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La confesión más íntima de Primo de Rivera a ABC tras sufrir un atentado: «No sé si estoy listo para morir»

El 10 de abril de 1934, después de que su vehículo fuese tiroteado, el líder de Falange concedió una entrevista a César González Ruano

La desesperada carta del líder de Falange para evitar que Franco le fusilara: «Hágalo por nuestra amistad»

José Antonio primo de Rivera en la cárcel de Alicante+ info
José Antonio primo de Rivera en la cárcel de Alicante - ABC
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La mañana del 10 de abril de 1934 fue agitada. A eso de las dos y media de la tarde, José Antonio Primo de Rivera salió de la Cárcel Modelo de Madrid tras participar en un juicio contra un tipo que había asesinado a un joven miembro de la Falange. «Ocupé mi automóvil en unión de otras cinco personas, entre ellas un secretario y un pasante de mi despacho. Como el coche es muy pequeño íbamos muy apiñados», afirmó el líder del partido a ABC. Ya en marcha, se topó con dos detonaciones y varios disparos a la altura de la calle Altamirano. Bang, bang, bang. Un grupo de izquierdistas había intentado acabar con ellos.

Salió ileso, pero el hecho conmocionó a la prensa y al Congreso de los Diputados.

Tanto, que este periódico le hizo una entrevista esa misma tarde a cargo de César González Ruano. Era el día de sacarle unas palabras al hombre que, estos días, ha sido exhumado del Valle de los Caídos. «Le encuentro, dos horas después del atentado, en casa de Julio Ruíz de Alda, con Rafael Sánchez Mazas. La Trinidad oficial de un credo», comenzaba la ‘interviú’, como eran denominadas por entonces. Ambos se encerraron en una habitación, y el reportero no tardó en calarle hasta los huesos: «Hay en él una especie de complejo, de malicia literaria difícil de explicar. Sabe bien que si un acento poético salva, el exceso literario pierde».

Acto fundacional de la Falange Española, celebrado en el Teatro de la Comedia+ info
Acto fundacional de la Falange Española, celebrado en el Teatro de la Comedia - ABC

El comienzo fue espantoso. Ruano se quedó sorprendido de que un tipo con tan buen verbo respondiera casi con monosílabos a sus primeras preguntas: «Hay hombres que han nacido para actuar sin decir una sola palabra. Y este es uno de ellos». Pero no desfalleció y continuó su interrogatorio. Al final, Primo de Rivera arrancó con su relación de los hechos. «No vi quién nos disparaba. Oí primero una explosión y luego el ruido de dos o tres detonaciones. Paré el coche y, como vi que huyeran por la calle de Altamirano, corrí por ella sin conseguir encontrar a nadie. Me han dicho que fueron cuatro, cuya retirada cubrían otros tantos», añadió.

El interrogatorio periodístico continuó con una pregunta a la yugular: «¿Le concede usted importancia como síntoma?». Ironía máxima, ya que la Falange era uno de los partidos que había llevado la violencia a las calles. «Sí. Hasta ahora los atentados últimos eran de tipo marcadamente sindical, pero no políticos», respondió. Aunque Primo de Rivera, a la velocidad del rayo, remarcó que era imposible conocer el origen de este golpe de mano: «Creo que los ejecutores pertenecen a un grupo o sociedad perfectamente organizada que recoge indistintamente una inspiración política u otra, siendo, en definitiva, un servicio alquilado sin más complicaciones».

José Antonio Primo de Rivera, en un mitin de Falange Española en el cine Madrid+ info
José Antonio Primo de Rivera, en un mitin de Falange Española en el cine Madrid - ABC

Hasta aquí la parte más profesional de la entrevista. La segunda fue, en palabras de Ruano, mucho más personal e íntima: «Me interesa ahora conocer el efecto que, personalmente, como hombre, le ha podido causar a José Antonio Primo de Rivera este atentado». Al periodista le llamó la atención que, tras haber mirado a los ojos de la Parca, el líder de la Falange se fuese a comer a su casa como cualquier otro día. «¡Claro que me fui a comer! ¿Qué quería usted que hiciera? Cualquiera se queda sin comer después de sufrir una vista y un atentado...». Una risa y una despedida después, el reportero probó suerte y le hizo las dos preguntas del día:

–Usted se da perfecta cuenta, dichas las cosas como son, de que ha podido morir este 10 de abril de 1934, ¿no es esto?

–Ahora sí. Antes no tuve ninguna sensación ni siquiera del peligro. Fue todo rápido e inesperado. ¿Por qué me lo pregunta usted?

