El soldado «Ryan» español de la División Azul
Tras la muerte del falangista Javier García Noblejas en Rusia, el mando ordenó el regreso del último de los hermanos que quedaba con vida

- Guardar
- Comentar
- Compartir
La familia García Noblejas lo había dado todo por la causa falangista. El padre murió asesinado en Paracuellos del Jarama y de sus cinco hijos, José cayó en el alzamiento del cuartel de la Montaña en julio de 1936; Santiago, el más pequeño, fue asesinado en noviembre de ese mismo año; y Jesús, que logró escapar de Madrid por medio de una embajada y se unió a las tropas insurgentes, murió en la batalla de Brunete .
Al término de la Guerra Civil, los dos que aún quedaban vivos se enrolaron como voluntarios en la División Azul y partieron a luchar en Rusia. Allí encontró la muerte Javier, alcanzado por un mortero en el frente del Este de la Segunda Guerra Mundial , en octubre de 1941.
Según José Manuel Núñez Seixas , catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela y de la de Múnich, tras esa pérdida «el mando español, al estilo "Salvar al soldado Ryan", obliga a repatriar a la fuerza al que queda, Ramón».
«La soledad y el dolor de su madre determinaron al Mando a concederle el regreso a la patria», explicó por aquel entonces ABC . Ramón había visto morir al único hermano que le quedaba en la primera línea de batalla y continuó luchando en Rusia hasta que recibió la orden de volver a España.
Sin embargo, apenas unos meses después, en agosto de 1942, falleció en un accidente de tráfico en Madrid dejando completamente sola a su madre, Laura Brunet.
De la División Azul, Núñez Seixas recordaba en 2016 otras biografías increíbles, como la de Ángel Marchena, que pertenecía a una familia represaliada de jornaleros de Córdoba y que se alistó en el Requeté de corneta, por la paga, y después como divisionario. «Fue hecho prisionero y pasó 11 años en prisiones soviéticas para terminar como Gastarbeiter en Hamburgo en los años 60». O la de Sotero García, un anarquista que se alistó en la División Azul para desertar y unirse al Ejército Rojo.
El primer contingente
La idea de enviar combatientes españoles en apoyo a Alemania durante la Segunda Guerra Mundial surgió a raíz de la Operación Barbarroja (Unternehmen Barbarossa en alemán) que inició el ejército alemán el 22 de junio de 1941. Con ella quedaba abierto el Frente Oriental, el mayor teatro de operaciones de la Historia, en el que se produjeron las mayores y más brutales batallas de la contienda. Sumado al terrible frío y al territorio desolado en el que se desarrollaron, aquello era lo más parecido al Infierno en la Tierra.
Unos días después, tres jerarcas del régimen de Franco, Ramón Serrano Suñer, Manuel Mora y Dionisio Ridruejo, almorzaron en el hotel Ritz de Madrid y acordaron que era necesario ponerse del lado de la Alemania nazi, que dominaba Europa y parecía invencible. Los sueños de recuperar un pasado imperial parecían poder hacerse realidad: el África francesa, el Orandesado, e incluso Gibraltar. Franco no quería entrar en la Guerra, pero aprobó el envío de soldados voluntarios para apoyar al ejército alemán. Había nacido la División Azul (la 250 de la Wehrmacht). El primer contingente partió de la estación de Atocha el 13 de julio de 1941 . La primera leva, bajo el mando del general Muñoz Grandes, fue de 18.000 soldados. Al final de la guerra participaron 45.000 voluntarios. Hubo más de 16.000 bajas: 5.000 muertos, 8.700 heridos y 3.000 mutilados.
Entre sus miembros había gentes de todo tipo: idealistas, aventureros, desesperados, jóvenes que habían combatido en el ejército republicano, ilusos que se veían marchando triunfantes por las calles de Moscú en poco tiempo, solitarios sin nada que perder. En la primera expedición, «la mayoría eran voluntarios», explicaba Núñez Xeiras, autor del libro «Camarada invierno».
«Hasta un 25% eran militantes falangistas, muchos que no pudieron luchar en la Guerra Civil y querían hacer méritos. Otros tenían cuentas pendientes o creían que había que continuar la guerra en otro escenario. En siguientes expediciones o donde no se cubría el cupo, se presionó indirectamente (...) Y hubo un componente económico, por la doble paga», explicaba. Entre un tercio y la mitad, a juicio del historiador, fueron ideológicamente convencidos «por falangismo, por anticomunismo y por profundo catolicismo». Pero todos ellos encontraron una guerra terrible con unas condiciones meteorológicas terroríficas.
El 10 de octubre de 1943, cuando las tornas cambiaron en la guerra a favor de los aliados, se decidió ordenar la repatriación escalonada de las tropas. Entre 1.500 y 3.000 de los voluntarios decidieron seguir, ya no como división, sino integrados en el ejército regular. Las nuevas unidades se conocieron como Legión Azul. Algunos de sus miembros llegaron a combatir contra los soviéticos en la Batalla de Berlín.
Recién salidos del horror de una guerra civil, estos españoles se vieron envueltos en otra contienda terrible, lejos de sus hogares, extraños entre sus compañeros de armas y ajenos a una tierra durísima que les recibió con el rigor del General Invierno. Hombres que dejaron su juventud en la helada estepa rusa, en pequeñas batallas y en gigantescos sufrimientos.