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La espantosa catástrofe de la mina Araceli

Una veintena de mineros murieron asfixiados hace un siglo durante un incendio en la explotación minera de La Carolina

El público ante la entrada del pozo de la mina Araceli, momentos antes de ser extraídos los cadávares de algunos de los mineros fallecidos+ info
El público ante la entrada del pozo de la mina Araceli, momentos antes de ser extraídos los cadávares de algunos de los mineros fallecidos
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La tarde del 8 de enero de 1921 ocurrió un accidente que provocó un incendio en la mina «Araceli» en las proximidades de La Carolina, Jaén. En la galería novena del pozo se hallaban 37 obreros confeccionando una mecha de dinamita para proceder a la pega de los barrenos de las galerías novena y décima. Terminada la operación, un minero arrojó un pedacito de mecha encendida a una calderilla de la planta décima, en la cual debía de haber materias explosivas, ya que al poco estalló un espantoso incendio que avanzó con extraordinaria rapidez y a través del cable engrasado que unía las dos galerías llegó hasta la novena, donde se encontraban los 37 mineros.

Catorce de estos hombres consiguieron ascender hasta la calle en una jaula.

Salieron casi asfixiados. Los demás, por desgracia, quedaron en el interior y perecieron.

Mientras tanto, el fuego destruyó los maderos que sostenían las galerías a lo que se añadió la explosión de los barrenos que estaban preparando los mineros. Una terrible explosión dejó el pozo cegado por los escombros.

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Los pueblos cercanos de La Carolina, Baños de la Encina y Guarromán, de donde procedían los mineros de la «Araceli» vivieron conmocionados el accidente. Se tardaron varias días en extraer los cadáveres de los fallecidos. Con muchas dificultades, la brigada de salvamento de Peñarroya, dirigida por los ingenieros Arriola, Calleja y Portuondo, consiguió llegar hasta la novena galería.

Se abrió una suscripción para las familias de las víctimas, la mayoría de las cuales perdieron con su familiar el sustento.

Conquistadores del mendrugo de pan

«Entre todos los sucesos de los últimos días he ahí esos dos, terriblemente trágicos: el naufragio del Santa Isabel y el incendio en la mina Araceli - escribió entonces Wenceslao Fernández Flórez-. Los dos son accidentes del trabajo humano. Los emigrantes que conducía el buque y que murieron en lo profundo de las aguas y los mineros que encontraron la muerte en lo profundo de la tierra eran humildes conquistadores del mendrugo de pan».

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Al reputado escritor le resultaba imposible decidir cuál de las dos muertes fue más espantosa y cuál de los pánicos más terrible, pero veía «algún remoto parecido» en ambos dramas. «Asido al mástil que va desapareciendo lentamente en el mar o luchando con fuerzas cada vez más débiles entre las olas, el náufrago sentiría la hostil inmensidad del mar, la lejanía funesta de la tierra salvadora; como el minero, reducido en la galería medio desmoronada que el humo y el ácido carbónico iban invadiendo, advertiría el cerco de la tierra, la lejanía del claro cielo y del aire vivificante. En esa inenarrable desesperación en que los náufragos luchan por asirse a algo y en que los enterrados vivos desgastan y ensangrientan sus dedos arañando la tierra, el sufrimiento humano debe alcanzar su máximo límite».

El ayuntamiento de La Carolina rehabilitó hace unos años el monolito que recuerda en el cementerio municipal la muerte de estos 23 mineros. La tumba colectiva recoge los restos que pudieron salvar los equipos de rescate.

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