La primera y más peligrosa misión de los F-16 que pide Kiev: aplastar la bomba atómica de Sadam Husein
El 7 de junio de 1981, ocho cazas de la Fuerza Aérea Isralí acabaron con una planta nuclear que el dictador había levantado, presuntamente, para alumbrar un explosivo nuclear
Ucrania: «48 cazas F-16 son los que necesitamos para liberar a nuestro país»

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La mañana del 7 de junio de 1981 se desperezaba con olor a queroseno. A eso de las 3:55, ocho cazas de las Fuerzas Aéreas de Israel (IAF) despegaron de una base del Sinaí. Eran un grupo de F-16A, por entonces entre los aviones de combate más avanzados del mundo. Su objetivo era el reactor nuclear de Osirak, ubicado a 17 kilómetros de Bagdad. Volaron bajo para esquivar el radar y, en menos de dos horas, distinguieron su objetivo en el horizonte. Fue un visto y no visto. Una andanada de bombas MK-84 después el lugar saltó por los aires y, con él, las esperanzas de Sadam Husein de forjar su propia bomba atómica.
La llamada ‘Operación Ópera’ supuso el bautismo de fuego de los mismos aparatos que, estos días, están en boca de medio mundo: los míticos F-16.
Aunque en su primera versión, la ‘Fighting Falcon’. Aquellos eran los antecesores directos de las nuevos modelos que Ucrania ha solicitado a Estados Unidos para dar un vuelco a la guerra y disputar el espacio aéreo a una Rusia que se halla estos días contra las cuerdas. Desde entonces han pasado 49 años; medio siglo. Sin embargo, estos cazas pueden presumir de seguir siendo unos de los más maniobrables, eficientes y baratos de ensamblar del mundo. No en vano se halla a la cabeza de las exportaciones militares de su campo. Casi nada.
Probemas nucleares
El golpe de mano de la IAF supuso un severo revés para Irak. Uno premeditado y que empezó a ser orquestado después de que la construcción de este emplazamiento fuese encargada a los franceses el 18 de noviembre de 1975. Ya entonces, ABC informó de la controversia internacional que se había generado: «En ella se viene desarrollando un programa que emplea uranio 255, altamente enriquecido y que puede utilizarse para la fabricación de armamento nuclear. La planta, basada en el reactor tipo ‘Osirak’, se encuentra situada sobre el río Tigris, a un kilómetro de la carretera». Los galos quisieron entregar uranio menos enriquecido, pero los ingenieros de Sadam se negaron.
Algo olía raro en la nueva central, aunque nuestros vecinos europeos hicieron oídos sordos. «Los franceses justificaron la venta del reactor y del uranio en que Irak había firmado el acuerdo internacional contra el uso de armas atómicas –no firmado por Israel– y en que la planta fue edificada para tareas de investigación–, desveló este diario. A finales de la década el complejo ya se había levantado y había sido nutrido con trescientos trabajadores y técnicos. La tensión fue en aumento. Hasta tal punto, que el presidente galo, Pierre Mauroy, insistió en «la tensión existente que hay en esta parte del mundo» y calificó la situación de «bastante explosiva» dentro y fuera de Europa.
+ infoEl cenit llegó cuando Sadam anunció, allá por otoño de 1980, que el reactor nuclear empezaría a operar entre julio y noviembre del año siguiente. La noticia no gustó un pelo al gobierno de Israel. El dictador contaba con unas reservas de petróleo envidiables, las sextas más holgadas del mundo, y no parecía que necesitara atesorar más energía bajo la alfombra. La opción más plausible era que su anhelo fuera obtener combustible atómico gastado; material del que, a su vez, se extraería plutonio para fabricar una bomba atómica. Desde el gobierno judío arguyeron que, si arrancaba el generador, sería imposible destruirlo por la nube atómica que emanaría la explosión. Para ellos era blanco y en botella.
F-16 al ataque
Y en junio empezó la función, que no era sencilla. Para empezar, la distancia a recorrer por los cazas era de 1.600 kilómetros, lo que obligó a las fuerzas aéreas a adosar a los aparatos tanques de combustible adicionales. Los pilotos también deberían volar bajo para evitar ser detectados, derribados y capturados por el enemigo. «Ninguno de nosotros tenía la certeza de volver. Al contrario, estábamos seguros de que no lo haríamos. Ya nos habían hablado del cautiverio en Irak y nos habían dicho claramente ‘cuenten lo que saben, pero vuelvan enteros’», explicó, en una entrevista posterior, Zeev Raz, uno de los pilotos que participaron en el golpe de mano.
