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Abdulrazak Gurnah Premio Nobel de Literatura "Hoy, el colonialismo sigue marcando a los seres humanos"

Lo comparan con Joseph Conrad porque él también muestra las tinieblas de la condición humana. La vida del último Premio Nobel de Literatura no ha sido fácil. Nacido en Zanzíbar, con 19 años tuvo que dejarlo todo y huir de su país. Hablamos con el escritor de África y del dolor del desarraigo.

Domingo, 16 de Enero 2022, 01:26h

Tiempo de lectura: 8 min

Unas semanas antes de que le concedieran el Premio Nobel de Literatura, el escritor Abdulrazak Gurnah se estaba preguntando qué sería de él y de sus libros. En sus 72 años de vida, se decía, había escrito diez novelas que habían tenido un éxito moderado. Había sido nominado dos veces al prestigioso Premio Booker y disfrutaba del cariño de un reducido círculo de lectores. Pero ¿ahí quedaba todo? En esos pensamientos estaba cuando llegó la llamada desde Estocolmo. Lo cogió totalmente por sorpresa. De hecho, en un primer momento pensó que se trataba de una broma pesada. Luego concedió un par de entrevistas breves y desapareció. Se retiró a Barbabos, donde su esposa tiene familia. Hablamos con él vía Zoom.

XLSemanal. En su comunicado, la Academia sueca ha dicho que se le concedía el galardón por el retrato que usted había hecho «del refugiado», obligado a superar «el abismo entre culturas y continentes». ¿Cree que esas palabras describen bien su literatura? 

Abdulrazak Gurnah. Yo describiría mis novelas de otra manera, pero lo último que haría sería llevarle la contraria a la Academia.

XL. Es reseñable que la Academia haya usado la palabra 'refugiado' en el anuncio del premio. ¿No cree?

A.G. 'Refugiado' es un término complejo. Si se fija en los chicos, porque la mayoría son hombres, que salen de África con dirección a Europa, verá que no son refugiados en el sentido clásico de la palabra. Arriesgan su vida cruzando medio continente y luego el Mediterráneo, pero no huyen de la guerra o de la persecución política. De lo que huyen es de lo que yo llamaría 'opresión económica'. A lo mejor habría que ampliar el significado de la palabra 'refugiado' para que recogiera esta nueva realidad.

XL. Usted mismo se marchó de África de joven.

A.G. Cuando me fui de Zanzíbar para ir a Inglaterra, a finales de los años sesenta, no me hubiese descrito a mí mismo como refugiado.

"La mayoría de los chicos que abandonan África no huye de la guerra ni de la persecución política, sino de la presión económica. La palabra 'refugiado' debería recoger esa realidad"

XL. ¿Y por qué se marchó?

A.G. En 1964 hubo una revolución en Zanzíbar y se desató el caos.

XL. En 1964, revolucionarios africanos derrocan al sultán y a su Gobierno, principalmente árabe, pero, antes de todo aquello, ¿qué recuerdos tiene de su infancia?

A.G. Mis padres vivían en la costa occidental de Zanzíbar. Desde nuestra casa se podía ver el mar, el puerto, los barcos entrar y salir. Tuve una infancia feliz.

XL. ¿A qué tipo de colegio iba? En aquellos tiempos, Zanzíbar formaba parte del Imperio británico.

A.G. A un colegio normal. No había ingleses, ni entre los alumnos ni entre los profesores.

XL. ¿Y cuándo aprendió inglés?

A.G. En primaria, las clases eran en suajili. No aprendí inglés hasta secundaria. En aquella época, Zanzíbar tenía pocos centros de secundaria, el sistema educativo no disponía de muchos medios, así que había una verdadera competición por conseguir plaza. Y, de repente, cuando llegabas a secundaria, todos los profesores eran europeos… y todas las clases, en inglés. ¿Puede imaginar un sistema educativo más paranoico? En fin, que tuve que aprender inglés a toda prisa.

