«Libertad de prensa, democracia... Nuestros hijos van a tener que luchar batallas que creíamos ganadas»

Ken Follett

Se atreve con una nueva 'catedral': la enigmática Stonehenge

«Libertad de prensa, democracia... Nuestros hijos van a tener que luchar batallas que creíamos ganadas»

El escritor recibió a XLSemanaL en su mansión de Knebworth, al norte de Londres. En esta biblioteca, sólo tiene libros de su autoría en los muchos idiomas a los que ha sido traducido.

El escritor más leído del mundo —solo la Biblia vende más ejemplares que él— nos recibe en su casa para hablarnos de su esperada novela, El círculo de los días (Plaza & Janés), ambientada en uno de los lugares más mágicos de la Prehistoria y cargada de sexo y clanes en pugna... De todo eso, de Trump y de la inteligencia artificial nos habla en esta entrevista.

Martes, 09 de Septiembre 2025

Tiempo de lectura: 11 min

Mucha gente que escribe libros espera que sus obras se sigan leyendo cuando mueran. Para mí eso no es relevante», reflexiona Ken Follett (Cardiff, 1949) desde su mansión en Knebworth, un pueblo al norte de Londres donde vive con su mujer, Barbara, y sus perros. «Bob Dylan dijo una vez que en cien años la gente entendería sus canciones. Asumía que seguirán sonando dentro de un siglo. Muchos piensan como él; yo no». El escritor, de 76 años, asegura que no aspira a la eternidad, pero la gigantesca biblioteca que tiene a sus espaldas parece desmentirle. Al principio crees que los centenares de libros que van de techo a pared son parte de las novelas que el escritor ha leído a lo largo de su vida, hasta que reparas que, en realidad, son todas sus obras traducidas a más de 80 idiomas: Los pilares de la Tierra en coreano, Un mundo sin fin en árabe, La caída de los gigantes en japonés... Con 195 millones de ejemplares vendidos de sus 37 libros, solo la Biblia puede competir con él. Resulta intimidatorio tener semejante mausoleo literario a la vista durante la conversación, pero Follett desarma cualquier solemnidad con su calidez. 

«El futuro de la humanidad es una moneda girando en el aire. Todavía no sabemos de qué lado va a caer»

El próximo 23 de septiembre regresa con El círculo de los días (editorial Plaza & Janés), su nueva novela histórica ambientada hace cinco mil años en torno al monumento más enigmático de Europa: Stonehenge. La obra se publicará simultáneamente en todo el mundo. A Follett siempre le han fascinado las grandes construcciones de la humanidad; después de catedrales góticas, ahora le toca el turno al misterio más antiguo: cómo nuestros antepasados movieron piedras de hasta 45 toneladas durante cientos de kilómetros para un propósito que a nosotros se nos escapa por completo.

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Su particular refugio. El escritor británico, a sus 76 años, en su mansión en Knebworth, al norte de Londres. Allí trabaja y vive con su mujer, Barbara, y sus perros. 

XLSemanal. Su novela está ambientada en la Prehistoria. ¿Qué le atrae de Stonehenge?

Ken Follett. Es un monumento descomunal que sigue siendo un misterio. Esa combinación me resulta irresistible. Es una de las mayores hazañas de la ingeniería, pero no sabemos por qué se construyó ni cómo movieron esas piedras colosales cientos de kilómetros.

XL. Documentarse tuvo que ser complicado…

K.F. Soy muy meticuloso. Nunca escribo nada que no sea plausible. Pero como no sabemos mucho de entonces… tuve cancha para imaginar. 

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Escritor en ciernes. Follett (Cardiff, Gales, 1949) suele contar que su infancia fue decisiva para su vocación de narrador, y estuvo marcada por un ambiente estricto, religioso y sin acceso a diversiones 'mundanas', donde los libros se convirtieron en su universo.

XL. ¿Cuál es su impresión de aquellas gentes? ¿Eran tan primitivas como solemos imaginar?

K.F. Para nada. Tenían que ser muy sofisticados para construir Stonehenge, para seguir los movimientos del Sol y la Luna con precisión astronómica. No tenían nuestra tecnología, pero la mente humana era igual que ahora.

XL. El protagonista es Seft, un minero de sílex, pero el verdadero peso lo lleva Joia, una sacerdotisa. ¿Cuál era el papel de las mujeres?

K.F. Muestro el enfrentamiento entre dos clanes, dos maneras de entender la sociedad: una basada en la agricultura y otra en el pastoreo. Los agricultores creen en la propiedad privada: «Esta es mi granja». En esa sociedad, las mujeres son propiedad del hombre. Todavía tenemos ese concepto. En una boda, el padre entrega la novia a su marido.

«Temo un colapso de la democracia. La gente aguanta, y aguanta hasta que no puede más. Los cataclismos, cuando ocurren, son rápidos. De repente, bang, las cosas se precipitan»

XL. ¿Y los pastores?

K.F. Son nómadas. Los rebaños tenían unas dos mil cabezas de ganado. No creo que supieran a quién pertenecía cada animal, así que serían de todos. Y en una sociedad comunal tampoco tenía sentido el derecho de propiedad sobre una mujer. 

