«Aquí te sientes como una princesa», dice entre risas María Dolores Menéndez Company, gerente del Consejo de Administración del Patrimonio Nacional desde su despacho. En tiempos de Carlos III, estas eran las estancias del mayordomo mayor del rey, el duque de Medinaceli. A su espalda, una escultura de Felipe II, el rey prudente.
El despacho del historiador José Luis Sancho Gaspar está ubicado en las plantas superiores, donde residía la servidumbre de la Corte. Era una casa plebeya que conserva su distribución: entrada, sala, gabinete, cocina… pero no baño: había uno compartido. «Ni ha cambiado ni puede cambiar porque sus muros son de carga. Es como una cápsula del tiempo desde 1784».
Patrimonio cuenta con un taller de restauración al que se accede desde la terraza que da al Patio del Príncipe. Los techos policromados, visibles tras el ventanal, son de la cúpula de la Capilla Real. La obra en restauración, El arcángel San Miguel venciendo al demonio, es de Luisa Roldán, La Roldana, escultora de cámara de Carlos III.
Hoy, este espacio lo ocupan las oficinas del archivo, pero antaño el armario del fondo no albergaba carpetas: era el guardarropa de Alfonso XII y de Alfonso XIII. Este vestidor estaba justo debajo de sus habitaciones privadas, en el ala de San Gil, donde han dormido los monarcas desde Isabel II.
«Como oficina es un espacio increíble. Aunque con el tiempo lo normalizas», afirma José Cremades, director de la Real Biblioteca, que lleva tres décadas trabajando aquí. Tiene sus incomodidades, matiza: no es fácil colocar ordenadores y cables en un sitio histórico. Se entienden las cautelas: la Librería de Cámara se instaló aquí a finales del reinado de Fernando VII, en los años treinta del siglo XIX.