XL. Cuando estalló la revolución, usted era todavía un niño.

A.G. Los primeros desórdenes empezaron cuando tenía 13 años. Es probable que aquella fuese la época más difícil de Zanzíbar. La situación se tranquilizó con el tiempo, pero fueron años muy duros. La violencia del Estado, la brutalidad con la que se expulsó a tanta gente… Fue una guerra por el poder, pero a la sombra de la Guerra Fría. Muchos de los asesores del Gobierno venían de Europa del Este; algunos, incluso de China. Los expertos en seguridad eran de la RDA, y ya se puede imaginar lo que eso significaba. 

XL. Se produjeron muchos ataques contra los civiles árabes. ¿La revolución presentó un peligro especial para ustedes?

A.G. A mis padres no les pasó nada. Pero profesores fueron asesinados, compañeros de clase no sobrevivieron... Miles de personas perdieron la vida.

XL. Y a finales de los años sesenta se marchó usted a Inglaterra.

A.G. Fue en 1967. Tenía 19 años y pensé: «Hay que irse de aquí». Solo conocía Inglaterra por los libros, por el colegio. La imagen que tenía de ella no tenía nada que ver con la compleja realidad del país al que llegué. Con la hostilidad que me encontré, por ejemplo. No era que me escupiesen por la calle, era más la sensación cotidiana de estar fuera de lugar, de no pertenecer a ese mundo. No tardé mucho en darme cuenta de todo lo que había dejado en casa.

XL. ¿Y por eso se lanzó un buen día a escribir?

A.G. No fue una decisión consciente. Al principio solo escribía para mí, era como un secreto. 

XL. ¿Empezó a escribir en inglés?

A.G. El inglés se me daba bien desde el colegio. Y siempre me gustó escribir. No porque quisiera ser escritor, simplemente me alegraba cuando un profesor nos pedía hacer una redacción, así podía pasarme una hora entera escribiendo. De todos modos, para mí la lectura y la escritura eran inseparables. En Zanzíbar no había muchos libros en inglés, tenía poco donde elegir y leía cualquier cosa que cayera en mis manos, desde James Bond hasta Tolstói. 

"A los 19 años pensé: hay que irse de aquí. Solo conocía Inglaterra por los libros del colegio. No podía imaginarme la hostilidad con la que me encontré"

XL. Se suele decir que uno se ha hecho verdaderamente a un país cuando ya sueña en el nuevo idioma.

A.G. Yo no creo que sueñe en un idioma concreto. No, en realidad empecé a escribir en inglés porque leía en inglés.

XL. Pero la sensación de haber perdido algo se encuentra en el origen de su escritura.

A.G. Sí, en cierto modo sí. Verte obligado a abandonar tu país es una de las experiencias más determinantes de nuestro tiempo. Tienes que empezar de cero. De ahí surgen preguntas relevantes, preguntas como: ¿qué se recuerda?, ¿cómo se recuerda?

XL. En sus libros emplea diferentes idiomas. Narra en inglés, pero también aparecen el árabe y el suajili, incluso el alemán.

A.G. Vengo de un mundo que es así, el mundo del océano Índico. Tiene un cosmopolitismo propio. Allí, la gente ha estado yendo y viviendo de un lado a otro desde siempre, ha intercambiado mercancías, historias y recetas de cocina. Hay unos vínculos muy profundos entre la costa oriental de África, el sur del mundo árabe, la India y hasta China. Las flotas chinas navegaban por el Índico antes de que llegaran las potencias europeas. De hecho, hoy se pueden encontrar restos de cerámica china en las playas de Kenia. 

XL. Pero usted, en vez de poner el acento en las diferencias, en lo que separa a las culturas, hace hincapié en sus interconexiones...  

A.G. Sí. Las historias nunca están aisladas en un vacío. Tomemos el ejemplo de Tanzania, un país con pasado colonial alemán. Hoy sigue habiendo restos de aquella época, como las mansiones en las que vivieron los alemanes. Pero, más allá de los edificios, han quedado sobre todo las historias. Mi abuelo, por ejemplo, tuvo que servir en el Ejército colonial alemán de la Primera Guerra Mundial. Lo que intento con mis libros es salvar del olvido esas historias. Hablar de cómo el colonialismo cambió el mundo y sigue marcando hoy a las personas… de cómo lidian con él.

