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Los 7 asaltos que encumbraron a Urtain

Gilera narró minuto a minuto cómo el «morrosko» de Cestona arrebató a Peter Weiland el título de campeón de Europa

José Manuel Ibar "Urtain", campeón de Europa de los pesos pesados al vencer a Peter Weiland en el Palacio de los Deportes de Madrid+ info
José Manuel Ibar "Urtain", campeón de Europa de los pesos pesados al vencer a Peter Weiland en el Palacio de los Deportes de Madrid - Manuel Sanz Bermejo
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«Urtain durará cinco asaltos», auguraba Peter Weiland, jactándose antes del combate de que «las piedras que levanta el vasco las utilizo yo para tirar a los pajaritos». El boxeador alemán estaba convencido de que aquel 3 de abril de 1970 iba a conservar el título de Campeón de Europa de pesos pesados en el Palacio de los Deportes de Madrid. No tardaría en besar la lona del ring, ante los implacables golpes de Urtain.

Enrique Gil de la Vega, «Gilera», relató con todo detalle en este periódico aquella memorable noche de José Manuel Ibar Aspiazu:

«A las once y media de la noche subían al "ring" el campeón, Weiland, y el aspirante, Urtain. El público grita: "¡Ur-tain! ¡Urtain!" Cincuenta redactores gráficos llenan el "ring", el árbitro inglés Roland Dakin y los cuidadores de los púgiles, Whittenbrick y Casadei, están también sobre el tablado.

Suenan los himnos nacionales de Inglaterra, Alemania occidental y España. El público aplaude a los tres y vuelve el coro a pronunciar silabeando y haciendo pahuas: "¡Ur-tain! ¡Tra-tra-tra! ¡Ur-tain! ¡Tra-tra-tra!"

Manuel Sanz Bermejo+ info
Manuel Sanz Bermejo

A las doce menos veinte empieza el combate. A los diez segundos, Urtain saca bien el brazo derecho en la larga distancia y coloca un golpe largo, un "jab" que dicen los norteamericanos, que llega justo al rostro de Weiland y lo tumba cual largo es en uno de los rincones, justo donde estaba el comentarista de la televisión. Los 105 kilos del campeón han caído como una pluma. El arbitro no cuenta tiempo. Hace gestos de que se limpie los guantes cuando Weiland se levanta. Y sigue el combate.

Vuelve Urtain a tocar la cara de Weiland con una derecha en gancho corto, un "crochet", que el todavía campeón acusa. Y el asalto acaba cuando Weiland traba para defenderse. El asalto es neto de Urtain, primer matiz.

Manuel Sanz Bermejo
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En el segundo asalto, dentro del primer minuto, coloca Urtain otra derecha bien sacada, rápida y potente, y lanza a Weiland a las cuerdas, donde éste "semicae". Se rehace el alemán, y Urtain coloca otra derecha en corto que Weiland acusa. Otro asalto favorable a Urtain. El mismo cariz de combate, ampliado.

El tercero empieza con dos impactos de Weiland en corta distancia, con su potente maza izquierda. Urtain los encaja bien. En el tercer minuto del asalto, Urtain coloca izquierda y derecha a la cara de Weiland, repite el golpe y tira al campeón, que refleja en su rostro colorado el efecto del golpe, y en su estrabismo, algo más que un apunte de "k. o.".

El arbitro inglés se queda perplejo incomprensiblemente; tarda en enviar a Urtain a su rincón y tarda más todavía en empezar la cuenta, que no va sincronizada con el juez cronometrador. Esa tardanza del juez-árhitro salva a Weiland del fuera de combate. Urtain era campeón de Europa en ese momento. Debió serlo también oficialmente.

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Mr. Dakin le hizo al campeón un quite fenomenal, antirreglamentario y, por ello, injusto. Y a Urtain, un daño que pudo tener graves consecuencias.

Lo cierto era que Urtain se apuntaba también a su favor, de modo neto, el tercer asalto. Pero Urtain no dosifica el esfuerzo, porque le falta juego técnico para ello. Se empleó a fondo en esta primera fase, con el deseo natural de acabar pronto con Weiland y ser campeón de Europa con la misma celeridad que en sus anteriores veintisiete peleas. Quizá acusara también algún impacto de Weiland en el hígado, pues Urtain peleaba con la boca abierta en señal de fatiga. Por eso, en el cuarto se enredó la lucha, se trabaron los dos y fue un asalto confuso y sin concreción alguna, para fallarlo nulo, aunque se apreciaba un bajón en el tren de combate que había impuesto Urtain en los tres asaltos anteriores.

