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Del independentismo petrolero a la catástrofe

La letra pequeña de la campaña electoral de Barack Obama se resumía en más perforación submarina.
Del independentismo petrolero a la catástrofe
Una tortuga descansa en la arena de Misisipi | AFP
Estados Unidos se enfrenta a la mayor catástrofe medioambiental de su historia con el tormento añadido de pensar que esto se habría podido evitar o minimizar. Y con el miedo de las personas más expertas o informadas de que el desastre pueda golpear de nuevo. Y es que la letra pequeña de la campaña electoral de Barack Obama, el detalle de su independentismo del petróleo extranjero, se resumía en dos fórmulas mágicas: más perforación submarina (más drill, baby, drill) y más energía nuclear. La pregunta es si las leyes norteamericanas y sus vigilantes están preparados para hacer frente a los riesgos.
Se supone que una gran potencia es el lugar más seguro del mundo hasta que pasa lo que pasa. El huracán Katrina dejó en 2005 en evidencia a la Administración Bush pero también un poco a todo un país, Estados Unidos, donde se supone que terremotos, tsunamis y demás no pueden causar los mismos estragos que en una mísera aldea indonesia. ¿Quién iba a decir que en Nueva Orleans la gente era tan pobre, vivía tan en precario y con unas infraestructuras tan obsoletas?
Metedura de pata estructural
Cinco años y un Yes, We Can después, se repite la historia con el vertido de crudo del golfo de México. La Administración Obama ha sido acusada de reaccionar tarde y mal cuando lo cierto es que los que entienden de la cosa, como el profesor de Princeton Julian E. Zelizer, el senador Bernard Sanders, miembro destacado del Comité de Energía, Recursos Naturales y Medio Ambiente o los redactores del magazine Grist, biblia del ecologismo estadounidense, lo tienen todos (con matices) muy claro: esto no es una metedura de pata coyuntural sino estructural.
Entre otras cosas porque, como denuncia el profesor Zelizer en un acerado análisis para la CNN, no es que haya habido —o no sólo— compadreo de oficiales gubernamentales corruptos con las petroleras a las que se supone que tenían que vigilar. No es que tres o cuatro manzanas podridas se hayan cargado una buena política. Es que la consigna era mirar para otro lado desde Ronald Reagan.
Al llegar este a la presidencia se encontró con un movimiento medioambiental muy fuerte. Tratar de frenarlo todavía era peor, porque sus apoyos se multiplicaban. Ergo, alguien decidió pasarse al lado oscuro de la fuerza, no ablandando a la ley sino al responsable de aplicarla.
Desde entonces todo presidente de Estados Unidos ha permitido o incluso apadrinado la laxitud en la vigilancia de las petroleras. Así Obama se ve en la necesidad de hacer limpieza y echar a medio departamento de Interior a la calle.
¿Pero lo hace por convicción o de cara a la galería? Pocas semanas antes del vertido Obama apadrinó nuevos pozos petroleros en el mar. Ha hecho falta una catástrofe así para que vuelva a plantearse la moratoria. Que no la renuncia.
Dependencia energética exterior
Insiste el gobierno en que para disminuir la dependencia del petróleo extranjero hay que ser realista y que, por mucho que se adelante en la exploración de las energías alternativas y renovables, nunca será suficiente a corto o medio plazo. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que conseguir que la gente se apriete el cinturón energético.
A eso los verdes responden con indignación y con cifras: insisten en que Estados Unidos usa el 25 por ciento del petróleo del mundo pero dispone sólo del 2 o el 3 por ciento de las reservas mundiales, obteniendo actualmente un 10 por ciento de su consumo de la explotación submarina. Incrementando esta calculan que se ahorrarían 3 céntimos el galón de gasolina de aquí a 2030, ahorro que se elevaría a 1 dólar entero si en lugar de sacar más petróleo del mar se mete menos en los coches, abrazando las tecnologías híbridas que ya están teniendo éxito en Europa, Canadá y Asia.
¿Qué pasa si los dos tienen razón pero nadie convence a nadie? Pues es posible que la tragedia humana y medioambiental de la Deepwater Horizon disuada a la Casa Blanca de volver a dar luz verde al drill, baby, drill en mucho tiempo. Con lo cual habrá que pasar al plan B, que es la energía nuclear. El mismísimo Bill Gates acaba de entrar en una joint venture para investigar microrreactores nucleares subterráneos, que podrían operar sin intervención humana, sin generar residuos y, dada su reducida capacidad, sin plantear riesgos de accidentes como el de Chernobyl.
Aunque, por supuesto, y tal como demuestra lo sucedido en el Golfo, nada de lo que parece completamente seguro lo es al cien por cien. Particularmente cuando la zorra vigila a las gallinas.