El primer secuestro aéreo de España a punta de pistola... de juguete
Un estudiante de 18 años se convirtió en 1970 en el primer «pirata aéreo» del país al intentar desviar un avión a Albania

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Solo faltaban diez minutos para que el vuelo regular de Iberia que había despegado de Madrid a las 20.15 horas llegara a su destino, en Zaragoza. En el aparato, un Convair Metropolitan 440, viajaban 43 pasajeros aquel 7 de enero de 1970. Una azafata recorría el pasillo con dos vasos de agua cuando, de pronto, un joven pasajero se encaró con ella.
Desde el asiento de atrás, una mujer que viajaba con dos niños vio cómo el chico amenazaba a la asistenta de vuelo con una pistola y la obligaba a dirigirse a la cabina de los pilotos.
«Se mostró muy nervioso en el momento de sacar la pistola, pero después se tranquilizó e incluso pidió que dieran unos bocadillos a unos niños que se encontraban en el avión», contaría después esta pasajera.
Otros testigos narraron la escena como un visto y no visto. «De pronto se colocó entre el compartimento que separa la cabina del piloto y el pasaje y dijo que era un secuestro. Que nadie se moviera ni tratara de impedir sus propósitos».
En la cabina, con la azafata como rehén, el joven encañonó en el cuello al comandante, Luis Arias Bernal, y le ordenó que emprendiera rumbo a Cuba.
«No podemos -le contestó el piloto- No tenemos ni autonomía ni combustible». El avión, impulsado por dos motores de émbolo, no permitía largos recorridos. Con la carga completa apenas podía recorrer unos 700 u 800 kilómetros.
-Bueno, pues iremos a Albania...
-Tampoco será posible.
-Pues tienen que intentarlo.
-Lo intentaremos, obedeció el piloto, aunque para ello, le convenció Arias Bernal, había que parar a repostar en Zaragoza. Una vez en tierra, siguiendo las indicaciones que recibía por radio, el comandante simuló una avería.
La respuesta del secuestrador intimidó a la tripulación: «Les doy quince minutos para que despeguemos o iniciaré una matanza de la que nadie quedará libre».
Las circunstancias, sin embargo, hacían materialmente imposible que el avión pudiera emprender el vuelo. Al poco de tomar tierra en Zaragoza, a las 21.05 horas, se apagaron todas las luces de las pistas del aeropuerto y éste quedó totalmente a oscuras para evitar el despegue. Además, amparado por la falta de visibilidad, personal de tierra se acercó hasta el avión y desinfló las tres ruedas.
Todas las pistas del aeropuerto habían sido bloqueadas y fuerzas de la Policía y la Guardia Civil se habían desplegado acordonando la zona en espera de que el secuestrador, o los secuestradores (en tierra desconocían si eran varios), tomara una decisión. Con la tripulación y el pasaje a bordo, el avión pronto agotó la batería.
«Si se entregan los atracadores les puede salir un par de años de cárcel, pero si ocurre el más mínimo accidente a los pasajeros o a la tripulación, al amanecer serán fusilados», rezaba el mensaje del general jefe de la III Región Aérea que le fue leído por megáfono.
A través de los altavoces, se invitó a los atracadores (no se sabía entonces cuántos eran) y a los pasajeros a que descendieran del avión.
Pasadas las 00.30 horas, tras casi cuatro horas de angustia, el comandante pidió que les fuera suministrada una batería para poder desplegar la escalerilla. El primero en salir fue el comandante, que dijo: «No pasa nada», para tranquilizar a todos. Detrás le siguió el joven secuestrador que, según la crónica de ABC, «no mostraba miedo ni nerviosismo y apestaba a alcohol». Fue detenido por un capitán de la Guardia Civil y un inspector de la Policía.
Mariano Ventura , el primer piloto aéreo de la historia de España, apenas tenía 18 años. El padre de este joven estudiante madrileño de Informática lo describía como «un muchacho bueno, repito, muy bueno», «de tipo intelectual más bien que aventurero» y que «apenas salía de casa». Sus padres le creían en el cine . ¿Qué le podía haber ocurrido para intentar un secuestro aéreo? Nadie se lo explicaba.
En un pequeño salón de espera se le despojó de la gabardina, la americana y la corbata, así como de la pistola de plástico que apoyó en el cuello del piloto para obligarle a plegarse a sus deseos. El arma de juguete era «una imitación casi perfecta de un modelo de pequeño calibre, de cañón corto, a tambor» que, según testigos de este inusitado episodio, «no podía distinguirse casi de un modelo auténtico». Además, tenía en los bolsillos alrededor de 20 cartuchos del calibre 22, una munición para pistolas de «salón».
«Ventura llevaba su carnet de identidad y un carnet de socio de Real Madrid y al ser cacheado no pudo hallársele el cuchillo de punta redondeada que utilizó al cometer su delito», añadió en su crónica Ricardo Vázquez Prada . Según declararon los testigos, dijo que quería dirigir el avión desde Zaragoza a Marsella para continuar desde allí a Roma y posteriormente a Tirana. Quería pedir asilo político en Albania.
«Al principio estaba nervioso. Luego se mostró más seguro. No parecía un delincuente habitual. A veces parecía que estaba un poco bebido», declaró horas después el comandante.
Algunos de los pasajeros tuvieron que ser atendidos por los servicios médicos del aeropuerto de leves ataques nerviosos y conatos de asfixia, pues al agotarse las baterías del avión había dejado de funcionar el aire acondicionado.
La insensatez del joven concluyó felizmente, sin que hubiera que lamentar ninguna desgracia. Gracias, en buena parte, a la serenidad que mantuvo la azafata, María del Mar Ochoa López, que fue utilizada de rehén en el que fue su primer vuelo.
Ventura fue condenado a seis años de prisión y a indemnizar a Iberia con 17.177 pesetas. «Desdichada suerte la del muchacho que ha jugado a secuestrador, a punta de pistola... de plástico - reflexionaba ABC -. Lo malo de estas pistolas es que causan el mismo efecto de amenaza y amedrentamiento que las pistolas de verdad. Y de verdad han entrado en el juego los que han desbaratado su aventura. Su tonta, su imposible, su ridícula aventura. O mejor, la aventura que ahora, porque nos impresiona inevitablemente saber de qué material era la pistola, parece ridícula, imposible y tonta».
(Según nos ha hecho saber su hija, Cristina Arias, el comandante Luis Arias Bernal, autor del libro «El primer secuestro aéreo español», falleció el pasado 18 de enero víctima del Covid. Nuestro sincero pesar a la familia)