–Para que usted me conteste a una pregunta final. ¿Por qué hubiera usted sentido más morir esta tarde?

–Por no saber si estaba preparado para morir. La eternidad me preocupa hondamente. Soy enemigo de las improvisaciones, igual en un discurso que en una muerte. La improvisación es una actitud de la escuela romántica, y no me gusta.

La entrevista acabó, según Ruano, como «en las buenas ‘interviús’ de hace años». Con una lluvia «fina sobre nuestro Madrid indeciso, bárbaro, bueno y alegre».

El atentado, según Primo de Rivera

El 10 de abril de 1934, el mismo José Antonio Primo de Rivera explicó, a su llegada al Congreso de los Diputados, lo que había ocurrido aquella mañana. Según el diario ABC, el líder de Falange arribó a la Cámara a eso de media tarde «e inmediatamente se agolparon a su alrededor gran número de diputados y periodistas que le felicitaron por haber salido ileso del ataque». Instantes después, los presentes le preguntaron por lo sucedido. Tal y como narró, todo ocurrió cuando salía de la Cárcel Modelo de Madrid después de actuar en la vista contra los acusados de acabar con la vida de un estudiante en la calle Augusto Figueroa.

Primo de Rivera se puso a los mandos del vehículo. Decidido, tomó la dirección de la calle Blasco Ibáñez en dirección a Bulevares. Según incidió, notó que algunas personas se fijaban en el vehículo y remoloneaban a su alrededor, pero no le dio mayor importancia. Pocos minutos después, y de improviso, un fuerte estruendo le hizo detenerse: «Al pasar el coche por delante de la calle de Altamirano oímos una explosión formidable, e inmediatamente tres detonaciones de pistola; momentos después paré el coche».

Aunque existen una infinidad de versiones, todas coinciden en que José Antonio Primo de Rivera no se amedrentó, bajó del vehículo y se dispuso a perseguir a aquellos delincuentes: «Momentos después paré el coche, y sacando la pistola corrí en la dirección en que suponía habían huido los agresores, pero desde luego sin ver a éstos. La gente nos dijo que se habían ocultado en un portal y entonces cercamos la casa en cuestión, pero sin que encontráramos a nadie». Con todo, resulta muy difícil saber si engrandeció o no su actuación.

José Antonio Primo de Rivera, en un mitin de Falange Española en el cine Madrid+ info
José Antonio Primo de Rivera, en un mitin de Falange Española en el cine Madrid - ABC

En principio, los diarios esgrimieron que la explosión inicial había sido provocada por un «petardo de efecto retardado» (un explosivo) cuya finalidad no era otra que conmocionar a los ocupantes del vehículo y obligarles a detenerse; momento en que serían baleados hasta la muerte. Así lo especificó también Primo de Rivera a los presentes en la Cámara aquel 10 de abril.

«La explosión obedeció a un petardo que se colocó sin duda retardado y los tres disparos de pistola fueron hechos sin correr la mano como es costumbre en los ojeos, sino en la misma dirección en que el coche marchaba, por lo que hay tres impactos en la parte posterior del coche que presentan los correspondientes descascarillados en la carrocería. De haber penetrado las balas en el interior del coche, el blanco hubieran sido los riñones de los que íbamos dentro».

Rincón de la cárcel de Alicante donde Fue Fusilado José Antonio primo de Rivera+ info
Rincón de la cárcel de Alicante donde Fue Fusilado José Antonio primo de Rivera - ABC

Con todo, sus palabras contrastaron con la declaración ofrecida poco después por el director de Prisiones, al que se le preguntó por lo sucedido. «Mis referencias no coinciden con esa versión. Según las que yo tengo, el señor Primo de Rivera descendió del coche, muy averiado por la explosión de los petardos y sin esgrimir arma alguna se unió al público que perseguía a los terroristas, que al parecer se encerraron en una casa que acordonó la policía». El diario ‘Las Provincias’, por su parte, entrevistó a un testigo que afirmó que los culpables habían sido cuatro individuos que aguardaban la llegada del vehículo en la «antigua Calle Princesa».

El mismo testigo, citado tan solo por sus iniciales por miedo a las represalias, desveló también que los terroristas habían disparado varias veces contra los ocupantes del vehículo una vez que estos se apearon. En todo caso, y fuera cual fuera el devenir de los hechos, todos coinciden en que, después de la persecución, Primo de Rivera y sus acompañantes se subieron al coche y continuaron el viaje inicial. «Fue una aventura pirotécnica», confesó el líder de la Falange poco después.

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