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La entrevista exclusiva con Benedicto XV en plena IGM: «¡La guerra es terrible! Mejor mil veces la neutralidad»

El Papa mostró su honda preocupación por la entrada de Italia en la contienda, que alejaba sus esperanzas de un pronto final: «¡La paz ha huido de Europa!»

Su Santidad el Papa Benedicto XV+ info
Su Santidad el Papa Benedicto XV
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En plena Gran Guerra, el periodista de ABC José Juan Cadenas entrevistó en Roma a uno de los personajes destacados en aquel complicado escenario mundial. La elección del cardenal Santiago Della Chiesa como Papa en 1914 había coincidido con la movilización de tropas en Europa y desde el primer momento, Benedicto XV se había esforzado con ahínco en conseguir la paz, convencido de que la Primera Guerra Mundial era «el suicidio de la Europa Civilizada».

El 6 de junio de 1915, cuando recibió al corresponsal de este periódico en audiencia privada, corrían rumores de que el Pontífice podía verse obligado a abandonar el Vaticano e Italia. Eran habladurías, pero tenían algo de fundamento ya que la entrada de Italia en la guerra colocaba a la Santa Sede en una situación delicada, al entorpecer y dificultar las relaciones del Pontífice con los embajadores de las naciones beligerantes.

«Llegará un momento en el que el Vaticano se encontrará aislado, sin comunicación directa con los Gobiernos extranjeros, sometido al rigor de la censura oficial, que interceptará todas las claves, todos los despachos, todas las negociaciones de la Santa Sede con el orbe católico», pronosticó Cadenas.

Tras un primer intercambio de palabras de cortesía, el periodista de ABC pudo conversar de este y otros temas con el Santo Padre, al que describió así: «Benedicto XV es de regular estatura, fuerte, musculoso... Sus cabellos, negros aún, comienzan a blanquear por las sienes, adquiriendo ese tono que los franceses llaman "poivre et sel"... Sus ojos miran serenos, grandes, abiertos, un poco vagos, a través de los redondos cristales de unas gafas bordeadas de concha».

En castellano

El Papa le condujo a su sala-despacho, cuyas paredes estaban atestadas de libros y en las tres grandes meses colocadas en el centro se desbordaban los papeles. Benedicto XV se instaló en gran sillón dorado e invitó al periodista a tomar asiento a su lado antes de comenzar a hablar en castellano. Era un idioma que dominaba y pronunciaba perfectamente, aunque él lo negaba con modestia.

«No, no -le dijo a Cadenas-. No lo hablo bien, porque he olvidado muchas palabras. Pero llegué a conocer bastante el idioma. Figúrese usted que hace ya treinta años que salí de Madrid... Yo estaba en la corte de España cuando nació el Rey. Luego tuve a mi cargo el despacho de los asuntos de España, y, naturalmente, seguí practicando siempre el idioma. Además, me carteaba frecuentemente con algunos prelados españoles amigos míos. Después me ocupé de otras cosas, dejé de hablar castellano, y poco a poco olvidé casi todo lo que sabía. Pero me gusta tanto...»

«¡Cuánto ha subido aquel chico!»

Cadenas le transmitió el saludo de algunas personalidades de Madrid que le habían dado el encargo, como prueba de que en España aún le recordaban con cariño. Benedicto XV le escuchó atento, reuniendo sus recuerdos, y exclamó: «Ah, sí..., sí... Hice muy buenos amigos en España... ¿Qué dirán ahora..? Espere usted... Hay en castellano una frase muy graciosa, que no debo haber olvidado... Dirán..., dirán... ¿Cómo es?». Al poco, la recordó. «Dirán: "¡Cuánto ha subido aquel chico!», dijo riéndose. Siempre le había hecho gracia esa frase, desde que la oyó por primera vez el día que se supo que monseñor Jacobini, que «era también pequeñito... Pequeñito, como yo», había sido nombrado cardenal. «Por eso me reía tanto cuando oía a todos decir: "¡Cuánto ha subido ese chico!" Y, seguramente, esto es lo que dirán también de mí...».

La coronación del pontífice Benedicto XV+ info
La coronación del pontífice Benedicto XV

Hablaron de la prensa de los tiempos que pasó en España. El Papa recordaba que había «excelentes periódicos en Madrid» como «La Época», «La Correspondencia de España», «El Imparcial»... Y Cadenas aprovechó la ocasión para mencionar las informaciones que circulaban en la prensa sobre su posible abandono del Vaticano, que habían tomado cuerpo en los últimos días. Se había llegado a decir que el Alfonso XIII se había apresurado a ofrecerle al Pontífice como residencia el palacio de El Escorial.

