Don Quijote, Sancho, Trujamán, Maese Pedro y Melisendra duermen en el nivel -3 del Gran Teatro del Liceo. Allí los inmensos personajes que conforman este montaje -la figura más grande, la de Don Quijote, alcanza los 7,5 metros de altura- descansan a la espera de que la música, la luz y diez titiriteros (o manipuladores) les den vida y recreen «El retablo de Maese Pedro» (París, 1923), de Manuel de Falla, la primera ópera para títeres del repertorio español, una obra mil veces «traicionada» al convertir a los títeres en marionetas de hilo, según apunta el creador del montaje, Enrique Lanz, de la compañía granadina «Etcétera». «Mi abuelo, Hermenegildo Lanz, diseñó los títeres para el estreno de la obra en París y también para el estreno en España dos años más tarde, trabajando siempre mano a mano con Falla. Al ver los montajes que ha tenido la obra siempre he sentido que en cierta manera, por la técnica utilizada, se traicionaba el espíritu original».
La vinculación de Lanz con uno de los protagonistas del génesis de la obra convierte este proyecto en el más importante de su carrera. «Me habían pedido muchas veces que montara esta ópera, pero no había querido hacerlo al no tener garantías de poder hacer mi montaje ideal. Se trata de una obra corta -menos de media hora- y muy compleja a la vez». El Teatro Real fue el culpable de que por fin se decidiera: «He hecho varias cosas con el Liceo y sabía que ante una propuesta del Real, que además me dejaba escoger la obra, el Liceo se apuntaría, como así ha sido». Finalmente, a los teatros de Madrid y Barcelona se han unido en esta aventura el Calderón de Valladolid, el Arriaga de Bilbao, la Ópera de Ovied y Maestranza sevillano. Y para lo que se ha contado con casi medio millón de euros de presupuesto.
Creando ilusiones
La compañía granadina lleva un cuarto de siglo creando ilusiones y en esta nueva propuesta el objetivo ilusionista se multiplica: «He querido jugar con la percepción del público. Para ello creamos varias capas de percepción visual y la idea es que el teatrino de títeres de la impresión de que es como esos que hemos visto todos. La orquesta también se verá pequeña y así juego con la locura de Don Quijote». Lanz explica que para narrar esta historia -presentada como espectáculo infantil, apto para niños a partir de los ocho años- ha debido crear tres mundos paralelos, el de la orquesta, el de los espectadores del retablo -los gigantes- y el de los títeres, siempre inspirado en la iconografía generada por su abuelo -el muñeco que representa a Melisendra es una copia a escala gigante del que hizo Hermenegildo- y en la correspondencia entre Falla y el abuelo Lanz. A ello se unen citas a cuadros de Velázquez, soluciones propias de la estética africana «y de títeres medievales y barrocos, en un homenaje a la historia del género». «El retablo de Maese Pedro» le ha significado a Enrique Lanz nada menos que tres años de trabajo, apoyado, entre otros colaboradores, por Yanisbel Martínez, quien define a Lanz como «un investigador incansable. Se ha tratado de una búsqueda intensa que ha generado un proceso muy laborioso con tallas muy grandes y complejas. De esta manera se reivindica el arte del títere y se potencian los recursos del titiritero».
Falla salvó a mi abuelo
La vocación de Enrique Lanz le viene definitivamente de familia. Siempre le tiró el arte, pero no sabía cómo encaminar su vocación hasta que vio un espectáculo de títeres. «Era lo mío, porque me permitía hacer teatro, estar cerca de la música, hacer escultura, dibujar, pintar y no tener prestigio ni presiones», aunque estos dos últimos aspectos ya no los tiene tan claros después de haber conseguido éxitos rotundos con su primera ópera, «La serva padrona», o con el espectáculo infantil «Soñando el carnaval de los animales», este último, estrenado en diciembre de 2004 y que ha subido a escena en 162 ocasiones ante más de 170.000 espectadores. «Pero «El retablo» es un proyecto personalmente especial sobre todo por el gran cariño que le he tenido a Manuel de Falla, por la relación que tuvo con mi abuelo y porque le salvó la vida cuando en la Guerra Civil se lo llevaron detenido. Falla hizo las gestiones para que lo liberaran y lo consiguió». Para que el montaje pueda verse en teatros de reducida capacidad técnico-escénica, Lanza crea «una estructura desmontable que hace posible que lo podamos montar en teatros sin peine».
Los solistas vocales se limitarán a cantar en este montaje, ya que toda la acción la propondrán los más de 30 muñecos de gran tamaño articulados con contrapesos y poleas a los que darán vida diez expertos manipuladores. El espectáculo contempla, además de la operita de Manuel de Falla, su «Concierto para clavecín», que se ofrece a modo de obertura: «En esta primera parte jugamos con teatro de sombras y poco a poco comenzarán a aparecer lo que se verá más tarde, cuando estos títeres gigantes llenen el escenario». El telón de esta gran coproducción se levantará en el Liceo barcelonés el 3 de enero.
