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La niña que cada cinco días mataba a un hermano

Piedad, de 12 años, envenenó a los cuatro pequeños de su familia en Murcia, agobiada por tener que cuidar de ellos

Piedad Martínez, la niña de 12 años que mató a cuatro de sus hermanos
Piedad Martínez, la niña de 12 años que mató a cuatro de sus hermanos - Álvaro García Pelayo
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Cuando el 4 de diciembre de 1965 falleció en Murcia la pequeña María del Carmen Martínez, de apenas once meses, el médico que acudió al domicilio familiar creyó que se había debido a una meningitis. Y lo mismo certificó cuando cinco días después murió Mariano, de dos años. Pero tras la tercera muerte, el 14 del mismo mes, de Fuensanta, de 4 años, saltó la alarma y tanto el matrimonio Martínez Pérez como sus otros siete hijos fueron recluidos en el Hospital Provincial para ser sometidos a observación. ¿Qué podía haber ocurrido para que los tres hermanos de corta edad hubieran muerto en el plazo de diez días de forma tan fulminante?

Se especuló con alguna intoxicación alimentaria o algún tóxico al que la familia fuera alérgica y con la existencia de un foco de meningitis y se llegó a investigar entre los demás vecinos del Carril de la Farola, donde residía esta familia numerosa, en busca de otros posibles casos entre menores.

Sin resultados. Tampoco el resto de la familia presentaba ningún síntoma, así que el albañil Andrés Martínez del Águila y su esposa Antonia Pérez, que estaba embarazada de siete meses, regresaron a casa con sus hijos por Navidad. Aún se desconocía la causa del repentino fallecimiento de los niños, pero aquellas eran fechas para pasar en familia, se pensaba. La tragedia parecía haber quedado atrás. Por desgracia, no fue así. Apenas habían pasado unos días cuando el 4 de enero de 1966 moría el más pequeño de los supervivientes, Andrés, de cinco años. Había desayunado pan con manteca y media naranja y se había puesto a jugar por la casa, pero al poco se sintió indispuesto. Ese mismo día falleció.

En el Hospital Provincial de Murcia, la familia ocupaba una habitación con cinco camas+ info
En el Hospital Provincial de Murcia, la familia ocupaba una habitación con cinco camas

Como a los otros tres difuntos, se le practicó la autopsia y se envió una muestra de sus restos a Madrid para que un examen toxicológico, mientras sus padres y los otros seis hermanos volvían de nuevo al hospital. Allí acudió a verles Francisco Umbral, como enviado especial de ABC. Ocupaban una única habitación con cinco camas. «Los padres tienen en el rostro una triste resignación y en la cabeza, dando vueltas, muchas preguntas que esperan respuesta. Para los niños, entre "tebeos" y muñecos, las horas pasan más rápidas. Ellos no alcanzan a comprender muy bien lo que ocurre. Es la tragedia de la muerte sobre la de la pobreza», escribió el entonces joven reportero.

Cuando se imprimió su reportaje en «Blanco y Negro» aún no se conocían los resultados de los análisis, pero para Umbral el silencio de Toxicología «no podía ser más elocuente». Horas antes de que la revista llegara a los quioscos se confirmarían sus sospechas. Los cuatro niños fueron envenenados con un fuerte tóxico que les fue administrado. El juez, que había adelantado a Umbral la apertura de un sumario, ordenó la detención provisional de los padres. Martínez del Águila fue llevado al Centro Psiquiátrico de El Palmar junto con los hijos varones y su mujer, en avanzado estado de gestación, a la Maternidad del Hospital Provincial de San Juan de Dios junto a las niñas.

Mientras, en la prensa, las hipótesis se multiplicaban. Se hablaba de la posible implicación de un «tercer hombre», una mente criminal capaz de administrar la dosis exacta de veneno para provocar las muertes y que éstas parecieran haber ocurrido por causas naturales. Pero, ¿por qué habrían sido envenenados los niños?, se preguntaba la gente sin hallar respuesta. También se especulaba con que se había usado cianuro, un tóxico enérgico y de fácil adquisición. «La palabra cianuro encaja perfectamente con la palabra probable», indicaba Francisco Capote en su crónica.

El 24 de enero, terminadas las investigaciones y análisis médicos, trascendía que el veneno utilizado había sido «DDT» y cianuro potásico mezclados con Neofil y Cruz Verde, que había sido dado a los niños con los alimentos. El juez dictó auto de procesamiento y prisión contra el matrimonio y sus hijos quedaron bajo la tutela de la Junta Provincial de Protección de Menores. Todos, salvo Piedad, de 12 años, que fue puesta a disposición del Tribunal Tutelar de Menores.

Piedad deja los tebeos para sonreír a Francisco Umbral. En primer término, Cristina, convertida en la menor tras las muerte+ info
Piedad deja los tebeos para sonreír a Francisco Umbral. En primer término, Cristina, convertida en la menor tras las muerte

«Piedad es personaje de excepción en esta historia», había escrito días antes Umbral. La niña había visto morir a sus cuatro hermanos de forma sucesiva. Era la único testigo.

Cuando el periodista la vio en el hospital provincial estaba acostada en la cama. «¿Qué le pasa a esta niña?», preguntó.

-«Que quiere ser mujer» -respondió el padre.

«Piedad es casi guapa. Una mellita graciosa le separa los dientes centrales. "Una niña, aunque tenga tanto cuerpo", ha dicho en algún momento el padre. Doce años. Piedad, la niña de luto. Me sonríe y deja sus tebeos», continuaba Umbral, que quiso asomarse a sus ojos como al fondo del enigma mientras le preguntaba si no se aburría en aquella habitación.

«Leo tebeos. Me han traído veinte tebeos», le contestó. Los otros hermanos andaban en torno a la cama y se los cogían. «Piedad les riñe con autoridad de madrecita en flor», escribió Umbral.

Primera página del reportaje que firmó Francisco Umbral en «Blanco y Negro» el 22 de enero de 1966+ info
Primera página del reportaje que firmó Francisco Umbral en «Blanco y Negro» el 22 de enero de 1966

Conforme avanzaron las pesquisas, la figura de Piedad fue agrandándose hasta convertirse en la protagonista de aquella terrible tragedia. Agobiada por tener que cuidar de sus hermanos pequeños mientras sus padres trabajaban, la niña los había envenenado mezclando en la leche insecticida y las pastillas que utilizaba para sacar brillo a los metales.

Piedad acabó confesando que había sido ella quien había matado a los cuatro, aunque acusó falsamente a su madre de haberle ordenado la muerte de los tres primeros. Su padre salió en libertad en marzo, pero su madre, que dio a luz durante su reclusión, tuvo que esperar dos meses más, hasta que se demostró que la niña mentía. El informe psiquiátrico reveló que padecía una psicopatía.

Al ser menor de edad, Piedad quedó ingresada en el centro de Las Oblatas y pronto la prensa se olvidó de la familia Martínez Pérez. «Quizá les vaya mejor algún día -escribía Cándido-. Entonces será el momento de volver a ellos con el único objeto de evitar la conversación que nunca querrían sostener». De seguir con vida, Piedad tendrá hoy 66 años.

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