El corresponsal de ABC no le ocultó la alegría con que los cristianos españoles recibirían la noticia, pero el Papa murmuró: «No, no... Ahora es más necesaria que nunca la presencia del Pontífice en Roma... Desde aquí se podrá contener un poco la desenfrenada carrera de las naciones, que van locas, como caballos desbocados...» Y preguntó a Cadenas: «Ustedes continuarán en la neutralidad, ¿no es cierto?»

El Papa Benedicto XV en su despacho+ info
El Papa Benedicto XV en su despacho

«¡Y qué hemos de hacer sino seguir siendo neutrales! Nos ha sorprendido el conflicto europeo distanciados de la política internacional. En el juego de las alianzas no representamos ningún papel... Es el resultado de treinta años de política imprevisora, ignorante y torpe. (...) No se cuenta con España para nada... Se la desconoce... Se la ignora... Los hombres que vagabundeamos por países extraños nos damos cuenta de esta dolorosa verdad, que nos hace sufrir y nos arranca lágrimas de impotencia y de rabia», compartió el periodista.

«¡La guerra es terrible! Mejor mil veces la neutralidad...», afirmó el Papa antes de añadir: «¡Ah! ¡Esta guerra...! ¡Esta guerra! Yo pienso muchas veces en la situación delicadísima en que se encuentra el Rey de España... Es una situación... un poco como la mía».

«¡La paz ha huido de Europa!»

José Juan Cadenas creyó ver en el rostro de Benedicto XV las huellas de «un gran dolor, una amargura honda, una resignación de mártir...». El Pontífice continuó haciéndole preguntas diversas sobre su estancia en Roma y el objeto de su viaje. Luca de Tena lo había solicitado para él en vísperas de la intervención italiana. La iniciativa del director de ABC obedecía a una iniciativa generosa. Hacer llegar a oídos del Papa la voz de la opinión católica española, que deseaba que Benedicto XV dejara oír su voz elocuente, empleara su influencia y tratase de poner fin a la espantosa contienda que el mundo contemplaba con horror.

Una trinchera de primera línea en el frente italiano+ info
Una trinchera de primera línea en el frente italiano

La fisonomía del Papa se transformó, sus facciones adquirieron una grave serenidad y una nube de tristeza empañó sus pupilas. «No... No es posible hacer nada -murmuró con trémulo acento-. Todo lo que se podía intentar lo hemos intentado... ¡Esta guerra es un horror! Y lo que más espanta es la ferocidad con que se combate; lo que no tiene ejemplo es ese procedimiento de destrucción que se emplea en la lucha... Y no se puede hacer nada, nada».

Cadenas vio cómo sus ojos se humedecían y se estremecía su voz. «Yo confiaba en que todo terminaría pronto, veía próximo el fin de la lucha; pero este nuevo conflicto que acaba de surgir ha complicado la situación, dando mayores proporciones a la tragedia... Temo que la intervención de Italia prolongue definitivamente la duración de la guerra... La paz, que parecía avecinarse, ahora se aleja... ¡La paz ha huido de Europa!».

Canje de prisioneros de guerra+ info
Canje de prisioneros de guerra

Aún hablaron unos minutos más antes de despedirse. Benedicto XV decía estar contento de haber podido hablar en castellano y le mandó saludos para España. Eran las doce y cuarto cuando Cadenas salió. «¡Cuán grande el contraste de esta sencillez que rodea al Papa "íntimo" con la suntuosidad de la pompa vaticana cada vez que el Pontífice oficia una fiesta solemne!», escribió.

Las gestiones del Papa no lograron detener la Primera Guerra Mundial. Publicó tres documentos con este objetivo, uno de ellos el célebre « Pacem Dei munus», pero no lo consiguió. Impulsó una oficina para la « investigación acerca de los prisioneros de guerra y desaparecidos» con la que consiguió el canje de muchos prisioneros, y centró las actividades del Vaticano en el reparto de alimentos y medicinas para superar el hambre y las penalidades de la guerra. «Por él tuvieron mejor trato los prisioneros; por él alcanzaron libertad los heridos graves y los inválidos; por él halló favor el católico pueblo belga; por él hubo pan en muchos hogares», escribió ABC a su muerte en 1922.

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