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La obsesión del PSOE con Calvo Sotelo, de nuevo víctima de la Memoria Histórica

El asesinato de José del Castillo, oficial de la Guardia de Asalto, por falangistas el 12 de julio tuvo como respuesta una serie de detenciones ilegales acometidos por escuadrones de militantes de izquierda y de agentes fuera de la ley

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Las nuevas enmiendas al proyecto de Ley de Memoria Democrática del Gobierno incluyen la eliminación de 33 títulos nobiliarios concedidos de 1948 a 1978, entre ellos el del Duque de Calvo Sotelo con Grandeza de España, por «sus vínculos con el golpe de Estado, la dictadura o que puedan contribuir a la exaltación de ambos».

Dado que José Calvo Sotelo ni conoció el golpe, ni la guerra, ni la dictadura, pues había sido asesinado días antes por personas cercanas a círculos socialistas y trasladado su cadáver en un vehículo perteneciente al Estado, existen pocas razones por las que se le pueda incluir en la ley.

José Calvo Sotelo murió justo antes de la Guerra Civil y de la dictadura en un caso que más de ochenta años después sigue plagado de interrogantes. Nacido en Madrid en 1893, este político monárquico ejerció un importante papel en la política económica de la dictadura de Miguel Primo de Rivera y, una vez proclamada la Segunda República, tuvo que exiliarse a Portugal y luego a Francia. Con el bienio cedista regresó y se elevó como uno de los rostros conservadores más reconocidos en el panorama republicano.

El choque en el congreso

Aunque su partido político estaba muy lejos de los apoyos de la CEDA, Calvo Sotelo protagonizó algunos de los debates más mediáticos del periodo contra los líderes de la izquierda. El 16 de junio de 1936, la cabeza de Renovación Española atacó con extrema dureza al Gobierno de Casares Quiroga por su incapacidad para mantener el orden público en la nación: «Habéis ejercido el poder con arbitrariedad; pero además, con absoluta y total ineficacia», como registró al día siguiente ABC.

Entre las muchas frases que dijo aquel día Calvo Sotelo, que solía colaborar en ABC bajo el seudónimo de «Máximo», pronunció una muy candente, que la izquierda consideró una invitación a la insurrección armada: «No creo que exista actualmente en el Ejército español (...) un solo militar dispuesto a sublevarse a favor de la monarquía y en contra de la República. Si lo hubiera sería un loco, lo digo con toda claridad, aunque considero que también sería loco el militar que al frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse a favor de España y en contra de la anarquía, si ésta se produjera».

No obstante, cuando el presidente de la Cámara, Martínez Barrio, le pidió no hacer «invitaciones que fuera de aquí pueden ser mal traducidas», Calvo Sotelo matizó propias palabras:

«(...) he advertido la necesidad absoluta de que se evite que el Ejército pueda descomponerse, pueda disgregarse, pueda desmedularse a virtud de la acción envenenadora que en torno suyo se produce».

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En la refriega parlamentaria, Casares Quiroga lanzó una advertencia con fragancia de amenaza: «Me es lícito decir que después de lo que ha hecho su señoría hoy ante el Parlamento, de cualquier caso que pudiera ocurrir, que no ocurrirá, haré responsable ante el país a su señoría». A lo que el líder monárquico respondió: «Yo tengo, señor Casares Quiroga , anchas espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el gesto de reto y para las palabras de amenaza (...) Me doy por notificado de la amenaza de su señoría. Me ha convertido en sujeto, y por tanto no solo activo sino pasivo, de las responsabilidades que puedan hacer de no sé qué hechos».

El asesinato de José del Castillo, oficial de la Guardia de Asalto, por falangistas el 12 de julio tuvo como respuesta una serie de detenciones ilegales acometidos por escuadrones de militantes de izquierda y de agentes fuera de la ley. Tras detener a varios falangistas, estos se propusieron detener a Gil-Robles, líder de la CEDA, pero éste se encontraba en Biarritz. La alternativa fue Calvo Sotelo, al que fue a buscar a su casa de madrugada un grupo de pistoleros encabezado por el militar insurrecto en 1934 y rehabilitado por el Frente Popular Fernando Condés. Al político monárquico, en pijama, le intentaron convencer de que se trataba de una convocatoria urgente para acudir a la Dirección General de Seguridad y se identificaron como agente de Policía. Finalmente accedió a ir por su propia voluntad en una camioneta que pertenecía a la Guardia de Asalto.

«Una camioneta […] había ido a detener a Calvo Sotelo, a su domicilio. Iban a llevarlo a la Dirección General de Seguridad, pero en el camino uno de los acompañantes había disparado a quemarropa sobre él, matándolo», explicó en sus memorias el general Manuel Tagüeña. Apenas llevaban doscientos metros recorridos cuando uno de los militantes socialistas, Luis Cuenca, guardaespaldas del socialista Indalecio Prieto, le disparó dos tiros en la nuca. Su cadáver fue arrojado a las puertas de la morgue del cementerio de la Almudena, que no fue encontrado hasta media mañana del día siguiente.

Una herida de bala en el ojo izquierdo

El día 14 de julio de 1936, ABC tituló «En la madrugada de ayer fue asesinado en Madrid, don José Calvo Sotelo», seguido de un largo especial dedicado a un político que escribía en el diario de forma habitual sobre temas económicos. Al conocerse la noticia de que había sido llevado al cementerio, uno de los redactores del periodico intentó identificarlo, pero la Policía municipal le impidió el acceso . «El cadáver, según nuestras noticias, presenta una herida de bala en el ojo izquierdo. La americana la tiene echada hacia atrás, y en forma, tal que da la sensación de que los agresores se la pusieron de tal forma para impedirle todo movimiento de los brazos en el momento de cometer la agresión», explicaba ABC.

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Ya en ese día agentes pertenecientes a la Primera Brigada de Investigación Criminal practicaron diligencias que dieron por resultado la detención del conductor de la camioneta y de varios individuos que fueron trasladados al juzgado. Además de los tres arrestados, las investigaciones policiales dieron pronto con la camioneta llena de manchas de sangre y con una estela nada discreta por Madrid.

ABC recogió el curioso y poco conocido testimonio del conde de Arcentales: «Dicho señor manifestó allí primero a algunos amigos que poco antes de las tres de la madrugada vio en la calle de Alcalá una camioneta que parece que es a la que se hace referencia, camioneta que le infundió algunas sospechas, por lo que emprendió su persecución en el automóvil en que iba. Desde la camioneta hicieron algunos disparos contra el conde de Arcentales, el cual, según parece, tuvo que cesar por este motivo en la persecución del vehículo».