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El fantasma revive en Ucrania: el mito de los suicidios masivos de generales soviéticos en la IIGM

A pesar de que las películas han generalizado la idea de que fueron decenas los oficiales rusos que se quitaron la vida durante la Operación Barbarroja, las cifras siguen siendo enigmáticas

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Un oficial soviético carga contra el enemigo mientras arenga a sus tropas
Un oficial soviético carga contra el enemigo mientras arenga a sus tropas - ABC
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La anécdota navegaba entre el honor del samurái y el pavor a la poco magnánima Madre Rusia. A los 67 años, el Presidente del Consejo de Ministros de la URSS Nikita Khrushchev endulzó los oídos de los políticos occidentales que le rodeaban con una historia que se había guardado para sí durante décadas. Evocaba los días más turbios de la Operación Barbarroja, la invasión nazi en 1941, y a un comisario político joven, bien parecido y con bigotillo a lo Iósif Stalin; un tal Nikolai Vashugin. El tipo en cuestión se había empecinado en dirigir una ofensiva absurda desde Ucrania hacia Polonia que había terminado en desastre. A la vuelta, una mezcla de vergüenza y miedo le atenazaban.

Khrushchev, entonces un enviado más del Camarada Supremo a la extrema vanguardia para poner orden, fue quien habló con él.

Aunque cuesta saber si en persona o a través del teléfono. Versiones sobre el hecho hay para tomar y regalar. Parece ser que andaba desesperado, la voz le temblaba y estaba convencido de que la ' Blitzkrieg' del Tercer Reich no tardaría en pasar por encima de las defensas establecidas en la Unión Soviética. Más allá de si uno andaba en el frente y el otro en la trinchera, o lo que diantres fuera, para el presidente la chanza se hallaba en las breves palabras que había compartido con el comisario político.

–Todo está perdido, pasará lo mismo que en Francia y Polonia. Este es el final. No soy el culpable de la derrota del cuerpo mecanizado. Me voy a pegar un tiro.

–¿Perdona, qué estás diciendo?

–No puedo...

–¿Por qué no dejas de decir tonterías? Si has decidido pegarte un tiro, ¿a qué estás esperando?

El presidente remató la anécdota de forma efusiva. «Antes de que pudiera decirle nada más, se suicidó ante mis propios ojos». El historiador e investigador Laurence Rees, un veterano de la divulgación de la Segunda Guerra Mundial, afirma en sus ensayos que ambos se hallaban cara a cara y que Vashugin cayó, después de que se le esfumara la vida, frente al emisario de Stalin. La escena podría estar sacada de cualquier película moderna sobre conflicto; el enésimo tópico extendido por largometrajes como 'Enemigo a las puertas', de Jude Law. Pero la verdad histórica se halla lejos de ese mito más allá de que, estos días, haya pasado algo similar en Ucrania.

Pocos datos

La obra 'Fallen Soviet Generals: Soviet General Officers Killed in Battle, 1941-1945' recoge solo cuatro casos de suicidio de mandameses rusos en toda la Segunda Guerra Mundial de un total de casi medio millar de altos oficiales caídos en combate (421 generales y 7 comisarios políticos). El primero es «I. I. Larin, miembro del Consejo Militar del Segundo Ejército de Guardias». A este le siguen Anisov, al frente del 57 Ejército, que «se quitó la vida antes de ser capturado». En tercer lugar, la investigación señala también el caso de A. A. Zhukov, a cargo de las defensas navales de Leningrado.

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La bandera nazi deja de ondear en el Reich - ABC

El ensayo 'Sacrifice of the Generals: Soviet Senior Officer Losses, 1939-1953' es más concienzudo. En el mismo, el investigador Michael Parrish recoge los nombres y las muertes de los oficiales soviéticos que cayeron desde que comenzó la Gran Guerra Patria, como la denominó la URSS, hasta la muerte de Stalin. Y sus datos son más abultados que los de su colega. En sus palabras, una veintena de altos oficiales «cometieron suicidio» después de haber perdido un enfrentamiento o haber llevado a sus tropas hasta la muerte. Y deja una decena más en duda. Con todo, se desconoce si fue por propia voluntad o porque se lo 'aconsejaron' desde altas cúpulas.

