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El día que Alfonso XIII volcó con su coche en Navarra

El automóvil chocó con un burro que estaba tendido en la carretera a su paso por Almandoz en 1905

Alfonso XIII al volante de un automóvil+ info
Alfonso XIII al volante de un automóvil
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El rey Alfonso XIII sufrió un accidente de tráfico en 1905 que por fortuna quedó solo en una anécdota de aquella excursión por Navarra.

Según los telegramas que recibió la redacción de ABC de madrugada aquel 12 de junio, el monarca recorría en automóvil el Valle del Baztán en compañía del duque de Alba, el marqués de Viana y el conde de San Román.

Al llegar a Almandoz, el coche chocó contra un burro que estaba tumbado en el centro de la carretera y el vehículo volcó. «A la benemérita le dijeron que había un herido grave. Cuando acudió y vio al Rey ileso, uno de los guardias comenzó a aclamarle», contó este periódico.

Debían circular a poca velocidad, porque ninguno de los viajeros resultó herido en el accidente, aunque el coche sufrió la consiguiente avería.

Según la nota de Garcilaso, publicada el 13 de junio, «el Rey trabajó mucho en el arreglo del coche, ayudándole varios vecinos de Almandoz y la pareja de la Guardia civil del puesto». Mientras, el duque de Alba y el conde de San Román fueron al pueblo de Mugaire en busca de otro vehículo.

Al lugar del accidente acudió el dueño del burro y Don Alfonso le preguntó cuánto valía el animal.

-«Doce duros, señor», contestó el aldeano

-«Bueno -replicó el Rey dándole un billete de cien pesetas- tome usted veinte duros y daría a gusto cuarenta si no hubiera más burros».

Aún el monarca dio otros veinte duros a la gente que le ayudó y otros diez al párroco de Almandoz para los pobres del pueblo. Antes de proseguir su viaje, ABC contó que «jovial y humorista, cortó la oreja del burro muerto».

Sin embargo, en Vera tuvo que parar de nuevo el automóvil porque se atravesó un cerdo en el camino. Desde allí se telegrafió al palacio de Miramar, en San Sebastián, para que no se alarmaran por su tardanza. Afortunadamente, solo había sido un percance que quedó en nada.

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