Slava Dolbaev usa una lanza para desenterrar unos colmillos en un acantilado helado. Lograr que se desprenda un colmillo así puede llevar días. Los cazadores pasan hasta seis meses en islas deshabitadas del mar de Laptev buscando colmillos. Llegan con sus motos de nieve cuando
todavía no se ha descongelado el mar y regresan en barco con lo que hayan encontrado.
Dos jóvenes de Yukagir, un pueblo de apenas 200 habitantes, cargan unos colmillos en la costa norte de Siberia. Los han encontrado en el mar, de ahí el color. Sus padres eran pescadores, pero ellos se dedican a esto desde que la caída de la URSS abrió un nuevo mercado para el marfil de mamut y la demanda china disparó el negocio. El de mayor calidad se paga hasta a 675 euros el kilo. Un solo colmillo puede mantener a toda una familia un invierno.
Los buscadores Ruslan Garipov y Petr Vanin desentierran una cabeza de mamut en la isla Bolshoy Lyakhovsky. El cráneo vale poco, pero los hombres esperan encontrar también los colmillos. Los mamuts se extinguieron hace unos 10.000 años, pero grupos aislados de ellos resistieron en distintas islas del norte hasta hace unos 3700 años.
Hace unos años, unos cazadores de Yukagir encontraron este mamut joven, que todavía tenía pelo. Lo llamaron Yuka y se conserva para su estudio. Cada vez se hacen más descubrimientos de mamuts en buen estado por el progresivo deshielo y la erosión del permafrost.
Buscadores de colmillos comparten una comida cerca del lago Bustakh. Al final de la temporada escasean las provisiones y muchos llegan a perder hasta diez kilos cuando regresan a casa. Los colmillos de mamut se han convertido casi en el único recurso económico de una región abandonada tras el cierre de las minas y las fábricas soviéticas.
Un cazador se asoma desde su refugio de la isla Bolshoy Lyakhovsky. La choza está camuflada para eludir a los helicópteros de la guardia fronteriza rusa, que expulsa cada año a docenas de cazadores por no tener los permisos adecuados. Y, además, les confiscan el equipo y el material desenterrado.
Después de estar congelado miles de años en un cauce de Siberia, este impresionante colmillo es motivo de orgullo y satisfacción para Ivan, el buscador que lo encontró. Es uno de los mejores hallazgos de la temporada. Los colmillos más largos pueden llegar a medir cuatro metros. Si lo vende a los brokers de la ciudad de Kazachye, le pagarán entre 100 y 500 dólares por kilo. Los chinos pagarán en destino una fortuna por él.