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La batalla final en la que Kasparov arrebató a Karpov el título de campeón mundial de ajedrez

La pugna de «las dos K» suscitó un enorme interés en todo el mundo por su trasfondo político

Karpoy y Kasparov, frente a frente en Sevilla en el Campeonato Mundial de Ajedrez de 1987+ info
Karpoy y Kasparov, frente a frente en Sevilla en el Campeonato Mundial de Ajedrez de 1987 - Sanvicente
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Como si de nada hubiera servido el titánico esfuerzo que habían realizado en los setenta días anteriores, Garry Kasparov y Anatoly Karpov se jugaron el 9 de noviembre de 1985 el Mundial de ajedrez en la última partida. Las tablas acordadas en la anterior no habían hecho más que añadir nuevos ingredientes de tensión, emoción e interés a un encuentro que ya antes de comenzar había entrado en la historia del ajedrez como de máximo nivel.

Atrás quedaba el gran escándalo que había supuesto la anulación de la final del Mundial entre ambos grandes maestros en febrero. La Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), que presidía el filipino Florencio Campomanes, tomó esta decisión sin precedentes tras cinco meses agotadores y 48 partidas.

Aunque el marcador de 5-3 era favorable al campeón, Karpov había dado muestras de estar atravesando problemas de salud. Kasparov le había vencido en las dos últimas partidas y amenazaba con arrebatarle el título. En los medios ajedrecísticos se consideró que Campomanes había salvado al favorito del régimen soviético de un inmediato abandono.

La nueva final comenzó de nuevo en septiembre, con el marcador a cero y a solo 24 partidas. En la última que se disputaba aquel 9 de noviembre, Karpov estaba obligado a ganar para conservar el título frente a aquel joven de apenas 22 años. «Nadie se atreve a aventurar un pronóstico. Ni siquiera los grandes maestros que acuden a la sala Tchaikovski del conservatorio de Moscú y que tan bien conocen a los dos contrincantes», señalaba ABC.

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Antes del comienzo de la partida, casi 2.000 personas aguardaron tras las rejas de seguridad durante más de una hora de frío y lluvia para ver pasar a sus ídolos. «Los apretones, los empujones, los codazos, recordaban más bien a una final de fútbol europeo jugada en Bruselas», apuntaba el periódico, aunque las fuerzas de seguridad, visiblemente reforzadas, se encargaron de mantener el orden.

En el interior de la sala Tchaikovsky, el ambiente era de cine. Karpov parecía llevar ventaja al jugar con blancas. Según la crónica de este periódico, con su ajedrez lento, frío e inmutable, el jugador de 34 años planteó lo que parecía, en principio, una partida conocida:

«Su primer movimiento fue el peón del rey. Kasparov eligió una defensa siciliana en la variante e Schveningen, igual que en la partida decimoctava de este mismo encuentro. Todo iba como en aquella partida, como si se tratara de dos cromos repetidos. Los asistentes a la sala Tchaikovsky nos preguntábamos qué estaba tramando el entonces campón, puesto que necesitaba imperiosamente ganar. La explicación llegó en el movimiento quince. En vez de mover A2A, hizo P4C.

Casi todos los expertos pensaron que se trataba de la novedad teórica que se guardaba en la manga hasta que, rápidamente, el metódico de turno (en el ajedrez hay muchos) reparó en que no se trataba de tal novedad, pues así había jugado hace tan sólo unos días en Montepellier el también soviético Andrei Sokolov contra Zoltan Ribli. Eso sí, parecía que la variante de Karpov estaba algo mejorada. Se conoce que el equipo del campeón estuvo preparándola con cuidado durante estos días, pero era muy arriesgado jugárselo todo a una estrategia no suficientemente conocida.

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Durante casi toda la partida, Karpov acosó a su oponente y sus fichas llegaron a tener en el tablero una posición claramente más activa. Sus peones del flanco derecho buscaron la debilidad del enroque negro, pero Kasparov supo complicar las cosas y nunca rehuyó el ataque (lo que buscaba Karpov)

El delirio llegó al auditorio cuando, de forma valiente, Kasparov llegó a sacrificar dos de sus peones para abrir brecha por el centro y dar a sus fichas mayor capacidad ofensiva. Las negras ganaron posiciones, pero las blancas debían ganar y lucharon hasta el último momento. Karpov tuvo posibilidad de entregarse antes, en una clara posición de tablas, pero prefirió llegar hasta lo irreversible. Demostró ser un gran campeón».

