
EFE Alan Titus y Petra Maria Schnitzer, en un ensayo de «Tiefland» EFE El cineasta Sergio Cabrera, durante su intervención en el congreso
ÓPERA
«Tiefland»
Música: E. D´Albert. Intérpretes: A. Titus, P. M. Schnitzer, P. Seiffert, O. S. del Liceo. Coro del Liceo. Dir.: M. Boder. Dir. de escena: M. Hartmann. Escenografía: V. Hintermeier. Lugar: Liceo, Barcelona. Fecha: 2-X-08
PABLO MELÉNDEZ-HADDAD
La temporada 2008-09 del Gran Teatro del Liceo barcelonés levantó el jueves el telón ante las sonoras protestas de unos cuantos liceístas que no consiguieron creerse la propuesta que el director de escena Matthias Hartmann creara para la Ópera de Zúrich de «Tiefland», ópera de Eugen D´Al-bert basada en el clásico catalán «Terra baixa», de Àngel Guimerà. La agobiante visión de la Cataluña profunda de finales del siglo XIX que conquistó una Europa interesada en pasiones extremas, apareció completamente renovada en la propuesta de Hartmann, que descolocó al plantear una volada propia de película de ciencia ficción, con clones que se revelan contra sus creadores.
Si bien la revisión dramatúrgica funciona en muchos detalles, la verdad es que el espíritu de la obra queda totalmente desplazado en este juego fascinante que plantea el montaje, que va más allá del drama localista y se entronca con una historia de hijos de la tecnología que se vengan de su creador humano. Hartmann consigue dejar claro que la fascinación por el poder de unos cuantos privilegiados sobre una sociedad es algo tan actual y tan inherente al ser humano que incluso acompañará al homo sapiens hasta su desaparición, tanto como la sed de venganza del hijo abusado; Frankenstein o los personajes de «Blade Runner» así lo proclaman. La impresionante escenografía, el adecuado ritmo de la acción, la dirección de actores y el acertado vestuario, eso sí, fueron siempre de la mano y respondieron con eficacia a la singular propuesta helvética.
Pero si el lenguaje escénico de esta recuperada «Tiefland» no consiguió conquistar a la ciudad que se cita varias veces en su libreto -la capital catalana-, todo lo contrario sucedió en el apartado musical (situación que se ha convertido en una constante en las últimas temporadas), porque la actuación del nuevo director musical del Liceo, Michael Boder, fue muy bien recibida debido a un trabajo impecable, sacando un buen sonido de la Sinfónica liceísta y contando con un coro entregado y a punto preparado por José Luis Basso.
El reparto era de lujo y así se comportó, encabezado por una Petra Maria Schnitzer siempre concentrada y controlando la afinación, un Peter Seiffert inmenso en su extenuante papel, un Alan Titus alucinante como Sebastiano y con el salvavidas de último momento de Eva Liebau como Nuri, una auténtica revelación. Los secundaron adecuadamente Valeriy Murga, Marcel Reijans, Michelle Maria Cook, Rosa Mateu y la interesante Julia Joun. La adecuada defensa de la partitura por parte de todos los intérpretes demostró que el esfuerzo por recuperar la música de D´Albert valía la pena.