LAURA L. CARO
CORRESPONSAL
JERUSALÉN. Para muchos israelíes, el concierto esta noche de Paul McCartney en el Parque Yarkon de Tel Aviv será el mejor regalo de Año Nuevo. Más concretamente, para alrededor de unos 40.000 espectadores, los únicos que en estas fechas cercanas a la Nochevieja del calendario judío -que se celebra el próximo martes- han podido hacer frente al desembolso extra de entre 500 y 1.200 shekels. Una fortuna de entre 100 y 240 euros, que en este país equivale a comprar un sueño: ver en directo a un mito viviente de la música, una estrella internacional de esas que no se atreven a poner el pie en Israel por miedo a un atentado.
No es poca cosa. El penúltimo gran recital que programaron en 2006 los Depeche Mode se suspendió por la guerra con el Líbano. El último, de Brian Adams en 2007, se canceló la tarde anterior «por razones de seguridad». La frustración de la juventud, melómanos y demás se ha materializado incluso en una página web («Bo ya Manyak»), en la que los fans vienen registrando hace años cuánto estarían dispuestos a pagar por ver a sus ídolos, con la esperanza de sumar una cantidad jugosa que anime a algún grupo a pasarse por aquí. De momento, ni Red Hot Chili Peppers, ni Radiohead, Bob Dylan o Coldplay han hecho caso.
Consciente o no de esta situación, Sir Paul llegaba el martes por la noche a Israel acompañado de treinta asistentes, otro equipo de setenta personas, seguridad propia y chef personal, que supervisará su menú en el Hotel Dan Tel Aviv, donde McCartney ocupará la Suite Royal de 200 metros. El músico visitaba ayer la Basílica de la Natividad en Belén, situada en Cisjordania, quizás dispuesto a aplacar las iras del grupo palestino y del islamista, que le han amenazado por actuar en el Estado judío, precisamente como parte de las celebraciones del 60 aniversario del país.
«Vengo a dar un mensaje de paz y amor» a Oriente Próximo, decía ayer la estrella de 66 años queriendo despojar su presencia de todo favoritismo. «Estoy aquí para llamar la atención sobre la situación y decir que necesitamos paz en esta región, una solución de dos Estados».
El parque del concierto no estará lleno, aún quedan entradas. Demasiado caras, incluso para quienes en 1965 se quedaron sin ver a los Beatles porque Israel prohibió presentarse en el país a semejante banda de crápulas pervertidores, y hoy tampoco podrán ver a Paul por sus prohibitivos precios.
