
ABC La actriz Audrey Tautou puso rostro a un personaje cotidiano pero mágico en la película de Jean Pierre Jeunet
Ya saben que mañana el diario ABC regala «Amelie», una película francesa que se ganó la nominación a cinco oscar, y que, con premios o sin ellos, tuvo un éxito espectacular. Se dijo entonces que era un «cuento para adultos», tal vez para excusar —es de 2001— la magia modesta de un personaje pequeño y frágil, muy alejado de los escenarios triunfales que se llevaban aquellos días. Pues ahora que nos tenemos que replegar a los cuarteles de invierno y los listos de las finanzas y los simples de los gobiernos —el demonio se los lleve— se han pegado el batacazo en nuestros bolsillos, no está nada mal volver a las aventuras de Amelie y redescubrir refugios cálidos para capear el temporal, mientras recordamos esa olvidada verdad de que la felicidad real suele estar siempre al alcance de la mano. (Dicho lo cual, y además de hacer de la necesidad virtud, mantenga su justa ira y las posibles acciones contra tanto berza en cuyas manos nos ponemos como si fueran probablemente dioses).
Toques de color
Un aspecto muy interesante de la película fue su estética. La increíble actriz Audrey Tautou —que pronto encarnará a Coco Chanel en las pantallas— consiguió eso tan difícil de imponer: un estilo. Con ayuda del director de la película, Jean Pierre Jeunet, pero todavía más con la de Emma Lebail, responsable de su vestuario feérico y a la vez actualísimo, la protagonista le ganó la partida a bellezas más aparatosas y previsibles. Su peculiar corte de pelo, las cejas marcadas y una barra de labios intensa siguen teniendo muchas partidarias de todas las edades.
Por otra parte, todo lo que rodeaba a Amelie era una barroca y libre disposición de elementos: ¿bonitos? ¿feos? Suyos, en cualquier caso. Decir que existe una influencia de esta película en el trabajo de los creadores, en general, sería faltar a la verdad. Pero si se mira con algo de atención hay en muchos diseñadores —de moda, bisutería, joyas o interiorismo y en la oferta cosmética— elementos desprejuiciados, llenos de humor, de vitalidad y de color que, sobre todo ahora, debemos incorporar a nuestras vidas para cambiar y alegrar el horizonte que tenemos. Buena falta nos hace.