Anselmo Álvarez «Los registros de los muertos debieran ser una gran lección»

Anselmo Álvarez «Los registros de los muertos debieran ser una gran lección»
Abad del Valle de los Caídos
-Medio siglo ya desde la fundación de la Basílica del Valle...
-Y yo desde entonces viviendo su historia, la propia de un lugar tan significativo, y la del cumplimiento de unos fines que no eran sino los de los benedictinos, hombres de culto, de oración y de trabajo al servicio de la sociedad humana que se sustenta en los valores fundamentales del humanismo cristiano. Hemos hecho lo que hemos podido en esta misión, hemos encontrado serias dificultades en ocasiones, pero eso es parte de los compromisos que aceptamos.
-El 14 celebran la Santa Cruz. ¿Cuál es la suya?
-Ninguna distinta a la que tenemos todos los hombres. La Cruz no es símbolo de una carga insoportable, sino el signo de la salvación. La Cruz sólo pesa cuando se la rechaza; cuando se la admite es el peso más liviano que existe porque es el de la salvación.
-¿Qué les ata al Valle?
-La confianza de los que nos llamaron para estar aquí y la de la gran mayoría de quienes nos han conocido que, amen o no al Valle, admiten que nuestra presencia es muy significativa para el presente y el futuro de este lugar. Pero, sobre todo, nos ata la hermandad con esa segunda comunidad que habita el Valle, la de los caídos. A ellos estamos vinculados, no sólo por un compromiso connacional, sino por un afecto muy especial a todos y cada uno de ellos, cualquiera que fuera su lucha en aquella guerra. Buscamos ser con ellos un elemento de reconciliación para que no vuelva a ocurrir algo así en España.
-25 monjes y 60.000 almas de católicos de uno y otro bando. Son multitud.
-Católicos o no. Porque pese a que en algún momento hubo una dificultad seria para admitir a los que no lo fueran, lo que tratándose de soldados republicanos se podía dar con bastante frecuencia, a la hora de la verdad se pasó por encima de eso y sólo se tuvo en cuenta el interés de las familias.
-La Historia se desintegra en las historias de cada uno. ¿Y la verdad?
-Es la que salva a la Historia y la que salva al hombre. Afortunadamente, existe y es la que va a decir la última palabra sobre cada una de nuestras verdades personales. Acabaremos delante de ella.
-¿Y cuál es la suya con un padre fusilado, una hermana muerta por los nacionales y un tío republicano, los tres enterrados en el vientre del Valle?
-Mi verdad es reconocer que en aquella circunstancia tan tremenda cada uno tuvo sus razones y cada uno luchó por lo que creyó mejor para el bien de España. Mi verdad es pretender por encima de todo que esas personas unidas en la Basílica por un abrazo común, una oración común y la celebración diaria de un sacrificio eucarístico común nos ayuden a recuperar nuestra verdad y a descubrir cuál es el camino que debe seguir España.
-Los registros que guardan de los muertos, más de 33.700 nombres con las fichas de donde cayeron, son memoria viva.
-Desde luego. Es muy difícil acercarse a esos registros sin emocionarse profundamente. Esas páginas de nuestra historia son de una fuerza tremenda que para todos los españoles debieran ser una lección. Ni más ni menos que la de hombres, identificados en ocasiones, en otras desconocidos, que dejaron el testimonio de su vida y de su sangre por una causa. Quisiéramos que eso sirviera para disipar de una vez por todas cualquier intento de reavivar nuevos resentimientos y enfrentamientos.
-Tal y como está el patio, festividad y aniversario lo rememorarán como aquellos antiguos cristianos en las catacumbas.
-La Basílica es en parte una catacumba, por su propia construcción y por el hecho de ser un cementerio donde han sido recogidos sacrificados de uno y otro lado. Pero por encima de todo tiene para nosotros, y queremos que para todo el mundo, un sentido de reconciliación y de gloria. Todos los días cantamos himnos por los muertos que en la Iglesia tienen siempre un acento de triunfo, de esperanza, de renacimiento. Por eso, más que fúnebre y tenebrosa, queremos que la Basílica tenga la imagen de una gran resurrección, su significado más hondo y más auténtico, el que ha estado siempre más presente en quienes la vivimos día a día.
-La fiesta es el domingo: a las seis y media, misa.
-Sí, porque la mejor formar de celebrar estos 50 años es una nueva Eucaristía que encierra todas las palabras posibles del orden divino y humano. La Eucaristía es el corazón de la humanidad, el corazón de Dios y es ahí donde queremos estar. Y hacerlo de la manera más discreta, modesta y espiritual posible, sin repercusión social. Con la Eucaristía está dicho y sobre todo está hecho todo.