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En un lugar de Memphis

En un lugar de Memphis
ABC Tumba donde está enterrado Elvis, en Graceland
Aquella noche apenas pude dormir. Habían sido muchos los años acariciando la idea de poder algún día visitar la casa del Rey, un sueño que se iba a cumplir al día siguiente, justo uno antes de que se celebrara el 17 aniversario de su muerte. No era un palacio ni un castillo, sino una casa estilo colonial de dos pisos situada al sur de la ciudad de Memphis (Tennessee). Estoy hablando, claro está, del lugar donde vivió el Rey del Rock, Elvis Presley, desde los 22 años, tras alcanzar repentinamente la fama en 1954 al cruzarse en la trayectoria de su camión los estudios Sun Records. El joven y desconocido Elvis Aaron Presley se detuvo allí para grabar un disco como regalo para su madre. Fue el principio de una fulgurante carrera.
La fama y el dinero llegaron rápido y también la necesidad de mudarse de casa, primero a una en la que no fue muy bien recibido por sus vecinos, ante el acoso de su creciente número de fans, y finalmente en la que sería su definitiva morada -y también la de todo el clan Presley- durante veinte años. El cantante la ocuparía hasta el 16 de agosto de 1977, día en el que le encontraron muerto en la bañera. La versión oficial fue un ataque al corazón.
Levantada sobre 56.000 metros cuadrados, Graceland, construida en 1939 y llamada así por sus dueños anteriores -S. E. Toof, editor del Memphis Daily Appeal- en honor a su hija Grace, se convirtió en el refugio del cantante y tras su muerte en lugar de peregrinación de miles de fans cada año.
Elvis adquirió la vivienda en 1957 por 100.000 dólares, realizando numerosos cambios. A pesar de las fotografías que permanecen en la memoria colectiva de todos los seguidores del cantante, en las que Graceland parece levantarse como una gran masión, la realidad es bien distinta. Cuando uno cruza la verja de la entrada y levanta los ojos para contemplarla es inevitable una pequeña decepción. Graceland no se asemeja a las grandes mansiones de otras estrellas, es mucho más pequeña, a pesar de sus dieciocho dormitorios y las diversas estancias donde a modo de museo se exhibe su colección de automóviles -era un fanático- o su avión privado. La decepción crece cuando al acercarte compruebas que el piso superior, donde se encuentra el dormitorio del cantante y las habitaciones privadas, está vetado al público. Quedan los salones -donde se puede contemplar un piano y una televisión de los años 50-, el estudio de grabación que se hizo construir y en el que alumbró sus discos «From Elvis Presley Boulevard» y «Moody Blue»...
Pero es en el exterior donde se encuentra quizá la zona más emotiva: el Jardín de la Meditación. Es ahí donde está enterrado Elvis -aunque muchas leyendas urbanas intentan resucitarlo año tras año-, y sus padres. También ahí se sitúa la tumba de su hermano gemelo, Jesse, muerto en el parto.
Flores y velas, algunos sollozos y algunas notas manuscritas, alimentan el recuerdo del Rey cada mes de agosto -el jardín fue abierto al público en 1978 y la casa en 1982-, mientras que Graceland, declarada Monumento Nacional Histórico en 2006, sigue haciendo caja gracias a los sueños de miles de fans.