El cronista, que firmaba como Interino, narró cómo durante la partida algunos espectadores se salieron al pasillo por temor a que sus corazones no lo resistieran. «Es que jamás se recuerda tanta emoción ni una partida tan hermosa», decía. En la sala, el público no pudo dominar sus instintos y aplaudió cada uno de los últimos movimientos que realizaba el aspirante, a pesar de que los árbitros encendían y apagaban insistentemente el cartel luminoso de «silencio». Y al final, agasajó al nuevo rey del ajedrez mundial con un prolongado aplauso que duró varios minutos.

«Kasparov impuso su corazón sobre el cerebro de Karpov y ganó a lo grande», tituló al día siguiente ABC. A sus 22 años, el jugador soviético nacido en Azerbaiyán se convirtió en el campeón más joven de la historia.

«No se trata solo de la magia del ajedrez»

El extraño interés que había suscitado esta pugna tenía además una lectura política. Así lo explicó ABC en un editorial: «No se trata sólo de la magia del ajedrez, ese rey silencioso de los juegos. Desde hace tiempo ha sido un monopolio nacional, hasta que el esotérico y genial Fisher interrumpió la supremacía soviética. Después vino la confrontación, más ideológica que deportiva entre el apátrida Korchnoi y el campeón Karpov, símbolo de la continuidad de la marca. En un país donde la victoria o el fracaso deportivo no se cuentan como méritos personales sino como contribuciones a la política oficial, Karpov, tras vencer a Spassky y por dos veces a Korchnoi, devolvía al sistema la seguridad en sus proyectos, asegurando la confianza en la planificación del éxito.

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Karpov ha sido el campeón oficial de una burocracia que promueve oficialmente, entre otras muchas cosas, campeones del sistema. Mas aparece en la escenaun jugador que no se aviene a las consignas. Todo parece, al principio, discurrir conforme a lo previsto, pero, inesperadamente, el aspirante comienza a plantear dificultades al campeón. Al tiempo, se ve que aquel aparece agotado y que a pesar de la ventaja inicial no va a resistir el ataque estratégico y el empuje psicológico del aspirante. Los cimientos de la burocracia deportiva soviética se conmueven y una serie de decisiones tan sorprendentes como arbitrarias, por parte del presidente de la Federación de Ajedrez, salvan a Karpov.

Nuevas normas. Nuevas partidas. Nuevo escenario. Ahora el interés ha desbordado las previsiones. Los concurrentes corean las jugadas favorables a Kasparov. Tras la de los iniciados, la opinión pública internacional comparte con inesperada unanimidad sus preferencias por el aspirante. Un extraño mecanismo psicológico promueve la identificación con el joven jugador. Pocas veces se ha producido, con tanta claridad, la coincidencia en la manifestación del sentimiento popular. (...) Los rivales son hijos del mismo sistema. Sin embargo, la opinión ha elegido su candidato contra lo oficialmente dispuesto. Kasparov ha sido algo más que el símbolo de lo inesperado, del cambio que ocultamente se anhela, del desafío a la versión ritualizada de las emociones. Es el síntoma de una latente vitalidad. Frente a la burocracia, la iniciativa. Frente al programa, el individuo. Frente al estado, la sociedad».

Apenas unos meses antes de aquel mismo año de 1985 Mijaíl Gorbachov había sido nombrado secretario general del PCUS. La Perestroika estaba a punto de iniciar un largo camino hacia la democracia y Kasparov fue un símbolo del cambio. Muy crítico con el actual presidente ruso, Vladimir Putin, llegó a presentarse en 2007 a la presidencia de Rusia al frente de la coalición «La Otra Rusia», pero la Comisión Electoral Rusa rechazó la lista.

En el terreno deportivo, el campeón del mundo del ajedrez retuvo el título hasta el 2000 y se volvió a enfrentar en numerosas ocasiones contra Karpov. La suya fue una de las mayores rivalidades en la historia del deporte.

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