Nuevos bombardeos han arrasado este martes la ciudad de Kobani, en el norte de Siria. 40 días de combates entre los radicales de Estado Islámico y las milicias kurdas han convertido estos ataques en algo tan cotidiano para sus vecinos que, sentados al otro lado de la frontera en suelo turco, lo observan todo como si fuera una retransmisión televisada. En las pausas, hay hasta quien aprovecha para sacar el tractor y labrar la tierra. Con ambas partes disputándose el control de la estratégica ciudad, la decisión tomada este lunes por el gobierno turco podría decantar la ofensiva. Porque va a permitir que decenas de persmergas kurdos llegados de Irak puedan cruzar por su territorio para llegar hasta Kobani y unirse a las milicias que combaten a los extremistas islámicos. Inicialmente Ankara se negó a esta posibilidad porque teme que aliente los deseos de independencia de su propia minoría kurda que supone un 20 por ciento de la población del país.