El 7, dos escuadrones despegaron de la base aérea del Sinaí. El primero estaba formado por ocho F-16A, cada uno cargado con dos bombas MARK-84; el segundo, por seis F-15 encargados de escoltar a sus colegas. El ataque duró menos de dos minutos. Poco después de las cinco y media de la mañana, el grupo arribó hasta el objetivo y soltó su letal carga. Fue un visto y no visto. La mitad de los explosivos impactaron de lleno sobre el reactor y lo hicieron saltar por los aires. Después, dieron media vuelta y regresaron a la base. Hubo final feliz, y sin inconvenientes. Así narró ABC el hecho en cuestión:
+ info«El Gobierno israelí anunció ayer en un escueto comunicado –en medio de la fiesta de Pentecostés– que varios aviones judíos destruyeron el domingo la central atómica de Irak, Tammuz, situada en los alrededores de Bagdad. Pese a que las autoridades israelíes mantienen un absoluto mutismo sobre la operación, diversos analistas no descartan que los aparatos judíos despegaran de una de las bases en el desierto de Neguev y sobrevolaran el espacio sirio e iraquí antes de llevar a cabo el audaz golpe de mano. La iniciativa de Beguin –criticada duramente en Washington– abre una nueva fase de incertidumbre y tensión en Oriente Medio y añade una mayor cota de dramatismo o lo explosiva situación en el área creado por la «crisis de los misiles», que enfrenta desde hace más de un mes a Israel y Siria».
Su alegría por el éxito contrasta con la ira que despertó el ataque en el gobierno de los Estados Unidos. El presidente Reagan, de hecho, se enteró del suceso el domingo por la tarde. Uno de sus asesores le telefoneó para informarle del suceso, así que el enfado fue supino. Sus colabores confirmaron que estaba indignado, aunque pronto vio que lo mejor era «refrenar los ánimos y concentrarse en salvar lo salvable». A saber: la paz tensa que se desarrollaba en Oriente Próximo. Rusia, por su parte, acusó a los norteamericanos de conocer la operación de antemano y no detenerla. ABC describió de esta guisa las tensiones internacionales:
+ info«El ataque aéreo israelí aumentó la presión en el enfrentamiento del presidente Reagan con el primer ministro israelí, Menahem Beguin, cuyo origen es la disposición norteamericana de vender aviones-radar Awacs y equipos especiales para los cazabombarderos F-16 que adquirió Arabia Saudí. La operación contra la planta nuclear de Irak pone en peligro la credibilidad de Reagan ante la corona saudí, torpedea la silenciosa gestión de Washington para acercarse a Irak –distanciado de la Unión Soviética– y Jordania, y dejó entre signos de interrogación la misión del diplomático Philip Habib, que esta semana debe reanudar sus deliberaciones para resolver la ‘crisis de los misiles’ entre Siria e Israel».
El caza de la discordia
El proyecto de este aparato arrancó en 1972, cuando la Fuerza Aérea de los Estados Unidos invitó a la industria a presentar ideas para modernizar su parque de aviones. Hasta entonces contaban con el F-15 Eagle, demasiado aparatoso y caro de fabricar. La propuesta era diseñar una evolución liviana, más pequeña, más barata, maniobrable y, por último, duradera. A saber: que se adaptara de forma aceptable al paso de los años a través de múltiples actualizaciones. No había certezas de que el ejército la adoptase, ni tan siquiera de que se empezase a ensamblar. Pero la compañía Lockheed Martin consiguió crear un portento de la aviónica... para la época.
En su página web, la empresa lo define como el avión más avanzado de su época: «Su cuerpo de ala combinada le ofrece elevación y control adicionales. Y sus sistemas punteros aumentaron su estabilidad». Una vez más, su esencia era la maniobrabilidad, que no se cansan de repetir todos los expertos. Entre las ventajas que no se suelen especificar es que contaba con una cabina que permitía la visión en 360º, algo jamás visto hasta entonces. «Se diseñó como caza interceptor, pero en los años posteriores se adaptó para ser utilizado como cazabombardero. Su mayor hito, y lo que ha hecho que sea vendido a 25 operadores, entre ellos las fuerzas aéreas bolivarianas, es su precio», afirma a ABC José Luis Hernández Garvi, analista e investigador histórico.
+ infoEn la práctica, el Fighting Falcon –la primera versión que salió al mercado– cuenta con 15 metros de largo y una envergadura de diez metros. Está propulsado por un solo motor turboventilador que acelera la aeronave a más del doble de la velocidad del sonido. El armamento incluye un cañón rotatorio de 20 mm, así como accesorios debajo de las alas y el fuselaje para una amplia variedad de bombas y misiles. Cargado para la batalla, este aparato pesa unos 10.000 kilogramos, lo que, en la práctica, supone la mitad que la generación anterior. Así que, al menos sobre el papel, la compañía consiguió lo que se proponía.
Las operaciones en las que ha participado se cuentan por decenas. Entre ellas, la Primera Guerra del Golfo, la invasión de Iraq y la batalla por Afganistán, entre otras. Es, al fin y al cabo, un avión duro, en parte obsoleto para Estados Unidos, pero eficiente para países que no estén en la cúspide de la evolución militar. A cambio, los F-35 que promete crear la Casa Blanca en los próximos años son aviones de nueva generación con una aviónica adaptada a la época. «Tendrá característica furtivas y se podrá hallar en tres versiones: una de despegue vertical, otra de portaaviones y otra convencional. El problema es que es muy caro de fabricar», añade el analista.
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