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La investigación sobre la explosión del «Maine» en Cuba: «Los españoles nada tuvieron que ver»

ABC relató un esfuerzo diplomático «in extremis» para frenar la guerra entre Estados Unidos y España

Fotografía del acorazado de la marina de los Estados Unidos, «Maine», tras la explosión+ info
Fotografía del acorazado de la marina de los Estados Unidos, «Maine», tras la explosión
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«El acorazado de los Estados Unidos "Maine", destruido en la bahía de La Habana en Febrero de 1898, con pérdida de muchas vidas, fue volado por una explosión interna, y cuando el buque sea levantado del fondo de la bahía se verá que los españoles en Cuba absolutamente nada tuvieron que ver con la destrucción del buque. Esta es la opinión de los oficiales del departamento de Guerra, basada en los informes suministrados a ellos por oficiales del Ejército, que se ocupan en la extracción del enmohecido casco.

Personas llegadas últimamente de Washington y que tienen completo conocimiento de las obras del levantamiento del acorazado, según se sabe, convienen en que la destrucción del "Maine" fue debida a la explosión de uno de los compartimentos herméticamente cerrados que se usaban para almacenar las municiones.

Esta teoría nace de los hechos ya desarrollados. Se ha hallado que en el fango que rodea el casco del Maine hay una gran cantidad de carbón. También se han hallado huesos humanos fuera del casco. Esto, se cree, es prueba de que no pudo usarse fuerza exterior para volar el buque».

El buque de guerra «Maine» en una fotografía de 1896+ info
El buque de guerra «Maine» en una fotografía de 1896

ABC recogía en enero de 1910 los resultados de las investigaciones oficiales de la catástrofe del «Maine», según lo publicado en «The New York Times». Se confirmaba entonces algo que muchos defendieron en 1898: que España no estaba implicada en la voladura del acorazado que precipitó la declaración de guerra de Estados Unidos.

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El 26 de febrero de aquel aciago 1898, «Blanco y Negro» había dado cuenta de la explosión del «Maine» apuntando a que el suceso había sido «casual a todas luces». Los informes periciales dados por los buzos después de reconocer los restos del buque «robustecen la versión que desde el primer momento dieron todos los españoles: sólo un accidente casual e interior pudo producir catástrofe tan horrible en barco tan bien defendido de agentes exteriores como lo era el acorazado norteamericano», explicaba. La posibilidad de que el Gobierno de EE.UU. hubiera provocado la explosión para tener así una excusa para entrar en guerra contra España no fue siquiera considerada por la revista. Tal vez porque de los 355 tripulantes, murieron 254 marineros y dos oficiales estadounidenses.

Reconocía, sin embargo, que el suceso «no podía ocurrir en época peor». «Nuestras relaciones con los Estados Unidos eran tirantes como nunca, no sólo a consecuencia del incidente Dupuy de Lome, sino por la misma presencia del barco norteamericano en la Habana; teníase por seguro que la prensa jingoísta sacaría del suceso todo el partido posible; estaba próxima la llegada a Nueva York de nuestro crucero "Vizcaya", que podía ser objeto de cualquiera manifestación peligrosa por parte del exaltado populacho norteamericano, y, en fin, las propias fiestas del Carnaval podían dar margen en Madrid o en provincias a cualquier incidente que, empezando en broma carnavalesca, acabase en serio conflicto internacional».

Madrid, febrero de 1898. El consulado de Estados Unidos en Madrid, custodiado por la Guardia Civil, tras la explosión del Maine en la Habana.+ info
Madrid, febrero de 1898. El consulado de Estados Unidos en Madrid, custodiado por la Guardia Civil, tras la explosión del Maine en la Habana. - Irigoyen

A diez días de la explosión del «Maine», nada de aquello había sucedido y «Blanco y Negro» creía, erróneamente, que los densos nubarrones habían quedado atrás. «El Gobierno yankee no se ha dejado llevar por los "jingos"», decía sin saber que poco después informaría sobre la guerra.