XL. Hay mucho sexo en la novela...

K.F. En la sociedad pastoril, la mujer no solo tenía sexo con su marido. Las reglas eran mucho más relajadas. Los antropólogos calculan que en sociedades cazadoras-recolectoras de hoy cada miembro, hombre o mujer, tiene cuatro amantes simultáneos.

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El mayor golpe de su vida. Con estas dos fotos, Ken Follett anunció la muerte de su hijo mayor el 14 de junio de 2018: «Nuestro querido hijo Emanuele, a quien llamaba Sunshine, murió este martes por la tarde, justo cuando el sol se estaba poniendo sobre Londres. Tenía 49 años. Llevaba cuatro meses luchando contra la leucemia. En las fotos se nos ve juntos en 1969 y en 2014». 

XL. Eso me recuerda una tradición de los fenicios: las mujeres debían acostarse al menos una vez en la vida con un extranjero. Era un deber sagrado. Quizá para mejorar el acervo genético.

K.F. No sabían nada de genes, pero conocían las consecuencias de la herencia porque criaban animales. Sucede en muchas culturas. Veían extraños tan raramente que, cuando llegaba uno, le ofrecían a las mujeres de la tribu. No tenía por qué ser algo forzado. Supongo que, si vives en el mismo iglú toda tu vida, te apetece acostarte con alguien diferente.

XL. Volviendo al misterio de Stonehenge, ¿qué impulsó a la gente a construir algo tan colosal?

K.F. Debieron de darse dos circunstancias. La primera, una crisis. En el libro es una sequía. Junto con eso, se necesita un líder carismático. Alguien que diga: «Vamos todos a buscar piedras gigantescas y a traerlas». Si yo propusiera algo así, la gente me diría: «Ken, ¿de qué vas?». Pero, si ese alguien tiene el encanto de John F. Kennedy, la cosa cambia...

XL. No deja de ser una locura…

K.F. Pero una locura maravillosa. Kennedy dice: «Vamos a ir a la Luna». Y los americanos responden: «¡Sí!». Ir a la Luna es como construir Stonehenge. Un proyecto tremendamente difícil que lleva mucho tiempo, involucra a varias generaciones… Pero la gente lo apoya porque es inspirador.

«La inteligencia artificial no escribe nada decente. Puedes enseñarle las reglas y las seguirá al pie de la letra, pero para ser como Picasso debes transgredirlas. La creatividad es un salto al vacío»

XL. Crisis y un líder carismático con una solución mágica... suena muy contemporáneo. Pero los líderes de hoy no son muy inspiradores…

K.F. Viendo el percal, mejor sería que no tuvieran tanto tirón. Ojalá Trump no fuera carismático, así no podría hacer todas las gilipolleces que hace.

XL. ¿Ningún gobernante le inspira?

K.F. Me lo pregunto a veces. Trato de pensar en alguien capaz de sacar lo mejor de nosotros mismos. ¿Hay alguno? No parece. Pero volverán esos líderes.

XL. El que volvió fue Trump. ¿No le resulta desconcertante tenerlo de nuevo en la Casa Blanca y más desatado que nunca?

K.F. Estoy perplejo. Me froto los ojos cada día. Sin embargo, esto no puede durar porque lo que está haciendo es dañino para la economía estadounidense a medio plazo. A corto plazo, los inversores están emocionados con Trump y su bajada de impuestos; siguen comprando más y más acciones, así que la Bolsa sube. Pero los mercados de valores son así: suben y bajan. Todos los economistas dicen que lo que Trump está haciendo va a ser malo para la economía estadounidense. La gente sufrirá las consecuencias.

En 5 claves

Stonehenge, el enigma interminable

Al sur de Inglaterra, se levanta uno de los complejos megalíticos más impresionantes y misteriosos del Neolítico, clave en la nueva novela de Ken Follett. Se construyó entre el 3000 y el 1600 a.C., utilizando piedras de hasta 25 toneladas; algunas traídas de más de 200 km de distancia. Una hazaña para comunidades que no disponían de la rueda. Se cree que usaron rodillos de madera, trineos, rampas de tierra y fuerza humana, aunque no existe un consenso sobre los métodos empleados. Tampoco hay acuerdo sobre el propósito que inspiró su contrucción.  Las principales teorías son:

→ 1. ¿Era un Calendario y observatorio astronómico?

EL DATO: El eje principal de Stonehenge está alineado con la salida del sol en el solsticio de verano y la puesta en el solsticio de invierno. 

♦ Indicaría que sus constructores tenían un profundo conocimiento del movimiento solar y lunar, clave para la agricultura.

→ 2. ¿Templo ceremonial y religioso?

EL DATO: La disposición circular sugiere un espacio... Leer más

XL. Y qué pasará si eso ocurre…

K.F. Si la gente va al supermercado y su compra es cien dólares más cara que la semana pasada, tal vez digan: «No deberíamos haber votado a Trump».

