Las confesiones de Jesús Quintero a ABC hace tres décadas: «Quisiera vivir eternamente»
En una entrevista en 1990 soltó unas cuantas verdades al calor de la grabadora y en medio de «un silencio que hacía que se oyeran las burbujas de las bebidas y hasta la respiración»

- Compartir
Las entrevistas de Jesús Quintero, fallecido el pasado lunes, crearon una escuela no por lo que preguntaba a los entrevistados, sino por cómo solo con silencios era capaz de sacar más información íntima que otros con un ruidoso interrogatorio. El ‘Loco de la Colina’ conocía el alma humana y sabía tocar las teclas exactas con una mezcla de interpretación dramática, una atmósfera que parecía sacada de un cuadro de Murillo y un desparpajo que se alejaba del periodismo más mundano.
«Cada día procuro vivir más de dentro para fuera que de fuera para dentro, sin embargo hay algo en mí que hace que me atraiga más lo mágico que lo lógico», confesaba Quintero en una entrevista realizada en enero de 1990 por la redactora del diario ABC Inmaculada Trenado.
Ese día, que coincidía con el estreno de su emisora Radio América, se soltaron unas cuantas verdades al calor de la grabadora y en medio de «un silencio que hacía que se oyeran las burbujas de las bebidas y hasta la respiración. Cada respuesta era el fruto de una meditación».
[Las preguntas y respuestas escritas a continuación son una selección de las que vieron la luz en un artículo publicado originalmente el 28 de enero de 1990]
—¿Quién es Jesús Quintero?
—Decir no sé quién es Jesús, significa decir no quiero saber quien es. No sé quien soy y tampoco quiero creerme lo que los demás dicen que soy. En un estremecedor poema a sus paisanos, Cernuda dice, más o menos: «... ya habéis decidido lo que soy». Mi identidad es la de un muchacho de San Juan del Puerto con muchos miedos, a veces con más miedo a la vida que a la muerte.
—¿Hay alguna diferencia entre 'el Loco de la Colina' y Jesús Quintero?
—El ‘Loco’ es una idea y yo, durante un tiempo, fui su cuerpo. Es un personaje que tiene cosas de mí y que a la vez me creó grandes conflictos.
+ info—¿La gente se ha olvidado del ‘Loco’ o te siguen asociando a él?
—Creo que quedó en el alma de muchos seres anónimos y que acompañó muchas soledades. Donde hay, sale.
—Cuéntanos cuál ha sido tu evolución desde que empezaste en la radio...
—Yo voy evolucionando para buscar otras cosas, lo bello, lo sencillo y lo verdadero. Esas son mis intenciones, otra cosa es que lo consiga.
—¿Qué proyectos tienes en mente?
—Darle sentido a mi vida y a mis años y que mi vida se vaya acercando cada día más a lo que hago. Sintonizar lo que siento con lo que digo.
—¿Te encuentras totalmente realizado, satisfecho?
—Para mí la vida no es una meta, es un viaje. Cuando estás en la neurosis de la creación, es difícil encontrar satisfacción porque aspiras a hacer las cosas redondas y eso es siempre doloroso. Las otras satisfacciones, las de fuera, el aplauso, el halago o la popularidad, eso ya no me emociona.
—¿Cómo fue tu infancia y tu adolescencia?
—Mi infancia la pasé en San Juan del Puerto, cargada de sueños, imaginando más que pensando. Mi adolescencia fue mi primer encuentro con Sevilla, aquí la pasé, queriendo ser actor, soy un actor frustrado, a veces pienso que inventé al ‘Loco de la Colina’, porque no me daban ningún papel.
—¿Cuándo te diste cuenta de que lo tuyo era la comunicación?
—No estoy seguro de que lo mío sea la comunicación. Yo la conocí, la cultivé y poco a poco me fue enamorando, y después me he dado cuenta de que ya no sé hacer otra cosa. En la vida sólo hay tiempo para saber de una cosa y, a veces, te vas de ella sin enterarte. Ya sabes que cuando más crees saber de algo, menos sabes. Aunque parezca contradictorio, todavía siento una violenta timidez ante un micrófono. Cada día me dan más miedo las palabras.
+ info—¿Te has arrepentido alguna vez de haberte metido en este «mundillo periodístico»?
—Sí, en momentos como los que viví en la cárcel del Dueso, con Rafi Escobedo. Un momento en que una terrible muerte se convierte en un espectáculo en televisión.
—¿Cómo definirías el halo de misterio que te rodea?
—Creo que no es el producto del estudio y la investigación. Es algo de tu sensibilidad que conecta con la sensibilidad de los demás. No sabría explicar algo tan mágico.
—¿Eres un persona accesible o eres un mito?
—Cuando me siento más yo, más sintonizado conmigo, más cerca de mí, es cuando soy afectuoso y entrañable y accesible. Lo otro está en la fantasía de los demás. Si me conocieran de verdad no me admirarían, puede que si yo los conociera a ellos, tampoco. No es que yo sea un mito, pero como la sociedad necesita mitos…
—¿Te has propuesto pasar a la historia?
—No sé si fue Orson Welles quien dijo que todo artista que pretenda hacer algo trascendente es un artista menor; que él hacía cine porque le divertía, pues eso. Pasar a la historia no, eso se queda para Shakespeare y para Cervantes, para Picasso y para los verdaderamente grandes. Yo no tengo muchas cosas, grandes y trascendentes, que dar.
—¿Siempre has tenido esa peculiar voz y esa risa, o la has cultivado?
—Yo procuro que mi voz salga del sentimiento, de lo sentido y lo vivido, de lo experimentado. No me gusta hacer la voz en la garganta, ni modularla y experimentarla. Estuve doce años en Madrid de locutor y perdí un poco del acento andaluz, ahora aspiro a reencontrarlo, y de paso contento a Antonio Burgos, que le gusta que hable en andaluz.
+ info—¿Qué te dicen por la calle, te echan muchos piropos?
—Me dicen cosas bonitas, me tratan bien, me siento muy acogido por el pueblo llano, pero también me dicen cosas que no me gustan, a veces, incluso me mienten, recuerdo una anécdota de alguien que me dijo: «Loco, eres un monstruo, te escucho todas las noches», y hace cuatro artos que se acabó el programa. Prefiero que me digan siempre cosas positivas, sí quiero, sí puedo, a oír algo negativo. Lo positivo ayuda a vivir, aunque a veces sea mentira.
—¿Cómo ves el mundo? ¿Cambiarías algo de él si pudieras?
—Al mundo lo veo divinamente, tanto en el placer como en el dolor. Lo veo como todos, injusto, arbitrario, cuando es invierno en un sitio, es verano en otros. Cada día es más un debate de números que un debate de ideas. Cambiaría todo lo que va destruyendo y aniquilando al hombre día a día. Parece como si estuviéramos en un hipódromo, corriendo todos hacia un destino que está más allá de nosotros. No aspiro a cambiar el mundo sino que el mundo me cambie a mí, y ya que no es posible conseguir la felicidad colectiva, al menos hay que procurar estar bien contigo mismo.
—¿Crees en el futuro? ¿Cómo te ves dentro de veinte años?
—No lo pienso, unas veces creo en el hombre profundamente y otras me parece un error de la naturaleza. No pienso en mi futuro, sólo en que quisiera vivir eternamente.