Un arreglo fallido

Según se publicó en 1910, hubo un intento diplomático «in extremis» para evitar la contienda. Al menos, así lo explicó al New York Herald un íntimo amigo del entonces embajador inglés en Washington, sir William Pauncefote. El británico Moreton Frewner declaró que en 1905 asistió a una comida en casa del senador Henry Cabot Lodge en la que coincidió con el político y diplomático Wayne Mc Veagh y con George B. McClellan, alcalde de Nueva York. La conversación recayó sobre la guerra hispano-estadounidense y Mc Veagh refirió lo siguiente:

William Mc Kinley, presidente de los Estados Unidos+ info
William Mc Kinley, presidente de los Estados Unidos

«El viernes anterior a la declaración de guerra estuve en Casa Blanca a visitar al presidente Mc Kinkey, a quien encontré gravemente preocupado. "La excitación pública -me dijo- nos llevará a la guerra inevitablemente. No estamos preparados. España debe estar prevenida desde hace tiempo para tal contingencia. Nos encontramos en un conflicto más grave de lo que puede suponerse. Yo no sé qué partido tomar".

Al enterarme de los apuros de Mc Kinley, contesté ofreciendo una solución aceptable. "Haga usted lo que guste", me replicó el presidente con tono que revelaba cierta desconfianza en el resultado.

Acto continuo, redacté un telegrama dirigido al Gobierno de Madrid, y en el que formulaba tres pretensiones, a saber:

1. Que en lo sucesivo, las relaciones entre España y Cuba fuesen similares a las existentes entre Inglaterra y el Canadá.

2. Que se nombrase un Tribunal internacional encargado de dilucidar el asunto de la voladura del "Maine".

3. Que se concediese un armisticio de seis meses a los insurgentes.

Mc Kinley lo leyó y firmó, diciendo al mismo tiempo: "No tengo la menor esperanza de arreglo. España es un pueblo orgulloso y de ningún modo querrá acceder. Iremos a la guerra, sin remedio".

Al día inmediato, por la noche, recibimos la contestación del Ministerio español. España consentía en lo propuesto, con pequeñas modificaciones encaminadas a dar una forma decorosa al convenio».

Estas palabras de Mc Veagh fueron completadas por el senador Lodge. «El senador Davis, presidente del Comité de Relaciones Extranjeras, y yo fuimos a Casa Blanca el lunes por la mañana. Vimos el telegrama y la respuesta dada por el Gobierno español. Yo expuse la opinión de que el Congreso no se declararía satisfecho con aquel arreglo. España debía renunciar a toda soberanía en territorio americano, pues las páginas de su historia respecto al Nuevo Mundo estaban plagadas de horrores y de excesos. El pueblo yanqui esperaba con toda urgencia un enérgico veredicto contra ese país.

Santiago de Cuba (Cuba), 03/07/1898. Guerra de Cuba. La escuadra del almirante Cervera sucumbe ante la escuadra norteamericana del almirante Sampson.+ info
Santiago de Cuba (Cuba), 03/07/1898. Guerra de Cuba. La escuadra del almirante Cervera sucumbe ante la escuadra norteamericana del almirante Sampson.

Oyendo mis palabras -continuó Lodge-, el presidente me interrumpió con un ademán. "Esperaba su objeción, senador", dijo Mc Kinkey, oprimiendo el botón de un timbre. Apenas sonó éste, presentóse un secretario trayendo un pliego. "Vean ustedes lo que voy a transmitir ahora mismo", añadió el presidente mostrándonos el documento. Era la categórica exigencia de que España evacuase las Antillas sin dilación de ninguna especie.

El senador Davis y yo salimos con dirección al Capitolio. En sesión secreta notificamos a nuestros colegas que se acababa de cablegrafiar un ultimátum al Gobierno español.

Transcurrió el martes sin que llegase la respuesta. Pasó el miércoles, y el Gabinete de Madrid persistió en su mutismo. Entonces, suponiendo que España retardaba su contestación para hacer entre tanto sus preparativos bélicos, nos apresuramos a romper las hostilidades.

Mucho tiempo después hemos sabido con sorpresa que el famoso ultimátum no salió jamás de las manos de Mac Kinley», finalizó el senador.

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