XL. Hace cinco años lo entrevisté y me dijo: «Estamos yendo hacia la oscuridad». Entonces estábamos en plena pandemia. Pero la superamos.

K.F. Estos tiempos son más oscuros aún. Tenemos una guerra en Ucrania; otra en Oriente Medio donde mujeres y niños mueren de hambre o son abatidos cuando hacen cola para recibir comida... Ya no puedo leer las noticias porque me dan ganas de llorar. Tenemos dictadores en Rusia y en China, y tiene pinta de que Trump también quiere ser un dictador.

XL. Además, ahora ha irrumpido la inteligencia artificial. 

K.F. Solo he usado ChatGPT una vez. Le dije: «Escribe el primer capítulo de una novela de Ken Follett». ¡Y lo hizo! Había un terrateniente; un pueblo; el terrateniente convocaba una reunión de los aldeanos; había una guerra en algún lugar lejano... Sí, parecía una de mis novelas.

XL. ¿Y qué tal era?

K.F. ¡Espantosa! Estaba extraordinariamente mal escrita. Me alegré mucho. La IA no puede escribir nada decente. Es correcta, pero está repleta de clichés y chorradas. Me tranquilizó bastante. Pensé: «Bueno, mi trabajo está seguro por un tiempo».

XL. Pero la IA mejora muy rápido. Quizá pronto habrá inteligencias artificiales entrenadas con todos sus libros haciendo novelas al estilo Ken Follett como churros…

K.F. No lo descarto. Pero hay un problema. Puedes enseñar a la IA las reglas; y las seguirá al pie de la letra. Pero los artistas creativos rompen las reglas. Picasso dibujó como nadie antes. Los Beatles compusieron como nadie había compuesto antes. ¿Cómo enseñas a una máquina a rebelarse contra su propio entrenamiento? ¿Cómo la programas para la transgresión? La verdadera creatividad nace del salto al vacío, de la intuición que desafía a la lógica. Y eso, de momento, está más allá del alcance de los algoritmos.

XL. El caso es que Silicon Valley parece empeñado en meternos la IA hasta en la sopa. En 2015 nos vendían que tenían planes más generosos: solucionar los problemas del mundo… Pero en solo una década muchos analistas dicen que vamos hacia una especie de tecnofeudalismo.

K.F. Los líderes de las grandes tecnológicas son muy agresivos. Particularmente en el tema de material incendiario en Internet, material racista y de odio. Dicen que para ellos controlarlo es difícil, pero no es verdad. ¡Por favor! Pueden hacerlo, pero se niegan.

XL. ¿Por qué?

K.F. Porque les va a costar dinero. ¡Por Dios!, ya han ganado suficiente. Son compañías muy muy ricas. Y aun así se niegan a cumplir con su deber público. La Unión Europea trata de plantarles cara, impone restricciones. Pero Estados Unidos no quiere ninguna cortapisa para los hombres de negocios. Trump quiere que sus amigos hagan tanto dinero como puedan y al diablo con las consecuencias.

XL. ¿Teme un colapso de la sociedad, de la democracia?

K.F. Sí, no digo que sea inminente, pero estos cataclismos, cuando ocurren, ocurren rápido. Mire la Revolución francesa. Hubo descon-tento en Francia y un gobierno terrible durante décadas… Y, de repente, ¡bang! Las cosas se precipitan... La gente aguanta, aguanta… Hasta que son muchos los que no pueden más.

XL. ¿Y entonces?

K.F. Unos desean la caída del sistema, otros la temen. Pero tarde o temprano se llega a un punto de ruptura. Yo no deseo que América se hunda. No quiero nada malo para nadie. Además, hay mucha gente allí a la que quiero.

XL. Pero ve el riesgo…

K.F. Sí. América es como ese niño pequeño que hace cosas que desapruebas, pero al que sigues queriendo. Suspiras y dices: «Ojalá no hiciera eso». Ya dijimos en su momento: «Ojalá los americanos salieran de Vietnam. Ojalá los blancos del Sur dejaran de perseguir a los negros». Y al final el niño crece y deja de hacer esas cosas horribles…

XL. Pero ha vuelto a las andadas…

K.F. Es desalentador. Cansa tener que pelear batallas que creías que ya estaban resueltas. Cosas como la libertad de prensa, de religión, la independencia de los tribunales, la democracia, las daba por hechas, pero estaba equivocado. Es agotador, pero debemos pelear esas batallas de nuevo.

XL. Si la humanidad fuera una empresa cotizada en Bolsa, ¿apostaría a favor o en contra?

K.F. ¡Uf! No lo sé. Tengo esperanzas y miedos a partes iguales. No sé qué va a pasar. El futuro de la humanidad es una moneda girando en el aire y todavía no sabemos de qué lado va a caer. Por eso, estos tiempos son decisivos. Espero que nuestros hijos y nietos sean lo suficientemente fuertes y valientes para pelear las batallas justas que creíamos ganadas.

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