"El debate sobre la herencia colonial se está abriendo en todo el mundo. Oponerle algo a los relatos heroicos del imperialismo me parece correcto"

XL. Intenta que descubramos cosas que no conocemos...

A.G. La literatura puede ser muchas cosas, incluida una forma de transmitir cosas nuevas. Todos conocemos la sensación: estás leyendo un libro y de repente descubres un mundo del que no sabías nada. Un mundo desconocido. Dejas el libro a un lado y piensas: «¡Vaya, no tenía ni idea de nada de esto!». La literatura puede ser un puente entre el discurso académico y la percepción pública de un tema concreto.

XL. Últimamente el debate sobre la herencia colonial está despertando muchas pasiones, se han vandalizado y derribado algunas estatuas, se han retirado otras…

A.G. El debate es importante. Y se está produciendo en todas partes, no solo en Gran Bretaña o Sudáfrica, también en el Caribe, donde ahora me encuentro. Durante 200 años hubo una estatua de Nelson en Bridgetown, la quitaron hace poco. Barbados lleva siendo independiente medio siglo, pero la estatua seguía ahí. Oponerle algo a los relatos heroicos del imperialismo me parece correcto.

XL. ¿Intenta hacer algo parecido con sus libros?

A.G. Totalmente.

"Muchos europeos imaginaban África y a los africanos como una pesadilla, como un lugar antes de la evolución de la humanidad"

XL. Su novela Paraíso acaba de editarse en España. La historia transcurre a las puertas de la Primera Guerra Mundial y hay críticos que ven en ella elementos de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad.

A.G. El corazón de las tinieblas es un relato sobre el colonialismo europeo. Conrad lleva a su narrador a emprender un viaje que lo adentra cada vez más en el continente africano, y cuanto más avanza hacia el interior, más salvaje y bárbaro se vuelve. Era una idea de África marcadamente europea, una imagen de pesadilla. Pero ese viaje del narrador también es un viaje en el tiempo, lleva a una etapa anterior a la evolución de la humanidad. Así es como muchos europeos se imaginaban África y a los africanos. Sin embargo, el libro de Conrad tiene otros niveles, también se puede leer como una crítica al colonialismo. Cuando escribí Paraíso, quise reflejar esa historia de otra manera. 

XL. El viaje que emprende Yusuf, el niño protagonista de Paraíso, también conduce tierra adentro, y el mundo por el que se mueve no está libre de violencia.

A.G. Claro que había violencia en aquel mundo. Pero había mucho más. La gente viajaba, comerciaba, hablaban unos con otros, se casaban unos con otros. El corazón de las tinieblas, en cambio, es un lugar sin retorno, viajar hasta allí implica pagar con la propia vida o con la propia salud mental. 

XL. Ha vivido parte en África y parte en Europa. ¿Se mueve entre ambas culturas?

A.G. No. Siento que ambas me pertenecen. Me siento en casa tanto en Zanzíbar como en Inglaterra. No hay ningún conflicto entre ambos sentimientos, ningún espacio intermedio.

Otros Nobel contra el racismo

En 1986, el nigeriano Wole Soyinka fue el primer escritor de raza negra en conseguir el Premio Nobel de Literatura. Destaca por narrar con formas occidentales los mitos africanos. Su más reciente obra –tras un largo silencio– es Crónicas desde el país de la gente más feliz de la Tierra (Alfaguara).

Deslumbró con Omeros, un poema épico que enlazaba La Odisea y La Ilíada con el Caribe. También dramaturgo, nació en Santa Lucía, se formó en Jamaica, Trinidad, Canadá e Inglaterra y ganó el Nobel en 1992. Falleció en 2017.

Dedicó su literatura a mostrar la vida de las mujeres y a denunciar la discriminación racial: la conocía bien, nació en 1931 en Ohio (EE.UU.). En 1993, la Academia sueca reconoció su obra, en la que destacan Beloved y La canción de Salomón. Falleció en 2019.

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Etiquetas: Escritores
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