fue quien se hizo cargo del caso.

Grande-Marlaska declaró desde un principio que daba credibilidad al testimonio de Olano en base a dos indicios. El primero, una entrevista que había concedido Aitor Elizaran, jefe político de ETA, al periódico ‘Gara’. Al hacer referencia al material que las autoridades habían requisado a la banda en 2004 desveló que los tres SAM-7 «fueron activados en tres intentos de atentado contra José María Aznar», pero que «las acciones no cumplieron su objetivo».

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Uno de los atentados terroristas contra el entonces líder de la oposición, José María Aznar, tuvo lugar el 20 de abril de 1995 en la calle José Silva - ABC

El segundo fue que, en una serie de incautaciones de armas sucedidas en cinco zulos del sur de Francia fueron hallados varios de estos misiles tierra-aire; uno por cada almacén, para ser más concretos.

ABC también recalcó que, aunque el juez no los recogiera en su auto, en abril de 2004 habían sido hallados en un caserío junto a la frontera francesa con Navarra tres Cds en los que se explicaban, de forma pormenorizada, los planes para atentar contra Aznar y otras tantas personalidades españolas. Entre ellas, el mismísimo rey Juan Carlos , como bien corrobora el investigador José María Zavala en su ensayo ‘La maldición de los Borbones’. A su vez, las autoridades hallaron en aquellos escondrijos restos de objetivos con los que se habían hecho pruebas antes de las intentonas de atentar contra el presidente del Gobierno.

El bluf de los ataques a Aznar

Pero vayamos al corazón de todo este embrollo. Grande-Marlaska recogió que Olano formaba parte de un grupo que arrancó sus actividades ese mismo 2001. Su misión consistía en recoger un lanzamisiles en Guethary (Francia) y entregárselo al comando que debía acabar con la vida del presidente. No cabía mejor momento para ETA, ya que Aznar se hallaba entonces de viaje en la zona para apoyar al PP en las elecciones al Parlamento Vasco. El proceso se repitió una y mil veces en vista de que el SAM-7 daba problemas técnicos. «Esta entrega se materializó hasta en tres ocasiones, siendo recuperado otras tantas, motivado por el no funcionamiento del mismo», explicaba el juez.

El primer intento de asesinato se llevó a cabo durante la visita de Aznar al Palacio Euskalduna de Bilbao el 29 de abril de 2001. El SAM-7 no disparó. La segunda se sucedió en Oyarzun (Guipúzcoa), y pretendía derribar el avión del presidente del Gobierno cuando aterrizara en el aeropuerto de Fuenterrabia el 4 de mayo. Tuvieron en la mira su objetivo, pero tampoco funcionó. Por último, el comando intentó acabar con el Falcon 900 el 11 de mayo, durante el cierre de la campaña electoral en Vitoria. A la tercera no fue la vencida y, derrotados por la técnica, los terroristas abandonaron su misión.

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José María Aznar y el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, en 2001 - ABC

En palabras del juez, «dado que no se materializó ninguno de los pretendidos atentados, el responsable del grupo, Ignacio Iruretagoyena» verificó el funcionamiento del misil y les comunicó a los otros terroristas que había que devolverlo a Francia «debido a que no funcionaba». Otro tanto sucedió con un segundo proyectil entregado a finales de 2002 en Ezpeleta.

Los problemas tienen un porqué. En la obra ‘La agonía de ETA’, el periodista Florencio Domínguez explica que aquellos proyectiles habían sido saboteados en origen y vendidos después al IRA. Lo más llamativo fue que los terroristas irlandeses, en lugar de deshacerse de ellos, prefirieron revendérselos a ETA; aunque se desconoce si para recuperar la inversión, o por equivocación. Con todo, existen otras tantas teorías sobre su procedencia. En todo caso, lo que está claro es que aquella cadena de infortunios acabó por salvar la vida de José María Aznar.