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El falso bisnieto del zar Nicolás II desenmascarado en Madrid

Alexis Durassov d'Anjou fue muy popular en los años 80. Decía ser el heredero de la Corona de Rusia y rey de Ucrania

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Alexis Durassov en su casa de Madrid
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Decía llamarse Alexis Vasilievich Durassow d'Anjou Dolgoruky Chichkov Romanov, duque de Durazzo y jefe de la Casa de Anjou por su padre, y se presentaba como zarevich y heredero de la Corona de Rusia, así como volodar (rey) de Ucrania. Para ello exhibía un testamento de su abuela que, según afirmaba era nada menos que la gran duquesa María, hija del zar Nicolás II. En enero de 1980, cuando su nombre saltó a los medios de comunicación, aún no habían sido descubiertos los restos de la familia imperial rusa en un bosque cercano a Ekaterimburgo y circulaban mil y un historias sobre el destino que habían seguido las herederas del zar.

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Una investigación llevada a cabo por los periodistas británicos Anthony Summers y Thomas Mangold, publicada por aquel entonces español con el título «Expediente sobre el Zar», aseguraba que en la trágica noche del 16 al 17 de julio murieron ejecutados Nicolás II y su heredero, el zarevich Alexei, pero no la zarina y sus hijas, que se habían salvado y habían sido trasladadas a Perm.

Alexis Durassow decía ser el descendiente de María, quien, según su relato, se había casado con Nicolás Dolgoruky, rey de Ucrania. Fruto de este enlace había nacido su madre, Olga, que contrajo matrimonio con Basil, príncipe de Anjou y duque de Durazzo.

«Mi silencio hasta ahora fue por respetar la voluntad de mi abuela, que murió en Roma en 1970, dejando dos documentos: una declaración por la cual me nombra Zarevich y heredero del trono de Rusia, y un testamento con orden de abrirlo diez años después», explicó Alexis Durassov en una entrevista con la agencia Efe que reprodujo la revista «Blanco y Negro». Los documentos que probaban su identidad se encontraban en Roma, según este pretendido heredero de la Corona rusa que incluso aseguraba conservar recuerdos de la gran duquesa María. «No le gustaba evocar Ekaterimburgo, ni Perm, a donde fue trasladada con su madre, la Zarina, y sus hermanas. De hecho, el trauma fue tan grande para todas que Anastasia, la más pequeña, quedó entonces desequilibrada», afirmaba.

Su apartamento de Madrid estaba lleno de fotografías de la familia imperial rusa, que mostraba orgulloso mientras hablaba de ella como si fuera la suya. Diversos medios de comunicación se hicieron eco de la historia de este personaje y especularon con la posibilidad de que las mujeres de la familia real rusa hubieran sobrevivido a la matanza de Ekaterimburgo. Pero pocos días después se conocía la noticia de que el jefe de la Casa Romanov en España, el gran duque Wladimiro, descendiente de uno de los hermanos del zar, lo había denunciado por utilización indebida de nombre y falsificación de documentos.

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«La denuncia se basa en que el presunto descendiente de los zares es, según su partida de nacimiento, un luxemburgués llamado Alexis Brimeyer que, en su ya dilatada historia como impostor internacional, se ha hecho pasar sucesivamente por Príncipe de Bizancio, Príncipe Kheven-Hulher-Absdenberg y ciudadano principal de la isla artificial de Seeland, que actualmente es una base militar británica», informaba ABC.

A la redacción de «Blanco y Negro» habían llegado una serie de documentos que acusaban al «nuevo Romanov» de impostor y farsante. Según estos escritos, el príncipe de Anjou, duque de Durassov, de quien Alexis se declaraba hijo, había muerto en Roma sin descendencia. Señalaban además que este joven de nacionalidad luxemburguesa, nacido en 1946 en Costermanville (República Democrática del Congo), había sido condenado en Bélgica en 1971 por suplantación de personalidad y uso indebido de títulos nobiliarios que no le correspondían.

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Ostentando un falso título, había conseguido frecuentar los salones de la nobleza e introducirse en algunas grandes compañías, cuando no poseía estudios ni tenía parientes que figuraran en el Gotha, el almanaque oficial genealógico de las casas reales del mundo. En realidad vivía de una modesta renta que le concedía un tío suyo desde los 21 años.

«Uno de los aspectos más apetecibles de todos los que reclaman la descendencia directa de los zares de Rusia es la enorme fortuna que los zares poseían en Inglaterra y que hasta ahora no ha sido adjudicada», explicaba Blanco y Negro.

Alexis Brimeyer

En realidad era hijo de un ingeniero luxemburgués, Víctor Brimeyer, y de Beatriz Difonzo, hija de un oficial de marina. A los dos meses de nacer, sus padres se divorciaron y su madre se volvió a casar después con Fernando Fabry y posteriormente con un señor que decía apellidarse nada menos que Borbón-Condé.

Juan Balansó explicaba que el pequeño Alejo «se creó desde muy pronto un frondoso árbol genealógico en el jardín de su imaginación». Hacia 1966 se hacía llamar «príncipe de Kevenhiller» y cuando la auténtica familia Kevenhüller le amenazó con un juicio, abandonó este título para firmar como Romanov-Dolgoruki, provisto de un pintoresco pasaporte de la isla de Seeland.

A raíz de la condena del tribunal belga, huyó a Atenas, donde se presentaba con rango imperial como descendiente de los emperadores de Bizancio y de ahí pasó a España, como hijo de un duque de Durazzo que en realidad murió soltero y sin descendencia.

El polémico pretendiente a tan variados tronos publicó en 1982 un libro titulado «Yo, Alexis, bisnieto del zar» y diez años después su nombre volvió a salir a la luz, cuando una delegación de nacionalistas serbios extremistas le ofreció la Corona de Serbia.

Por entonces, escribió una carta a ABC en la que se reafirmaba en sus títulos y que firmaba como «Alexis de Anjou de Borbón-Condé y Romanov-Dolgorouky. Por derecho de sucesión y por la voluntad nacional Príncipe heredero de Serbia». Este diario añadió una nota de la redacción en la que avisaba que publicaba la carta «conforme al espíritu liberal que informa nuestro periódico». Y añadía: «ABC ya ha publicado documentación suficiente sobre Alexis de Anjou para que el lector tenga una idea cabal de quién es este personaje».

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