El enigma de Benjamín Mendoza: el artista que asestó dos puñaladas al Papa Pablo VI en Manila
El atentado se produjo durante un viaje del Pontífice en 1970, poco después de descender de su avión y saludar al dictador Matrcos en medio de la multitud
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‘Quisieron matar al Papa’, anunciaba la portada de ABC el 28 de noviembre de 1970. Pablo VI acababa de aterrizar en Manila para realizar el viaje más largo de su Pontificado. Cuando descendía por la escaleras del avión, no se le pasaba por la cabeza que entre la multitud que le vitoreaba en el aeropuerto estuviera el hombre que iba a intentar asesinarle. El secretario del Pontífice, Pasquale Macchi, explicó en sus memorias que, en todos los viajes que realizaban, desde Tierra Santa hasta el Lejano Oriente, eran advertidos de un posible ataque, lo que les hizo bajar la guardia.
«En aquella ocasión el Servicio Secreto también alertó a la Secretaría de Estado, pero el Papa se enfrentaba siempre a esos viajes sin ninguna preocupación, confiando en Dios», añadía Macchi.
Las amenazas, sin embargo, no eran nuevas en la historia de la Iglesia. De los 264 pontífices, 41 han muerto asesinados, aunque el último había sido hace mucho tiempo: Pío VI, en 1799, a raíz de los malos tratos recibidos por órdenes de Napoleón, tras ser deportado a la localidad francesa de Valence-sur-Rhône como «prisionero de Estado». En 1970 les pareció imposible que algo así pudiera ocurrir, pero se equivocaban.
Cuando Pablo VI había puesto los pies sobre la pista de aterrizaje, un hombre vestido de sacerdote logró acercarse hasta él con «un largo puñal de doble filo», según lo calificaba este diario, y le asestó dos golpes en el pecho y en el cuello y provocó una gran conmoción entre el personal de seguridad, los cardenales y obispos que le rodeaban. «El gesto enloquecido de un joven boliviano ha estado a punto de transformar la fiesta de esta mañana en un día dramático. Creo que puedo contar el suceso con todo detalle, pues me encontraba a menos de cinco metros de él», apuntaba José Luis Martín Descalzo, enviado especial de ABC.
«Un rostro muy oscuro»
El agresor era descrito como «un hombre corpulento y de rostro muy oscuro». Como se supo después, se trataba de Benjamín Mendoza y Amor, un pintor de Bolivia con problemas mentales cuya fama se catapultó tras su intentó de magnicidio y su paso por prisión. Era un artista que criticaba con furia la hipocresía de la Iglesia y la desigualdad social mediante una iconografía provocadora, usando todo tipo de imágenes de animales y retratos extraños de personas.
+ infoSegún añadió Martín Descalzo sobre el día del atentado: «En la mano izquierda llevaba un pequeño crucifijo dorado de seis centímetros, mientras su derecha la mantenía sobre el pecho, donde escondía bajo la camisa una daga curva, típicamente africana, con un mango de diez centímetros». Al parecer, el puñal llevaba inscripto en ambas caras la leyenda «balas, supersticiones, banderas, reinos, basura, ejércitos y mierda». Según el relato de Martín Descalzo, el Papa saludó al dictador Ferdinand Marcos y después se abrazó con el arzobispo de Seúl. Justo en ese momento, el falso sacerdote dejó caer al suelo el crucifijo, empuñó con ambas manos la daga, «en un gesto rapidísimo que casi no fue percibido por nadie», y se abalanzó sobre Pablo VI.
En medio del revuelo consiguió herirle levemente en el cuello y en el pecho, «muy cerca del corazón», antes de que Macchi se abalanzara sobre él. «Pensando que era un fanático, me precipité sobre él con cierta violencia para inmovilizarlo y lo arrojé a los brazos de la Policía para impidirle que diera más golpes. El Papa, después de un primer momento de desconcierto, sonrió suavemente y posó su mirada sobre mí en un ligero gesto de reproche por mi impetuosidad. Luego continuó hacia el escenario para dar el primer discurso sin mencionar el ataque. Su hábito blanco, sin embargo, estaba manchado de sangre», narró a continuación el secretario del Pontífice.
Ese mismo día, después de la ceremonia, el mismo Pablo VI aseguró que no se percató de las heridas hasta que no había terminado el acto: «Cuando subí al coche vi en mi manga unas gotas de sangre y pensé que una de mis manos debía haber tocado algo manchado de sangre, quizá la mano del asaltante desconocido. Sentía mi corazón latir con fuerza, pero nada más. Luego llegamos a la catedral y, cuando me puse las vestiduras, traté de lavar las huellas ensangrentadas de la mano, sin percatarme de lo que había sucedido realmente».
«Un poco de ruido en el mundo»
Poco después, llegado a la nunciatura, el Papa pudo ser atendido. Así lo recordaba él: «Pude desnudarme yo solo, pero entonces me di cuenta que la camisa empapada de sudor tenía una gran mancha de sangre en el pecho, debido a una pequeña herida en la región del corazón. La camisa había contenido la hemorragia. Otra herida, más pequeña, apareció a la derecha, en la base del cuello [...]. Las dos heridas fueron cerradas y medicadas en los días siguientes... Una pequeña aventura en el viaje, un poco de ruido en el mundo. Supe que el Parlamento italiano suspendió la sesión al enterarse de la noticia. Gracias al Señor que me quiso seguro y me concedió continuar el viaje».
Mendoza y Amor intentó, por su parte, permaneció unos años en prisión acusado del intento de asesinato. En ese tiempo, fue requerido por un galerista que le encargó algunos cuadros que fueron vendidos a una velocidad sorprendente. Al recobrar la libertad, tuvo noticias de la venganza sufrida por su familia a raíz de su ataque: su madre y sus hermanos fueron linchados hasta la muerte por una multitud enfurecida en su Bolivia natal. Después de aquello intentó rehacer su vida y no le fue mal, puesto que realizó exposiciones en más de 80 países.
+ infoCuando fue interrogado sobre el atentado, aseguró a la Policía que solo deseaba llamar la atención para hacerse publicidad sobre su carrera como artista, y lo consiguió, aunque tuviera que pagar por ello un precio muy alto. Para el director de cine Armando Bó, con quien Mendoza tuvo relación, el artista actuó en «un arranque de locura». El escritor Néstor Taboada publicó la novela ‘No disparen contra el Papa’, en 1989, en la que relataba la vida del pintor.
Lo más sorprendente de su vida posterior es que, durante muchos años, residió en Roma impulsando su carrera como artista y organizando exposiciones. Fue entrevistado en multitud de ocasiones por la radio y la televisión, evitando siempre mencionar los sucesos de 1970. Todavía hoy es un misterio el motivo real de su viaje a la capital italiana y cómo pudo vivir alquilado en centro de la capital, teniendo en cuenta que tenía prohibida la entrada en el país y que su fotografía estaba expuesta en todas las comisarías.
«El Papa Pablo VI ha perdonado a su asesino en potencia y ha bendecido el crucifijo que el agresor utilizó para disimular un cuchillo de doble hoja con el que quiso atentar contra su vida», reveló la televisión filipina poco después del viaje.
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