Las cifras se hallan a caballo entre el mito y la realidad. De lo que sí podemos estar seguros es de que el número fue mucho más abultado que el de los altos oficiales alemanes que decidieron acabar con su vida durante la guerra en el Este. Entre el 22 de junio de 1939 (cuando comenzó la Operación Barbarroja) y el 21 de junio de 1944 (con el comienzo de la Operación Bagration), se calcula que un mínimo de seis oficiales teutones se suicidaron: Konrad von Cohenhausen, Friedrich Kammel, Josef Ebbert, Arno Jaar, Richard Stempel y Gunther Angern. Algunos como Von Paulus lo intentaron cuando se vieron rodeados, pero Hitler se lo impidió.

Curioso ejemplo

Las dos obras analizan el caso de Vashugin. Normal, pues fue el más mediático. Este curioso personaje fue alumbrado el 18 de abril del 1900 y no tardó en unirse a las filas del Ejército Rojo. Allí ascendió a la velocidad del rayo y se ganó un hueco entre los militares más ideologizados del país. Hasta tal punto, que Constantine Pleshakov, autor de 'Stalin's Folly: The Tragic First Ten Days of World War II on the Eastern Front' le adjudica un papel en las purgas que el Camarada Supremo acometió a partir de los años treinta. Además, había participado en la Guerra Civil rusa y en la invasión de Finlandia.

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Los aviones alemanes en picado sobre la típica costa entre el Nieper y Crimea - ABC

En la Segunda Guerra Mundial, este oficial seguía igual de fanático, vanidoso y altivo cuando las tropas alemanas penetraron en Rusia el 22 de junio de 1941. En palabras de Rees, ese mismo día el Ejército Rojo recibió la famosa 'Directiva número 3'; una alocada orden en la que obligaba a sus hombres a iniciar un ataque en dirección a Lublin. «En el frente, se ordenó a las unidades del general Kirponos que rodearan y destruyeran a los germanos que habían tomado sus posiciones y avanzaran hacia una ciudad polaca ubicada muy por detrás de las líneas nazis», desvela Rees en su ensayo.

Kirponos consideró aquello como una soberana estupidez. Sin embargo, Vashugin no estaba dispuesto a desobedecer. Con las líneas de comunicación cortadas, los teléfonos caídos y sin posibilidad de recibir más órdenes, el comisario político obligó a su colega a cumplir la misión que se le había asignado. Así, nuestro protagonista se puso al mando del 8º Cuerpo Mecanizado y se lanzó de bruces contra las líneas de Adolf Hitler. El resultado fue el esperable: tras hacerse con algunas posiciones en vanguardia, los carros de combate fueron rodeados y aplastados por las tropas del Tercer Reich. Después se sucedió el episodio con Khrushchev, enviado junto a Georgy Zhukov para organizar la defensa.

Pocos suicidios en la prensa

Cuesta rastrear la huella de los presuntos suicidios de altos oficiales rusos en la prensa. ABC, testigo del conflicto a través de sus corresponsales, apenas alberga una página en la que se hace referencia a ellos. Y, además, fue publicada en febrero de 1941, cuatro meses antes de que los panzer atravesaran las fronteras de la Unión Soviética: «En un hotel de Washington ha aparecido muerto el general ruso Walter Krivitsky, antiguo jefe de la policía secreta en Europa occidental. El drama tiene los perfiles tenebrosos del comunismo. ¿Se ha suicidado, como asegura un raro papel encontrado en su habitación, o ha sido asesinado?».

Nikita Kruschev+ info
Nikita Kruschev - ABC

El caso de Krivitsky se asemejaba al de otros tantos disidentes que habían dado la espalda al Camarada Supremo, pero poco tenía que ver con ese suicidio ceremonial tan recurrente en las películas. «La quiebra de su vida, por lo visto, ha sido su enemistad con Stalin, surgida en los primeros días del año 1939, porque antes gozaba de tal modo de la confianza del dictador que fue encargado por este de misiones especialísimas, entre ellas, la de organizar la revolución soviética en la Península Ibérica», explicaba ABC. El periódico apuntaba también su posible desfalco durante la «salida del oro de España» en plena Guerra Civil; una sospecha que le hizo caer en desgracia.

«Las depuraciones de Stalin en el año 38, sobre todo contra quienes conocían la salida de oro, le hicieron temer por su vida y se refugió en el Canadá. Allí empezó a escribir sus memorias, de enorme interés, porque ponían al descubierto la trama de muchos hechos cuyas causas parecían un misterio», desvelaba ABC. Entre las mismas sobresalían la creación de las 'checas' en España, la simulación de la compra de varios navíos para transportar armas a la península –algo más falso que un rublo de madera–, las intrigas para derribar de la poltrona a Largo Caballero por el amante de Rusia Juan Negrín o la represión contra los grupos contrarios a la revolución soviética.

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