En Jerusalén, dos veces al año el rabí Shmuel Rabinowitz se encarga de que en el Muro de las Lamentaciones, el lugar santo del Judaísmo, quedé suficiente espacio para promesas a Dios entre las grietas de la pared. Ya es tradición que hasta este escenario tan especial acudan miles de personas al año. Los más devotos, además de rezar delante del muro, dejan pequeñas notas aprovechando los huecos y grietas de la pared. Para dejar espacio se encarga a un grupo de personas la delicada tarea de limpiar el muro con palos de madera. ¿Qué ocurre con todos los papeles y escritos que se recogen? Según explica el rabí, todas las promesas son enterradas cuidadosamente. El Muro de las Lamentaciones fue uno de los cuatro muros levantados para ampliar la zona donde fueron edificados el Primer y Segundo Templo de Jerusalén. Dicha zona se conoce hoy como la Explanada de las Mezquitas, por parte de los musulmanes, o la Explanada del Templo, según la tradición judeocristiana. Como Muro Occidental, abarca parte del Barrio Musulmán (488 metros de longitud) y parte del Barrio Judío de Jerusalén (60 metros de longitud).