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En el quinto, Weiland pega en corto con su potente mano izquierda; Urtain no esquiva, agacha la cabeza y Weiland encuentra con facilidad el objetivo y castiga a Urtain, que acusa más cansancio y pasa por un momento de peligro, aunque, como tiene casta, al final del asalto se rehace y ataca. Pero el asalto es favorable a Weiland.

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El sexto empieza bien para Urtain, pero pronto se reduce la distancia, pues Urtain carece de movilidad y queda tan lento de piernas como su rival de cien kilos. El cuerpo a cuerpo se convierte en abrazo, se traban siempre y no hay nada definido, aunque en esa posición mejora Weiland su juego y es más eficaz. El asalto puede fallarse nulo o a favor del alemán por escaso margen. Urtain sufre una pequeña hemorragia nasal y en el descanso la tapona Casadel.

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Y en el séptimo asalto Urtain se presenta más recuperado, respira mejor, ataca con ambas manos, pesa fuerte y envía a Weiland a las cuerdas, donde le castiga implacable. Weiland "se arreza", dobla rodilla y su aspecto es de "groggy". El árbitro cuenta bien esta vez, a su debido tiempo, y Weiland escucha sin ánimos para levantarse, porque sabe que está perdido totalmente, y si intenta ponerse en pie quedaría machacado peligrosamente. Weiland está "knock-out", fuera de combate, y así lo declara el juez-árbitro.

José Luis Ibar "Urtain" es el nuevo campeón de Europa del peso pesado. El júbilo es enorme en el público que llenaba el Palacio de Deportes. Fotógrafos y entusiastas, con chapela y sin ella, con pancartas y sin pancartas, llenan el "ring" para felicitar a Urtain, para abrazarle, para expresar así su alegría patriótica».

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Gilera describía a continuación la tristeza del campeón destronado, vencido por la potencia de los puños del vasco. «La mole de Weiland fue derribada como una revolución tira por tierra las estatuas de los conquistadores», comparaba el jefe de Deportes de ABC, para quien Urtain era aquel día «el orgullo de España entera y empieza a ser un púgil de leyenda, un ídolo popular, una figura para ser admirada por chicos y grandes, que es algo más que ser campeón».

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Urtain - Manuel Sanz Bermejo

El «morrosko» de Cestona, de 27 años, se había presentado al combate en 88,400 kilos, algo más bajo de peso de lo normal en él, que eran los 90 kilos. Tirar a un hombre como Weiland, de 105,500 kilos, cuatro veces en los tres primeros asaltos había sido una prueba de la potencia del nuevo campeón europeo, pero Urtain había acusado después el proceso del combate, más largo de lo que estaba acostumbrado. En sus 27 peleas anteriores, el contrincante que más le había aguantado había sido el nigeriano Macan Keita y no pasó del sexto asalto.

Toda España estuvo pendiente aquel 3 de abril del famoso combate. Hasta cinco ministros acudieron a verlo y las 12.000 localidades del Palacio de Deportes de Madrid se agotaron. El resto lo siguió desde su casa, a través de las cámaras de Televisión Española. Desde la época de Paulino Uzcurrun, los españoles no habían conocido un héroe del boxeo como Urtain.

En una brillante semblanza de este legendario púgil, David Gistau contó en 2017 que el récord de ventas del diario As propiciado por la pelea contra Peter Weiland permaneció imbatido hasta la noche del 12-1 a Malta. «Dos veces campeón de Europa, dos veces perdedor en defensas y aspiraciones, Urtain tuvo incluso el honor de pelear con el gran Henry Cooper, futuro «sir» de la reina que llenó Wembley para su combate con Mohamed Alí, y donde éste sufrió uno de los escasos derribos de su carrera», resumió el recordado columnista que lo había visto meses antes de su muerte.

«Ejercía de relaciones públicas en un asador de la calle Fermín Caballero, «Urtain», que había sido suyo y en el cual lo mantuvo el nuevo propietario para que le hiciera de Jake La Motta sin esmoquin. Cuando veía que un cliente se marchaba, Urtain se levantaba con cierto esfuerzo de una mesa y se despedía de él personalmente. Al volver un mediodía del cuartel durante la mili, encontré, en esa misma calle, personas que hablaban del suicidio del boxeador (a los 49 años) cuando aún era visible el charco de sangre. Un rumor dijo que se tiró al ir a encender la luz y comprobar que se la habían cortado».

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